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lunes, 30 de enero de 2012

Te prestaré mis ojos abc.es

LUIS ROSALES FOUZ

Se acaba de publicar «El libro de las baladas y Romances de colorido», una recopilación de poemas inéditos de mi padre. Son obras de juventud, cuando aún no sabía hasta dónde habría de llevarle esa naciente vocación. Es, por tanto, una obra muy granadina, en la que resulta fácil apreciar la influencia de dos escritores muy admirados por él: García Lorca, tan querido, y Juan Ramón. Durante mucho tiempo, mi padre no quiso que estos poemas se conocieran. La razón fue que mi abuelo publicó en 1926, sin su autorización sus dos primeros poemas conocidos; uno firmado con su nombre, el otro bajo un seudónimo. Recibió, a sus dieciséis años, duras críticas que le enseñaron que debía ser muy prudente si quería convertirse en un buen escritor. Tanto es así que no volvió a publicar hasta que lo hizo en la revista «Los cuatro vientos», ya en 1933. La persona que resultó clave a la hora de hacerse escritor fue Joaquín Amigo, «era mi amigo, mi pundonor y mi maestro». Era Joaquín un hombre importante en el mundo cultural de aquella Granada. También fue quien presentó a Federico a mi padre. Nunca publicó estas obras y, cuando hablaba de ellas, mostraba un cierto escepticismo que, con el paso del tiempo, se convirtió en cariño. Le regaló entonces una copia manuscrita a Joaquín, que todavía hoy conserva su familia con mucho amor.

Mi padre afirmaba que no guardaba ningún original de esos dos libros; había olvidado que tenía dos copias en su caótico despacho, una de ellas dentro de una carpeta con el hermoso título de «El taller de las reparaciones». La otra duerme en el Archivo Histórico Nacional. Cuando los leí, un verso en concreto se me quedó grabado: «Y te prestaré mis ojos para que mires más lejos». Pensé que tal vez había que volver la vista atrás. Después, mi querida amiga Xelo Candel me acabó de convencer sobre la conveniencia de su publicación. Y aquí los tenemos, aquellos primeros que hicieron nacer el corazón de escritor de Luis Rosales Camacho «Cada vez que se escribe un poema / tienes que hacerte / un corazón distinto, / un corazón total, continuo / descendiente, / quizás un poco extraño, / tan extraño que solamente sirve para nacer de nuevo».

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