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domingo, 25 de marzo de 2012
Flamenco y olé; viva la pasión Andaluza excelsior
El Alcázar de Sevilla es un recinto declarado Patrimonio de la Humanidad.
Mucho del estereotipo español tiene su origen en Andalucía, considerada la provincia más alegre y de las más bellas de ese país
Judith Rodríguez Servín
ANDALUCÍA, 25 de marzo.- En un recorrido en solitario por Andalucía es posible encontrarse con la calidez de su gente y la belleza de sus tres principales ciudades: Sevilla, Granada y Córdoba.
Andalucía es el segundo territorio más extenso de España, su localización, a unos kilómetros de África y su amplia costa bordeada por el mar Mediterráneo, desde la antigüedad le confirieron un valor estratégico, tanto que desde el año 300 A.C. los romanos se habían establecido para importar de esta prodigiosa tierra: uvas, cereales, olivos, metales y pescados, a la par ellos trajeron consigo acueductos, teatros, anfiteatros y baños, confiriendo así valor adicional al territorio.
Siglos después llegaron los visigodos y desde entonces fue una provincia codiciada hasta la culminación del imperio musulmán que la designó con el nombre de Al-andaluz a las tierras bajo su dominio, y que hoy prevalece dándole nombre a esta prodigiosa provincia, que en 1492 fue finalmente reconquistada por los Reyes Católicos.
En su momento los territorios islámicos desarrollaron una de las sociedades más cultas de la Europa medieval, en la que los gobernantes permitieron la libertad de culto a los judíos y a los cristianos bajo su mandato.
Ocho siglos de dominio musulmán con gobernantes que buscaron perdurar en la historia construyeron extravagantes palacios, mezquitas y jardines, zocos —bulliciosos mercados—, baños públicos y universidades que hoy atraen a miles de turistas.
El poder y la cultura islámica estuvieron concentrados en Córdoba, luego en Sevilla y finalmente en Granada.
La parte antigua de esas tres principales ciudades en gran medida están inspiradas en las edificaciones del norte de África, en las que el clima caliente y los códigos sociales fueron el eje para delinear magníficos jardines con patios y fuentes centrales para resguardar los espacios privados.
Por otro lado, en la parte más discreta de la provincia se encuentran ciudades pequeñas y tranquilas como Ubeda y Baeza, consideradas Patrimonio de la Humanidad, en las que sus construcciones contrastan por su arquitectura renacentista.
El flamenco y la fiesta brava
En los diversos comercios a lo ancho de toda la provincia, muchos de los escaparates de las tiendas en el centro lucen los clásicos y coloridos vestidos de flamenco, con sus característicos lunares, que mujeres de todas las edades gustan vestir, ataviadas con mantillas y peinetas, que realzan su belleza.
En los bares tradicionales se escucha la magia de la guitarra, y cuando ambos elementos se conjugan: música y vestimenta, entonces se puede disfrutar de un gran espectaculo, acompañado a veces por elementos secundarios como las palmas y las castañuelas.
Por otro lado la emblemática y controvertida fiesta brava tiene un arraigo muy especial. En Sevilla y Ronda se encuentran las plazas más antiguas de España que datan del siglo XVIII y respectivamente conocidas como la Plaza de la Real Maestranza y la de Ronda. Ambas gozan de una afición fiel y gran linaje taurino.
Sabores andaluces
Ésta es la tierra del aceite de olivo, el jerez, la manzanilla y del jamón ibérico producido en la provincia de Huelva, donde el pueblo de Jabugo se proclama como cuna del jamón.
Tantos manjares para disfrutar a lo largo de un viaje en el que hay que probar el salmorejo cordobés —un gazpacho más espeso servido con una rebanada de huevo y un trozo de bonito—, el rabo de toro —un sabroso estofado cocinado por varias horas—, los caracoles con comino y la sopa blanca de mariscos, típica de Granada.
En la mayoría de las tabernas, en Andalucía, todavía se guarda la tradición que dicta que al pagar cada trago de bebida se va ofreciendo una botana diferente. Para una cena más formal hay que visitar algún mesón.
La cocina de toda la región también tiene una importante influencia morisca, con platillos como cordero bañada en salsa de miel y frutos secos rellenos de espinacas y piñones, por ejemplo.
Además de los platos tradicionales, que no pueden faltar en el emnú, hay restaurantes de cocina contemporánea que presentan deliciosas propuesta con fusión entre los sabores de Oriente Medio y España, como ocurre en la Ruta del Azafrán, en Granada.
La feria de abril
La feria de abril es la antítesis de la Semana Santa, que suele celebrarse con dos semanas de diferencia. Se trata de la feria más alegre y colorida de Andalucía, un evento privado en el que se montan casetas en la zona de los Remedios, al oeste del río Guadalquivir.
A la fiesta sólo se puede asistir por invitación, pero en la calle es posible ver un desfile de carretas con caballos engalanados y guapas mujeres con sus trajes de flamenco.
La feria dura seis noches y se inicia el lunes con la celebración del alumbrado (a la media noche prenden la puerta de la entrada principal y todos los farolitos de las casetas).
Uno de los platillos especiales que se cocinan durante ese día son los pescaditos y calamares fritos, tan típicos de Sevilla. Durante esta fiesta los sevillanos asistentes y sus invitados disfrutan casi con fervor religioso comer, beber, engalanarse y bailar hasta el amanecer, durante toda la semana.
La opulenta Córdoba
Con un califato que duró dos siglos y medio, Córdoba se convirtió en la más grande y deslumbrante ciudad cultural del mundo occidental de su época. Resulta una ciudad fácil de recorrer, pues se localiza en un espacio relativamente pequeño.
Destaca la mezquita de Córdoba, considerada una de las maravillas mundiales en la arquitectura islámica por su gracia y agradable armonía con fusión de estilo y técnica que hace únicos los arcos en forma de herradura con líneas rojiblancas.
A pesar de la Catedral Cristiana adosada bruscamente, la belleza de este recinto perdura, basta una visita para acercarse a su historia, así como varias horas para contemplarla y fotografiarla. Es Patrimonio Cultural de la Humanidad y es la tercera mezquita más grande del mundo.
También hay que hacer un paseo por las laberínticas calles de la judería, un antiguo barrio hebreo lleno de pequeños comercios y una importante sinagoga, que remite a un ambiente medieval.
Aquí también se encuentran los famosos patios cordobeses al interior de casas particulares, que se pueden visitar durante los meses de abril a junio cuando sus habitantes abren las puertas al público, demostrando la calidez que los caracteriza.
Los famosos baños árabes son otro de los atractivos, algunos han sido restaurados a manera de spa y la experiencia es reconfortante tras los días de viaje.
Pasión sevillana
En Sevilla los días son muy largos y las noches cálidas invitan al viajero a recorrer las calles de esta ciudad que goza de un ambiente festivo constante.
Aquí resulta imperdible visitar el monumental museo de las Bellas Artes, el Alcázar, el barrio de Santa Cruz y el barrio de Triana –que fue el hogar de los gitanos y cuna del flamenco-, que se debe recorrer a pie para conocer lo mejor de sus tabernas y comercios.
Cabe recordar que el oro y la plata de América, hicieron de Sevilla una ciudad rica, convirtiéndose en un importantísimo punto comercial, después de haber sido el reino más fuerte del Al-andaluz, tras la caída de Córdoba, lo cual se refleja en su arte
mudéjar y mozárabe.
Otra parada obligada en la ciudad es la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla –oficialmente la más grande del mundo- y su Giralda (campanario) con su arquitectura gótica cristiana dan constancia de la gloria de la ciudad, que buscaba borrar las reminiscencias de la antigua mezquita Almohade del siglo XII, sobre la cual está construida.
La sorpresa de Granada
“En Granada, el día no tiene más que una hora inmensa, y esa hora se emplea en beber agua, girar sobre el bastón y mirar el paisaje”, decía Federico García Lorca.
La fascinación por el paisaje es fácil de entender, si desde la autopista, antes de llegar a la ciudad, la Sierra Nevada sorprende por el contraste en la orografía.
Muchos podrían confundirse al pensar que sólo hay que hacer una visita obligada a la Alhambra –con sus palacios, Alcazaba, el Generalife y la Medina- con jardines y arquitectura islámica, como si se tratara de una recreación del paraíso (preservados íntegramente con la toma de la ciudad en 1942 en nombre de los reyes católicos en el proceso de Reconquista), lo cierto es que hay más.
Por ejemplo, hay que perderse en el Albayzín, el barrio morisco y el más antiguo de la ciudad, para apreciar sitios de interés, como el Palacio de Dar-al-Horra (alusivo a la Alhambra), los baños árabes El Bañuelo, La Madraza (ahora una universidad) y la iglesia de San Juan de Dios, además de subir al Mirador de San Nicolás para admirar la ciudad.
Para finalizar, un paseo por Granada, la ciudad más moderna y trendy de Andalucía, en la que los sitios de tapas tienen una cultura más innovadora así como los bares en los que la “marcha” dura hasta muy tarde
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