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martes, 26 de febrero de 2013

El bosque de los duendes ideal.es

  Entre los musgos crecen las minúsculas mycenitas, setitas que asemejan hogares de fantasía, y el punto de entrada a un mundo desconocido entre el musgo que crece sobre un árbol muerto. J. E. GÓMEZ
 
Musgos, maderas muertas y hojarascas son la puerta de un universo paralelo habitado por organismos a los que la mitología calificó como hadas y elfos

JUAN ENRIQUE GÓMEZ | GRANADA
 
Las lluvias del final del invierno les delatan. La humedad tras los días de frío son como una fuente de vida para decenas de organismos, animales y vegetales, hongos, líquenes, y otros a los que hay que incluirles el prefijo 'micro' porque su mínimo tamaño escapa a la percepción de la visión humana. En los bosques de las sierras del sur de la península, en las umbrías de pinares, robledales y encinares, en las dehesas y riberas, aparecen pequeñas setas de color blanquecino y rosado. Su sombrero no mide más de un centímetro de diámetro, son ejemplares de Mycena hiemalis, mycenitas que delatan los puntos entre los musgos, donde la humedad y la materia orgánica abren la puerta a un universo paralelo formado por seres que en su mayoría están poco estudiados y entre los que, a pesar del auge de la ciencia, todavía pueden descubrirse nuevas especies. Es un mundo al que la mitología, sobre todo la anglosajona, se inspiró para crear hadas, duendes y elfos, porque tienen, sobre todo, un halo de misterio que cabalga entre el misticismo y la brujería.
Bajo troncos
Observar con atención los troncos y recovecos entre las rocas, en el interior de las oquedades y bajo las hojas caídas desde el otoño, nos deparará muchas sorpresas. Casi ninguna rama, tronco o resto de madera muerta está abandonado a su suerte. Es aprovechado como alimento, hogar y protección. Bajo los troncos, en lugares especialmente húmedos, crecen algunas especies de setas que se alimentan de madera muerta. Es el caso de un hongo que llega a hacerse de gran tamaño en zonas de ribera, Psathyrella melanthina. No necesita tierra para vivir, solo la madera muerta. Igual que otra especie de mycena (Mycena seynesii) que tiene como característica que solo crece entre los huecos de las piñas caídas en el suelo. Es una de las especies que todo el mundo podría considerar como la casita de los duendes, porque se apila en racimos de entre dos y seis individuos que asemejan a un diminuto poblado en el que, con un poco de imaginación nos puede sugerir mil una historias de fantasía, como la que aportan la presencia de pequeñísimos caracolillos, moluscos terrestres de color azul, que como si de monturas de elfos se tratase, habitan ente las estrías degradadas de la madera en descomposición. Hay varias especies de caracolillos que miden entre uno y cinco milímetros de diámetro, que extienden sus cuernos hacia el cielo cuando la entrada de luz en sus refugios les señala que han sido descubiertos. Una de las especies que puede verse a simple vista (mejor con una lupa) se llama Oxychilus draparnaudi. Es un caracol carnívoro, que se alimenta de microorganismos y de detritos. Uno de sus semejantes, otro molusco, pero muchísimo más pequeño, es mucho más difícil de ver. Se llama Vallonia costata, y su tamaño máximo es de dos milímetros y medio. En este caso, su color es amarillento en la concha con su cuerpo semitransparente.
Bizcochos de hadas
En pequeños troncos semihúmedos se encuentran elementos que apoyan viejas historias de magos, brujos y druidas. Quienes los descubren se quedan prendados. Les llaman bizcochos de hadas, son unos pequeñísimos hongos en forma de bizcochitos de color amarillento con su parte superior cubierta de una capa aterciopelada. Miden entre dos y cinco milímetros, aunque de forma excepcional pueden llegar a un centímetro. Crecen en pequeñas ramas caídas o en troncones de árboles cortados y forman grupos de varios ejemplares. Se llaman Crucibulum laeve. Tienen una curiosa característica que les hace parecerse a elementos de repostería. Al fructificar, la capa superior se abre y aparece toda una colección de minúsculas pastillitas que parecen caramelos, o como indican algunas leyendas, podrían ser los platos de los banquetes de hadas.
Efímeros
Casi todos los habitantes del bosque de los duendes son de vida efímera. Su existencia depende de multitud de parámetros, sobre todo de la humedad, oscuridad y la profusión de materia orgánica, y sobre todo, de la estabilidad de los ecosistemas y que no sean alterados por la acción humana. Hay organismos que se encuentran en estadíos evolutivos aún muy primarios. Seres vivos que no pertenecen al reino animal ni al vegeta. Son protozoos que pueden verse a simple vista. Se les ha clasificado como Myxomicetes, y crean nutridas comunidades de extrañas formas y texturas. En ocasiones vemos en el interior de los huecos de troncos viejos y talados, grupos de huevecitos blancos, rojos, amarillos, ocres, verdes... No son puestas de insectos, son diferentes especies de Myxomicetes, que asemejan pequeñísimos bosques, brillantes y coloristas. Es fácil descubrir una veintena de especies diferentes en los bosques de las estribaciones de Sierra Nevada, en los parques de Huétor y Baza, en Castril, en las sierras almerienses y jienenses.
Los musgos tampoco son ni plantas ni algas, son briofitos, de los que hay varias especies, aunque la que todos conocemos, y sobre las que se produce y oculta gran parte de la vida del bosque de los duendes, es Tortula muralis, pero en las sierras de Granada hay otras especies que se asemejan a racimos de hojas con 'platitos' verdes en su interior, que son las llamadas Lunularia cruciata, las hepáticas.
Refugio
Hay una gran variedad de invertebrados que aprovechan los recovecos del bosque de los duendes para poner sus huevos y que sea allí donde se desarrollen sus crías. Es un refugio perfecto para especies de arácnidos, por lo que es fácil encontrar pequeñísimas arañitas que recorren las hendiduras entre los troncos y maderas descompuestas, a veces junto a su progenitora, varias veces más grande que sus crías. Y el hábitat de las cochinillas de la humedad, que pasan entre la materia orgánica descompuesta toda su existencia. También hay ácaros, y gusanos, lombrices de tierra que entre los musgos y hojarascas intentan encontrar los detritos con los que alimentarse, y babosas, caracoles sin concha, y miriápodos, los conocidos ciempiés de los que hay numerosas especies.
La madera muerta, el bosque de las hadas, es su mundo, el universo oculto.

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