Protegido por la UE, un insecto único de Sierra Nevada es clave en los estudios sobre el cambio climático
J.E. GÓMEZ | GRANADA
| Alimento entre hojas :: J.E.G. | 
 stá en el punto de mira de científicos de todo el mundo. Es
 un pequeño insecto que forma parte del club más selecto al que podrían 
aspirar las especies animales que pueblan la Tierra. Una sociedad a la 
que solo se puede acceder por razones de exclusividad. Hay que ser único
 en el mundo. Se llama Baetica ustulata y vive en Sierra Nevada, donde 
los habituales de las altas cumbres le conocen como Chicharra de 
montaña. Igual que el hombre es la única especie (sapiens) que forma el 
género Homo, este insecto ortóptero es de la única especie (ustulata) 
que representa al género Baetica. Esa exclusividad ha hecho que sea uno 
de los muy pocos insectos protegidos por legislaciones interestatales 
como las europeas. Está incluido en los listados de protección de la 
Directiva Hábitats de la Comunidad Europea y el Convenio de Berna, 
además de la ley andaluza y estatal sobre especies amenazadas.
En Andalucía hay solo 15 especies de invertebrados con 
algún tipo de protección, de las que cuatro son moluscos, y el resto 
insectos, pero la mayoría son mariposas y libélulas. Ortópteros, como es
 el caso de la Chicharra de montaña, solo hay uno.
Se le puede encontrar en un hábitat formado por matorral de
 alta montaá, enebrales, sabinares y piornales de alta montaña, 
canchales y pastizales asociados a borreguiles de las altas cumbres de 
Sierra Nevada y en periodos de tiempo muy cortos, cuando ya no hay 
nieve. 
Este insecto, que aunque no tiene primos con los que 
compararse, se asemeja a un grillo, tiene cuerpo de chicharra, largas 
patas traseras que les permite saltar, pero no tan grandes como los 
saltamontes, a los que sí se parece en su cabeza y la disposición de las
 antenas. Presenta colores marrones, rojizos y amarillos, que le ayudan a
 camuflarse por completo entre las rocas de pizarra de la sierra. Una 
coloración que le hace muy visible cuando se mueve entre plantas, 
también endémicas de Sierra Nevada, como Arenaria pungens y Genista 
baetica, de las que se alimenta, aunque la chicharra de montaña es una 
especie que también se alimenta de carroña y detritos.
Cambio climático
Se ha convertido en uno de los más importantes 
bioindicadores del cambio climático en todo el mundo. «Es una de las 
piezas clave en los trabajos que realiza el Observatorio de Cambio 
Global de Sierra Nevada. Llevamos cinco años siguiendo algunas 
poblaciones dispersas por todo el macizo y principalmente establecemos 
índices de abundancia que son revisados anualmente en diferentes cotas 
altitudinales y ambientes», dice el investigador y técnico de la Agencia
 de Medio Ambiente y Agua de la Junta de Andalucía, José Miguel Barea. 
Los últimos estudios realizados el pasado verano indican que «cada año 
encontramos menos cantidad de ejemplares», aunque lo realmente 
interesante es que las poblaciones que se encuentran a mayor altitud son
 más densas que las que hay más abajo, donde el número de individuos 
decrece anualmente. Ese dato indica que las temperaturas suben en el 
macizo de Sierra Nevada, lo que hace que las especies animales y 
vegetales intenten alcanzar cotas más altas.
La evolución del clima en Sierra Nevada afecta de forma 
directa a las especies que viven en el macizo, ya que con el incremento 
del calor, tanto animales como vegetales de alta montaña buscan zonas 
más frías, es decir, suben a cotas más altas. Si una especie se alimenta
 de una planta que cada vez crece más arriba, también tiene que subir 
para conseguir su alimento, y con ellas todos los que se encuentran 
asociados a la cadena trófica. Llegará el momento en que no habrá 
ascensión posible, porque más allá de la cima de las montañas solo queda
 cielo. Las previsiones científicas indican que habrá un ascenso de las 
temperaturas en la sierra de entre 2,3 y 7 grados antes del final del 
siglo XXI. El futuro de estas y otras muchas especies es realmente 
incierto. 
En el caso de este ortóptero no se sabe si la disminución a
 menor altitud se debe a la reducción de las plantas o a otros factores 
como el tiempo que la nieve permanece en las altas cumbres y la duración
 del verano.
Según los estudios de cinco años, las poblaciones de esta chicharra mantienen una densidad media de 128 individuos por hectárea.
Conservación
No es fácil encontrar ejemplares de Baetica ustulata. Las 
poblaciones se circunscriben a zonas muy concretas. La protección de sus
 hábitats es fundamental para conseguir la pervivencia de la especie. La
 Junta de Andalucía, en sus últimos programas de conservación de fauna y
 flora amenazada, incluye a Baetica ustulata junto a otras cuatro 
especies de invertebrados, las únicas de la fauna amenazada que integra 
en el llamado Plan de Recuperación y Conservación de Especies de las 
Altas Cumbres de Andalucía, todas ellas tan exclusivas y en peligro de 
extinción como la chicharra de montaña, aunque solo Baetica ustulata 
pertenece a un género monoespecífico. «Ahora trabajamos en la concreción
 de las actuaciones que se llevarán a cabo para la protección de esas 
especies fundamentales para la pervivencia de la biodiversidad en el 
macizo de Sierra Nevada», dice José María Irurita, director de Fauna y 
Flora de la Junta en Granada, que considera prioritario mantener 
sistemas de conservación de las especies amenazadas de la Sierra. 
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