Una teoría de Antonio Claret, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía en Granada, abre un nuevo campo para conocer la evolución de los soles
PABLO RODRÍGUEZ | GRANADA
El fin del mundo tiene fecha. Un día como hoy, dentro de 5 mil millones de años, el Sol habrá conquistado un nuevo paso hasta convertirse en un gigante rojo, una enorme bola que absorberá Mercurio y Venus y que convertirá al planeta azul en un páramo desabrido en las fauces del astro rey. Para entonces, el fanal más brillante del cielo se habrá convertido en un monstruoso cuerpo sin apenas relación con las características actuales de la estrella.
Los cambios radicales de masa, composición, presión y estructura interna, sin embargo, no serán suficientes para evitar que el Sol recupere la 'memoria' de sus orígenes en el final de sus días. Esta conclusión es la principal novedad de la investigación de Antonio Claret Dos Santos, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) localizado en Granada.
Este 'recuerdo' de la infancia solar, en clave matemática, es un valor determinado de una función a la que este investigador ha bautizado como Gamma. Tres elementos conforman esta función: energía potencial, momento de inercia y grado de compacidad. «Para entenderlo mejor, la energía potencial es aquella empleada por las estrellas como esferas de gas autogravitante que son. El grado de compacidad, se trataría de cuán compacta está la materia que poseen. Finalmente, el momento de inercia es la resistencia generada por la distribución de la materia en esos cuerpos celestes. Me gusta compararla con los giros de una bailarina sobre hielo. Si ésta extiende o acorta los brazos, la velocidad cambia. De una manera similar funcionan las estrellas», desgrana Claret.
El final de las estrellas varía en función de sus características. Los astros pueden tomar tres vías, una de ellas la de enana blanca, como hará el Sol. Para entonces el astro rey ocupará un tamaño que superará ligeramente el de la Tierra pero con una masa muchísimo mayor al de nuestro planeta. En este tipo de cuerpos no existen reacciones termonucleares y la estabilidad depende de la masa. En este sentido, si es 1,4 veces la del Sol, colapsa y se transforma en una estrella de neutrones.
Ésta sería la segunda vía. Las estrellas de neutrones y quarks poseen una densidad extrema debido a que la masa se limita a un espacio de apenas una decena de kilómetros. «Es inimaginable la densidad que existe en estos cuerpos. Ten en cuenta que una masa mayor a la del Sol acaba concentrada en un núcleo muy reducido. Además son cuerpos en equilibrio, pero altamente inestables», describe Claret.
Finalmente, la última vía que pueden tomar las estrellas son los famosos agujeros negros. Son cuerpos densísimos, con una atracción tan poderosa que la luz no puede escapar de ellos.
No obstante, invariablemente de la vía tomada por la estrella, el modelo de Claret desvela que la función Gamma toma un valor igual al que poseía en sus orígenes. ¿Pero qué causa este retorno a los orígenes? La hipótesis que maneja en estos momentos Claret es el principio de mínima acción. «La naturaleza tiende a buscar el camino mínimo en todo, incluso tras fenómenos como una supernova, que durante unos segundos produce más energía que el Sol durante toda su vida. Por ello sorprende que se recupere esta función tras una explosión tan drástica», señala Claret.
Por el momento, el modelo se repite tanto en planetas gaseosos como en estrellas de todo tipo. Además, proporciona criterios para dirimir cómo se compone la estructura interna de las estrellas de neutrones. No obstante, el trabajo no ha finalizado y Claret calcula ahora su desarrollo en agujeros negros. «Los datos que tenemos hasta el momento confirman que se trata de una constante universal, aunque todavía hay que trabajar más en este sentido», advierte el investigador.
Un enfoque novedoso
La investigación comenzó en julio de 2012 partiendo de la premisa de estudiar un problema novedoso para la Ciencia con un punto de vista innovador. La intención de Claret era demostrar que Gamma es una constante universal, por lo que estudió su aparición en planetas rocosos, como la Tierra, y gaseosos, como Júpiter. «A finales de 2012 publicamos los primeros resultados, con los datos obtenidos en los cálculos de planetas, para ir abriendo camino», señala el investigador.
Ahora, meses después, ha sido publicada la segunda parte de la investigación. Los datos obtenidos en el estudio de las estrellas profundizan en este campo y aportan conclusiones que confirman las premisas del modelo propuesto. El astrofísico se muestra ilusionado por los resultados y espera la conclusión de las pruebas con agujeros negros: «Ante todo, hemos intentado iniciar un nuevo enfoque y romper con una tradición que se remonta a los estudios de los 60», concluye Antonio Claret.
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