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domingo, 6 de marzo de 2011

Andalucía, los pueblos y el mar clarin.com

Cerca de la ciudad de Granada, todo el encanto de las villas costeras de Motril, Almuñecar y Salobreña. Playas, tesoros históricos y la riqueza cultural.

Por JUAN CARLOS MARINO
ESPECIAL PARA CLARIN

Andalucía, los pueblos y el marAmpliar

Salobreña Dos parapentes sobrevuelan el magnífico castillo árabe de este pueblo de la costa


La Alhambra no es solamente el gran ícono de Granada, sino también el mayor exponente del esplendor que vivió buena parte de España –y, por sobre todo, Andalucía– durante los siglos de dominación musulmana. De aquellos tiempos (fueron nada menos que ocho siglos), quedaron innumerables rastros en la arquitectura, la música, la cocina y en la forma de ser de la gente.

La costa de la provincia de Granada es uno de los sitios donde esta identidad mestiza, de aires morunos, aflora con mayor intensidad. Allí, el Mediterráneo se alterna entre magníficas playas y pequeñas bahías de aguas cristalinas, y baña las orillas de un puñado de encantadores pueblos marineros, en los que el carácter andaluz se funde con testimonios dejados por fenicios, romanos y musulmanes.

Algún gurú del marketing turístico decidió hace años llamar “Costa Tropical” a las playas de Granada y ahora esa es la manera en que se conoce a la ruta que conforman sitios como Almuñecar, Salobreña y Motril, lugares ideales tanto para los amantes del sol y la playa, como para viajeros motivados por la historia, la buena mesa y actividades como la náutica o el submarinismo.

La etiqueta de “Costa Tropical” tiene su razón de ser en el paisaje de la zona, dominado por palmerales y amplias zonas de cultivos de caña de azúcar y frutas como mangos, chirimoyas y papayas, que remiten más a postales de Centroamérica que a destinos de la “Vieja Europa”.

En la milenaria Almuñecar

Una buena manera de recorrer los 73 km por los que se extiende la costa de Granada es empezando por su extremo oeste. Allí, muy cerca del trazado de la Autovía del Mediterráneo, que une a todos los grandes destinos turísticos de la costa española, se encuentra La Herradura, una playa de lecho de piedras, encerrada en una hermosa bahía. Se trata de un balneario sin multitudes, muy familiar, en el que no faltan los típicos “chiringuitos” que ofrecen bebidas y frituras de pescado y frutos de mar.

A poco más de 15 minutos en coche desde La Herradura, se halla Almuñecar, uno de los platos fuertes de la Costa Tropical. Situada entre las aguas del Mediterráneo y el cordón de la Sierra Nevada, Almuñecar fue fundada por los fenicios en el siglo VIII aC. y uno de sus grandes atractivos es la necrópolis fenicia de Puente de Noy, un complejo histórico imperdible. Fue también un importante centro comercial romano y durante los siglos de dominación musulmana era el principal puerto de la zona de Granada. Como muestra de aquel esplendor, quedan monumentos como el magnífico acueducto romano, la Cueva de los Siete Palacios (donde funciona el Museo Arqueológico) y el castillo de San Miguel, levantado originalmente por los musulmanes.

Además de todos estos hitos históricos, Almuñecar ofrece playas típicamente mediterráneas, deportes acuáticos, paseos en barco desde el puerto deportivo Marina del Este y excelente gastronomía. Y, para los amantes de la aventura, es uno de los mejores lugares de Andalucía para realizar vuelos en parapente y ala delta, que aprovechan las alturas de las sierras que rodean a la ciudad.

Tapas, flamenco y sol

Continuando el recorrido hacia el este, por la ruta provincial E-15, se llega a Salobreña, probablemente el pueblo más bello de la costa de Granada. En la cima de un peñón situado casi sobre el mar se levanta un antiguo castillo árabe y sobre sus laderas se desgrana un laberinto de casas blancas y serpenteantes calles de piedra: una postal perfecta de la Andalucía musulmana.

En el castillo suelen tener lugar festivales de flamenco (el más famoso es el de Las Luces del Alba, que tiene lugar durante el verano europeo) y también de artes escénicas. Y presenciar un concierto de flamenco en el castillo de Salobreña es como disfrutar de una banda de jazz en un bar de Nueva Orleans. Brinda la sensación de estar en el lugar más indicado para comprender la fusión de raíces que confluyen en la música emblemática del sur de España.

Salobreña, que cuenta también con muy buenas playas, es un sitio ideal para disfrutar del arte del “tapeo”. A diferencia de otras regiones de España, donde la modernidad ha ido erradicando la costumbre, en Granada las tapas siguen siendo generosos acompañantes de la cerveza en casi cualquier bar. Algunas de las delicias más típicas son los “tigres” (croquetas de mejillón) o los incomparables boquerones en vinagre.

Camino a Albuñol

La anteúltima parada de la travesía es Motril, la segunda ciudad más poblada de la provincia, después de Granada. Entre sus mayores atractivos están las playas de La Joya Poniente y Carchuna. Esta última, es un destino ideal para jóvenes, ya que atrae a legiones de surfistas y windsurfistas.
Levantada –con el fin de protegerse de las incursiones piratas– a 2 kilómetros de distancia de la franja costera, Motril fue una relevante urbe del reino nazarí y conserva monumentos históricos interesantísimos como el santuario de la virgen de la Cabeza, que se levanta sobre un antiguo palacio árabe. También tiene una larga tradición azucarera, por lo que uno de sus productos más emblemáticos es el ron de caña.

Finalmente, la serpenteante ruta E-15 nos lleva hasta los límites de la Costa Tropical, donde se encuentran Albuñol y sus pueblos de playa. La pequeña ciudad de Albuñol es famosa en toda España porque alberga la Cueva de los Murciélagos, uno de los yacimientos neolíticos más importantes de la península ibérica. Se trata de un sitio mágico y misterioso, en el que fueron encontradas, en estado de perfecta conservación, piezas de cestería neolíticas. Otro de los imperdibles de Albuñol es la iglesia de la virgen del Rosario, del siglo XVII.

Al igual que Motril, Albuñol también está protegida en las serranías cercanas a la costa, y cuenta con un puñado de playas encantadoras y no demasiado multitudinarias, como La Juana, del Pozuelo o de La Rábita.

urante los meses de verano, al caer el sol, las hogeras se encienden en las playas y en las casas para cocinar sardinas a la brasa. El murmullo de las guitarras flamencas se funde con el rumor del Mediterráneo, para crear la melodía de la Costa Tropical.

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