El Parque de las Ciencias acoge la exposición 'Títeres', que reivindica la figura y el trabajo de la familia Lanz
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ÁNGELES PEÑALVER | GRANADA
El Parque de las Ciencias de Granada acoge desde este viernes –y durará un año– la maravillosa exposición "Titeres, 30 años de Etcétera", un recorrido por la historia de esta compañía granadina, dirigida por Enrique Lanz, nieto del dibujante y escenógrafo Hermenegildo Lanz (Sevilla, 1893-Granada, 1949), que compartió amistad y proyectos con Federico García Lorca y Manuel de Falla.
El estreno me recuerda que en el año 2005 tuve el privilegio de ver la obra 'Soñando el carnaval de los animales', en el Liceo de Barcelona, representada por estos granadinos, cuya agrupación ha experimentado muchos cambios personales en los últimos años, pero mantiene lo esencial al frente: el sello Lanz. Allí en el templo catalán, donde solo actuaban Tricicle y Els Comediants ante los niños, triunfaba un año más el granadino con un fauno que soñaba con animales de Asia, Australia, África, nadadores, voladores, prehistóricos, grandes, pequeños, domésticos... Había detrás un año y medio de trabajo y delante, en las tablas, unos ambiciosos títeres que convencían con realismo hasta al más incrédulo. El artista conquistaba, como siempre, a los niños con la música y al arte en general. Buscaba incentivar el diálogo entre padres, hijos y educadores y lo conseguía.
Ahora, siete años después de aquella mágica función, 'Títeres' muestra en Granada las escenografías completas de algunas de las obras más emblemáticas que Enrique Lanz –fundador de Etcétera junto a Fabiola Garrido en 1981– ha puesto en pie durante su vida en las mejores plazas de España y Europa, como el Teatro Real de Madrid o el Palacio de Bellas Artes de Bruselas.
Además de 'Soñando el carnaval de los animales', se recrean el 'El teatrino de Bernat', 'La caja de juguetes', 'Pedro y el lobo' o 'El retablo de Maese Pedro'.
Ha pasado el tiempo y la calidad de estos títeres sigue impertérrita, pero también la injusticia que con ellos se ha cometido en Granada y Andalucía, donde no son profetas porque las administraciones culturales no los contratan. Quizá ese maldito olvido de lo propio quede ahora subsanado en parte con esta gran muestra.
Dice Enrique Lanz que por desgracia los títeres siguen siendo un arte desconocido y menor, pero que Granada aportó mucho en los años veinte con las experiencias de Falla, Hermenegildo Lanz y Lorca. "Aún queda mucho por hacer". Esa es la conclusión de un hombre que siente que no se le ha hecho justicia a su antecesor, de quien ni siquiera la Universidad de Granada ha abordado una tesis doctoral.
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