ALEJANDRO V. GARCÍA
LA Diputación de Granada, después de vibrantes diatribas contra los socialistas por su tendencia al derroche, y después de anunciar la eliminación de no sé cuántos cargos de confianza que lastraban bochornosamente el presupuesto (y después de sacar los colores a un diputado anterior por comprar con cargo al presupuesto una bolsa de doritos) ha contratado entre otros, a cambio de 50.900 euros anuales, a un "implementador" de programas culturales. A primera vista ser implementador, más que un oficio, parece un trabalenguas. Pero si nos atenemos a la literalidad, el área de Cultura de Diputación está llena de implementadores, es decir de funcionarios que aplican "métodos y medidas" para programar actos de todo tipo. Sin embargo, a juicio del PP, faltaba en el organigrama el Gran Implementador. ¿Cómo, después de tantos años, nadie había detectado ese hueco fundamental en el organigrama? ¿Cómo han podido sobrevivir e incluso respirar en el área de Cultura sin la compañía del Implementador de Implementadores?
Eso sí, la elección de la persona para cubrir la sinecura se hizo por concurso público. A sabiendas de la cantidad de aspirantes a implementadores que existen en la ciudad el concurso, supongo, debió ser reñidísimo. El elegido finalmente para ocupar el despacho en esta Arcadia provincial fue, como su propio nombre indica, Arcadio Ortega Muñoz, poeta y anterior presidente de la Academia de Buenas Letras de Granada.
En un lado de la mesa he colocado los requisitos que exigían las bases para ocupar el puesto y en otro la biografía del elegido extraída del archivo de la citada academia. Y la conclusión que saco es que no sé si la biografía del implementador está inspirada en las bases del concurso, o las bases del concurso en la biografía. ¡Misterios de las musas! El concurso exigía "experiencia profesional de alta dirección" y en efecto el elegido trabajó en la Fundación Aguas de Granada. Asimismo pedía experiencia "en el ámbito cultural mediante la publicación de obras literarias de poesía, novela, ensayo, narrativa...", justamente los géneros que ha cultivado Ortega Muñoz. Otro requisito era "experiencia en actividades con publicaciones y revistas". ¡Lo han adivinado! El elegido fundó la editorial Aldebarán y ha escrito en una muchedumbre de publicaciones. Y por último las bases reclamaban "premios y distinciones", de los que el designado tiene, como diría Chiquito, para alicatar un cuarto de baño. Sólo faltó haber añadido un sexto requisito exigiendo que el futuro implementador hubiera ganado en 1975 el precio de poesía Virgen del Carmen. ¡Pues también lo habría cumplido!
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