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domingo, 13 de noviembre de 2011

Granada, la “Gran Sultana’ junto al lago viajesH

ESPECIAL/EL NUEVO HERALD



La infatigable viajera Emilia Serrano, Baronesa de Wilson, calificó a la Granada nicaragüense como La Gran Sultana. No sabemos qué le inspiró a la ilustre escritora el sobrenombre que aún citan muchas guías, pues esta hermosísima ciudad, fundada en 1524 -lo que la hace la más antigua de Hispanoamérica-, fue incendiada en 1856 por el filibustero William Walker que en ella se había declarado “Presidente” de Nicaragua, nada menos.

Codiciada por los piratas (Morgan, Morris, Jackman) que la invadieron y saquearon varias veces, Granada fue un puerto importante hasta la inauguración del Canal de Panamá, pues la vía del río San Juan y el Lago Ometepe se mantuvo hasta ese momento como la travesía ideal para casi atravesar el continente. Se pensaba incluso abrir un canal en el istmo de Rivas que permitiera salir al Océano Pacífico. Por esta privilegiada situación, la bella ciudad junto al lago Cocibolca o Nicaragua (8,157 km2 de superficie) -prácticamente un mar- era un puerto extraordinario de gran vida económica y cultural.

Cuna del famoso poeta Ernesto Cardenal, desde el 2005, aquí se celebra todos los años un Festival Internacional de Poesía, en el que participan luminarias literarias de varios rincones del mundo. Pero no es sólo historia y cultura lo que encuentra el turista en esta bella ciudad de extraordinarios paisajes que enmarcan desde el horizonte majestuosos volcanes. Los interesados en la arquitectura aquí pueden encontrar conservadísimas iglesias, edificios coloniales reconstruidos y perspectivas que conservan el sabor de pasados siglos. La variedad de sus fachadas, sus curiosas puertas y portones son un banquete para fotógrafos aficionados. De igual manera, en el antiguo convento de San Francisco, ahora museo de la ciudad y sala de exposiciones, se pueden observar sorprendentes esculturas precolombinas encontradas en la Isla Zapatera.

Para los amantes de la naturaleza, Granada es el lugar ideal para lanzarse a incursionar en distintas regiones cercanas, no sólo el volcán Mombacho que es uno de sus distintivos, sino que hay numerosas excursiones de varias horas o varios días que lo pueden llevar al fuerte de San Pablo, en la isleta del mismo nombre; el volcán Masaya, parque nacional con inusitada variedad de flora y fauna y las famosas Isletas (365), que puede recorrer en lancha motora o por su propia cuenta en canoa o kayak. Si Granada le parece demasiado “céntrica”, aquí puede encontrar pequeños hoteles, verdaderos refugios del “mundanal ruido”. Todo depende de cuánto tiempo y energía desea usted emplear en su visita.

Asimismo, Granada puede ser el punto base para partir a explorar -por varios días, sin duda- la cercana isla de Ometepe con sus dos volcanes, el Concepción, todavía activo, y el Maderas, ya apagado.

Pero si usted no es de los turistas intrépidos que va buscando bajar unas libras, sino más bien aumentarlas, Granada es también un emporio de cafés, restaurantes de varios niveles y hasta carritos callejeros donde usted puede disfrutar desde el tradicional vigorón (creado en esta ciudad), con sus pecaminosos chicharrones, hasta una exquisitez exótica como una crêpe de pollo, con cebolla en salsa bechamel que se le quedará en la memoria. Los carritos y kioscos en el Parque Colón, prácticamente el centro de la ciudad, son muestrario colorido de platos populares, pero en la Calle de La Calzada -peatonal en su mayor parte- tiene acceso a las mil formas de las artes del paladar. Es de notar que si bien aquí hay un pub germanoirlandés y una trattoria italiana, la bella Sultana aún no ha sido invadida por las cadenas de comida “rápida”.

Sin entrar en las artes culinarias, Granada tiene otras ofertas al gusto. Aquí hasta las más simples frutas son una invitación a la mordida, y no puede usted marcharse del lugar sin explorar el mercado, montado en un antiguo edificio neoclásico con estructuras metálicas, donde puede encontrar suculentos mameyes y espectaculares sandías, y sobre todo, entrar en contacto con la amable y alegre población. También, le garantizo, aquí verá las papayas más grandes del mundo -nadie supo decirme cómo las cultivaban-, pues abundaban las de dos y más pies de largo.

Un paseo en coche es imprescindible para tener una idea del casco histórico de la ciudad. Aunque la Calle Real de Xalteva (nombre de la población indígena que subsistió por décadas contigua a la ciudad) es la más vistosa, las calles más apartadas, como la del Caimito o la “Atravesada”, tienen un encanto especial: barberías, peluquerías, talleres de bicicletas, panaderías, pulperías, chicherías… También hay excelentes librerías en Granada, no se marche sin explorarlas.

Los que van en busca de souvenirs y regalitos para las amistades encontraran muchos establecimientos donde se ofrecen desde piezas costosas de cerámica de Mozonte hasta hamacas, ropas típicas y artesanías al alcance de todos los bolsillos. Aunque en Masaya podría encontrar más variedad, aquí también puede adquirir piezas únicas y hermosas; y si está de suerte, de las manos del propio creador (investigue junto al museo).

Desbordantes son los atractivos para todos los gustos y edades, pues de noche, además del teatro o el cine, se abren las discotecas, y los bares de karaoke; sin embargo, lo que más llama la atención en esta ciudad que palpita junto al lago es su gente. Las tiendecitas, la librería en la Casa de los Tres Mundos, las casas de huéspedes y hasta las puertas de los hogares, son punto fijo para tertulias espontáneas donde -especialmente de noche- se reúnen los vecinos a comentar los hechos del día. Tertulias que vale la pena observar: las del Parque Colón y las privadas, en la misma acera, a lo largo de la vía peatonal de La Calzada, con los tertulianos acomodados en los sillones de rejilla o de mimbre que sonríen al turista que pasa.

Sin duda, esta es una ciudad que cautiva. Los nicaragüenses suelen decir: “Nicaragua es Granada y lo demás es monte”. Exageran, posiblemente, pero es cierto que para los extranjeros, como una sultana de las ‘Mil y una noches’, ejerce un encanto irresistible. Conversé con tres jóvenes asentadas en el lugar, dos norteamericanas y una francesa políglota que, lógicamente, es la amabilísima encargada de la oficina turística. No piensan mudarse.

A 45 minutos en auto desde el aeropuerto de Managua -a dos horas y media de Miami-, Granada es ideal para un fin de semana largo. Aún libre del turismo “global”, y con un cambio de moneda favorable al dólar, esta ciudad es un remedio eficaz para el estrés cotidiano.•





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