En la provincia hay una gran afición a la música polifónica, pero nulo apoyo económico a los coros
INÉS GALLASTEGUI | GRANADA
Miembros de la Coral Lauda, de los padres Escolapios, en su última actuación, el pasado jueves. / GONZÁLEZ MOLERO
El concierto participativo de la Orquesta Ciudad de Granada, organizado cada año por la Fundación La Caixa, puso de manifiesto el fin de semana pasado la gran afición por la polifonía que reina en la ciudad. En nuestra provincia hay decenas de agrupaciones y cientos de coralistas, pero es difícil precisar las cifras porque no existe una organización activa que las agrupe. La pasión por la música vocal no se corresponde con el casi nulo apoyo público a esta rica actividad cultural y educativa. «El último concierto nos costó 2.000 euros de nuestro bolsillo. Si en Granada hay este nivel de coros es por amor a la música», se lamenta el director de una agrupación que prefiere no identificarse.
La polifonía en Granada no es exactamente una tradición secular, pero tampoco un ‘boom’ de hace cuatro días. El coro más antiguo de la ciudad es el de Nuestro Salvador, seguido del Manuel de Falla de la Universidad, y en la provincia destaca el Pueri Cantores María Briz, sucesor de la Escolanía de la Catedral de Guadix, fundada en 1956. Sin embargo, la gran mayoría ha surgido en los últimos 15 años. Han contribuido a ese florecimiento –además de los ya mencionados conciertos participativos– los Encuentros Corales de Navidad organizados por Miguel Sánchez Ruzafa, certámenes como los de Nigüelas y Motril y el encuentro de coros universitarios, sin olvidar al Festival Internacional de Música y Danza, que cada año abre algunas de sus producciones a las agrupaciones corales de la ciudad.
Hay coros vinculados a colegios, institutos y facultades, así como a parroquias. Los hay pequeños y especializados, como el Tomás Luis de Victoria, con un plantel de entre 12 y 16 miembros y un repertorio centrado en el Renacimiento y el primer Barroco, y grandes y de amplio espectro, como el Manuel de Falla, con 50 integrantes y obras que van de la Edad Media a la actualidad.
Hay varios factores que explican este éxito. «La música vocal es más agradecida que la instrumental porque tiene palabras: no necesitas un esfuerzo intelectual para entenderla –resalta Juan Ignacio Rodrigo, director de la Coral Polifónica de la Basílica de San Juan de Dios–. Además, todo el mundo ha cantado, en su casa, en el colegio o en la parroquia... mientras que no ha tenido la oportunidad de tocar el violín o el piano».
Para Carmen Arroyo, directora del Coro Manuel de Falla de la UGR, fundado en 1973, es importante que los espectadores reconozcan en los cantantes «a gente como ellos, a sus vecinos». A su juicio, la clave no es solo que la música coral sea más comprensible gracias al texto, sino la cultura musical que hay en Granada. «El público está preparado, es exigente y no traga tonterías: no hay quien lo engañe», resume.
Arroyo, maestra hasta su reciente jubilación y escritora de manuales de música, recuerda que en España ha habido «grandísimos compositores de música coral», con un exponente granadino como Alfonso García, el organista de la Catedral.
Es una actividad cultural al alcance de todo el mundo. «Dependiendo de tu formación, tienes que trabajar un poco más o un poco menos, pero poder hacer música a un alto nivel sin haber estudiado solfeo es un lujo y un placer. No ocurre en ningún otro arte», resalta la directora del Manuel de Falla.
Educar a través de la música
Como colofón, las escolanías son un entretenimiento agradable y barato y un buen pretexto para conocer gente y para viajar. Los coros son «una gran familia», a veces en sentido literal: Carmen Arroyo recuerda que hay coralistas que están en el grupo desde sus inicios, hace 38 años, y que han cantado con sus hijos. Los profesores y PASveteranos garantizan la continuidad; los estudiantes que vienen y van ponen la frescura.
Un ejemplo de veteranía es Jesús Fernández Bedmar, el miembro más antiguo de la Coral del Instituto Padre Manjón, fundada hace 27 años, premiada muchas veces y actualmente dirigida por la joven Irene Mira. Único docente en un grupo dominado por los estudiantes, Fernández subraya las propiedades educativas de los conjuntos polifónicos: «Un coro juvenil puede llegar a ser un lugar idóneo para el aprendizaje de valores como la disciplina, la autoridad, el respeto, el trabajo en común, la generosidad, la amistad, la renuncia, la puntualidad…».
De la misma opinión es Elena Peinado, directora y fundadora del coro infantil Presentación –integrado por 45 niños y niñas de 6 a 16 años de todo el área metropolitana– y del Coro de Voces Blancas Ciudad de la Alhambra. «Cantar en un coro puede ser lo más importante que hace un niño a lo largo del curso, no solo por la música, sino por la formación integral –asegura esta maestra jubilada–. Cualquier niño no vale para un coro, pero yo, por principio, no le digo que no a ninguno. El trabajo es de chinos, porque no es lo mismo trabajar con niños con buenas voces, buenos oídos y conocimientos musicales que trabajar con niños de un abanico grande». Todo un logro para una escolanía que lleva 24 años participando en grandes producciones sinfónicas y operísticas con el Festival de Música y Danza y la OCG.
José Martínez González, director de la Coral María Briz de Guadix y presidente de la Federación Española de Pueri Cantores, destaca entre las funciones educativas de la polifonía «la educación vocal como educación para la salud, el aprendizaje logopédico de pronunciación y dicción» y, por supuesto, la socialización. Su coro, recuerda el maestro del Colegio de Gorafe, surgió en el Centro de Protección de Menores María Briz como un elemento de integración social para los pequeños residentes y después se abrió a otros niños de la ciudad.
El único intento de profesionalizar un coro se produjo hace unos años en la Orquesta Ciudad de Granada (OCG), pero las modestas becas que empezaron a distribuirse entre sus integrantes de excelente preparación musical quedaron «congeladas» a los pocos meses, a la espera de tiempos mejores.
Juan Ignacio Rodrigo, fundador de la Coral Polifónica de la Basílica de San Juan de Dios, recuerda que en España, a diferencia de lo que ocurre en otros países y a pesar de la afición, apenas hay tradición de coros profesionales. Eso ha hecho que toda una generación de grandes músicos granadinos haya tenido que marcharse fuera para poder trabajar.
Rodrigo cita a la soprano Mariola Cantarero –formada en el Coro de la Presentación–, el tenor José Manuel Zapata o el director de orquesta Pablo Heras-Casado, que siendo adolescente fundó Capella Exaudi (después La Cantoría) y lo dejó cansado de luchar contra la corriente. Pero también tiene amigos diseminados por todos los coros profesionales de España, que pueden contarse con los dedos de una mano: el Coro Nacional de España, el del Liceo de Barcelona y el coro de cámara del Palau, el de la Generalitat Valenciana y el de la Maestranza de Sevilla. «En Granada hay orquesta y hay banda, pero no hay coro», subraya el joven musicólogo.
Algunos coros se constituyen en asociaciones culturales y sobreviven gracias a las cuotas de los socios. En los pueblos de la provincia, algunos disfrutan de pequeñas subvenciones municipales. En la capital, el Orfeón es el único que asegura recibir ayuda económica –en metálico o en especie– de la Junta y del Ayuntamiento. Su presidente, David Leiva, recuerda que cada «gran montaje sinfónico» exige una campaña de captación de fondos entre la red de amigos del Orfeón, compuesta por patrocinadores privados locales.
«No somos una asociación de amigos que se reúnen para cantar; queremos hacer buena música y si además hacemos nuestro grupo de amigos, magnífico. Tenemos un espíritu profesional en cuanto a la búsqueda de la calidad, pero llevarlo a cabo es difícil porque no hay presupuesto. Mantenerse día a día es un milagro», reconoce Leiva.
La precariedad material es la nota dominante. Los coros no tienen recursos propios y han de hacer frente al coste de los desplazamientos, la publicidad y los programas de sus conciertos, que muchos ‘bolos’ no cubren. Muchos directores miran con envidia a Cataluña o el País Vasco, donde los conjuntos polifónicos disfrutan de una gran tradición y apoyo social.
El director del Coro de la OCG, Daniel Mestre, es, junto con el maestro del Orfeón de Granada, Héctor Eliel Márquez, el único de la provincia que cobra un salario por su trabajo. El director catalán reconoce que en Cataluña hay mayor tradición y, algo muy importante, una escuela profesional de dirección coral. «Normalmente, si hay un buen director, hay un buen coro», explica Mestre, quien asegura haber quedado «gratamente sorprendido» con el excelente nivel de las 200 voces que interpretaron el pasado fin de semana el ‘Oratorio de Navidad’ de Bach.
Ya que con la crisis actual un grupo profesional es «una utopía», el maestro barcelonés admite que el aliciente de pertenecer al coro es actuar con la OCG, «una de las mejores orquestas de España», y con directores de gran prestigio.
Gargantas unidas
Actuaciones conjuntas como la del Auditorio Manuel de Falla son las escasas ocasiones en las que los coros de Granada se unen para algo. Curiosamente, algunas agrupaciones mantienen vínculos más fuertes con coros de otras comunidades e incluso del extranjero que con sus homólogos granadinos: la sintonía imprescindible en el seno de cada conjunto musical no se extiende al exterior. «Echo mucho de menos la colaboración y el entendimiento entre los coros», admite Elena Peinado, que tiene una «relación estrechísima» con varios coros catalanes, con los que, por ejemplo, se intercambian partituras.
La veterana directora no es partidaria de la competencia entre coros que, a su juicio, existe en Granada, «y menos en coros de niños». «Sería tan fácil como que el Ayuntamiento de Granada, la OCGo el Centro de Documentación Musical convocara a todos los coros para una federación», subraya la directora de la Presentación.
«Cada coro es un reino de Taifas», asegura David Leiva, presidente del Orfeón, que tiene prevista una actuación con un coro de Friburgo (Alemania). A su juicio, sería deseable que, aun conservando la individualidad de cada escolanía, muchas voces granadinas se unieran para acometer grandes obras que requieren un potente instrumento vocal para compensar a la orquesta.
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