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lunes, 7 de noviembre de 2011

Del esplendor al ocaso elespectador.com

Tunja, Honda, Pamplona, Popayán y Mompox, cinco ciudades que en los años de la Colonia fueron de las más importantes en la Nueva Granada y que por distintas razones se diluyeron en el tiempo, hoy buscan volver.


Una caída desde la cima más alta: Tunja

Los pecados que ruborizaron a los más pacatos y que por años escandalizaron al país entero, los pecados de Inés de Hinojosa, tuvieron lugar bajo el manto frío de Tunja. Sus amores ocultos, esos placeres prohibidos que se permitió, burlando a una sociedad puritana, hija de la tradición española, ocurrieron en la que para entonces era la principal ciudad de la Nueva Granada, por los años de la mitad del siglo XVI.

La historia de las Hinojosa, firme todavía en la memoria colectiva tunjana, por esa mezcla de pasión y crimen irresistible a la curiosidad, transcurre en la que muchos consideran la más esplendorosa época de Tunja. Así lo cuenta el historiador Juan Medina Roa, al frente de la casa del fundador Gonzalo Suárez Rondón, la única de fundación colonial que se conserva en el país, construida en 1541.

En la plaza central de Tunja, Medina Roa señala que en el siglo XVI la ciudad fue la preferida por los españoles que buscaban grandes terrenos y mano de obra indígena para explotarlos. Por los días en los que doña Inés de Hinojosa planeaba el asesinato de su segundo esposo, embebida en los besos de un nuevo amante, eran comunes en Tunja las tardes de danza en las casas de reconocidos encomenderos, las noches de tertulia y la primacía de la literatura.

Durante la Colonia, la antigua ciudad de los muiscas se transformó en un plano cuadriculado de casonas de dos pisos y escudos reales, construidas al mejor estilo sevillano. Y buena parte de su éxito se debió a los sembrados de trigo, que rápidamente se convirtieron en la fortaleza de la ciudad. Para entonces, Santafé era apenas una ciudad secundaria que competía con Tunja para quedarse con las mejores familias, pero el primer centro cultural estaba a 125 kilómetros, en la que fue una de las zonas más importantes de todo el territorio de los muiscas.

Alcanzar la cima fue cuestión de décadas. Durante su primer siglo de fundación desde 1539, Tunja conoció los años más relucientes de toda su historia. “En esa época Tunja tenía mar porque la provincia llegaba hasta Maracaibo y era, además, paso obligado de los viajeros que iban desde la costa hasta Santafé”, insiste Medina.

Fue tan precipitada la caída de la gran ciudad que había conocido la cúspide en sólo 70 años, que hoy es increíble que sus frías calles fueran las más importantes del país en algún momento. Dos acontecimientos fueron determinantes en el declive de Tunja: el surgimiento de un nuevo camino por el río Magdalena y desde Honda hasta Santafé, y la decisión del rey de declarar a Santafé como la capital de la Nueva Granada. Tunja perdió su protagonismo para siempre.

El brillo de sus mejores años empezó a opacarse por el abandono desde 1630. Los encomenderos más ricos se marcharon, muchos de los cultivos de trigo fueron olvidados. La pobreza, la falta de agua y de industrias para emplear a los tunjanos fueron comunes durante décadas.

Pero cuando nada parecía detener una caída irremediable, fueron los religiosos quienes sostuvieron la ciudad en los años siguientes. En su florecer, a Tunja habían llegado muchas comunidades religiosas: se instalaron franciscanos, jesuitas, clarisas. Sólo es necesario ver un plano de la ciudad, para entender la primacía de las construcciones de religiosos. De esta manera, los conventos y seminarios, aunque no fueran grandes impulsores de la economía, se convirtieron en centros de estudios, dándole una nueva vocación a la ciudad: una vocación clara hacia la educación que todavía se mantiene, como explica Medina Roa.

Otro de los sucesos que sacó a Tunja del olvido fue la construcción, bajo el gobierno de Rafael Reyes, de la carretera que comunica a Bogotá con los municipios de Boyacá, a principios del siglo XX.

Sin embargo, pese a haber sido además la cuna de la independencia y la ciudad estudiantil desde el siglo XIX, lejos quedaron los años en los que Tunja era el centro más importante, orgullo de los tunjanos. Más allá de las pocas construcciones que se mantienen, que confirman la Tunja esplendorosa del primer siglo, y de los miles de documentos que también lo corroboran, son pocos los vestigios que quedan de una gran época que quedó perdida 500 años atrás.

Medina Roa es más optimista: “Tunja está en un resurgir. Es la ciudad universitaria, una alternativa para radicarse, crear empresas o para reencontrarse con la historia”.

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