Mejora su valor ecológico, ambiental y de gestión en solo una década de usos sostenibles
JUAN ENRIQUE GÓMEZ |
Son 172.315 hectáreas de territorios protegidos en los que desde hace 24 años el uso de los recursos naturales está condicionado por la sostenibilidad. Algo más de dos décadas que han sido suficientes para conseguir la regeneración de múltiples ecosistemas y dejar que la naturaleza tomase las riendas en el devenir de las especies animales y vegetales que pueblan un espacio, que está considerado como el mayor paraíso de biodiversidad de toda Europa, el macizo de Sierra Nevada y su entorno. La aplicación de usos racionales en los sesenta municipios que forman el Espacio Natural de Sierra Nevada (que engloba el Parque Nacional de las Altas Cumbres y el parque natural), junto con la materialización de actuaciones derivadas de centenares de estudios científicos desarrollados en el macizo, han dado ya resultados alentadores: «Sierra Nevada se torna al verde y al amarillo con la floración de decenas de especies vegetales y con la recuperación de bosques de coníferas, robledales, piornales y enebrales que han logrado superar etapas de degradación y volver a lo que pudieron ser hace siglos», dice el director del Espacio Natural, Javier Sánchez.
La imagen, al menos por el momento, está clara: lugares donde hasta hace poco tiempo predominaban los tonos marrones, las marcas de erosión, las cárcavas de degradación geológica, e incluso los bosques aparecían casi sin vida o inexistentes, ahora se han vuelto verdes, las señales de erosión han desaparecido en muchos puntos y las cárcavas se limitan al paisaje de la zona de la sierra que corresponde a la comarca de Guadix y el Marquesado.
La aplicación sobre el terreno de los estudios científicos de los últimos años llevados a cabo por el Observatorio del Cambio Global, la Consejería de Medio Ambiente, la UGR, el Ministerio de Medio Ambiente y otras universidades, ha sido la clave para conseguir ese cambio, que por el momento aporta estabilidad ambiental a uno de los principales territorios naturales europeos. Desde hace algo más de una década, setenta personas trabajan directamente en la recopilación de datos y cuidados de la Sierra, son científicos, técnicos y la totalidad de los vigilantes ambientales
Si contemplamos imágenes tomadas en los años treinta o incluso en la segunda mitad del siglo XX, en la década de los cincuenta y sesenta, se aprecia como muchos territorios caminaban hacia la desertificación, con una evolución climática acelerada hacia el incremento de temperaturas y con la ausencia de masa vegetal. Es lo que indica el director del Observatorio del Cambio Global de Sierra Nevada, el catedrático de Ecología, Regino Zamora, que muestra imágenes tomadas en la actualidad, fotos y datos que señalan la recuperación de bosques, borreguiles, canchales, e incluso praderas de alta y media montaña.
Cubierta vegetal
En 1961, la ladera de la Cortijuela, en Monachil, donde se encontraba el Cortijo Sevilla, era una montaña pelada, donde casi ni crecían las plantas llamada aromáticas, tomillos, lavandas y romeros. Ahora está cubierta de un gran bosque de coníferas con matorral mediterráneo, y es donde se ubica el Jardín Botánico de la Cortijuela. En esa zona, camino del Trevenque, se encuentra una masa vegetal que se ha convertido en el ejemplo más claro sobre lo que se puede hacer con los bosques de repoblación que se crearon en la década de los sesenta y que, con el paso de los años, se degradaron de tal forma que la mayoría de ellos sufrían graves problemas de salud. «En solo tres años, tras una serie de actuaciones para clarear el bosque y facilitar la regeneración de la vegetación autóctona, el bosque se ha naturalizado de tal forma que han vuelto a aparecer qejigos, encinas, matorral propio de esta zona, e incluso robles y arces, y además los pinos han mejorado su salud», comenta Regino Zamora, que afirma que esta experiencia se ha trasladado a otros bosques de repoblación de todo el territorio de Sierra Nevada con idénticos resultados. «La Sierra es ahora el punto de mira de otros espacios protegidos de todo el mundo, donde han puesto en marcha métodos de trabajo extraídos de lo que hemos hecho aquí», señala Javier Sánchez.
La imagen de las montañas que caen desde las cimas del Marquesado hacia la meseta de la Calahorra también muestran los resultados de la naturalización de los bosques de repoblación. En fotos tomadas en 1932, esas laderas eran pedregales sin vegetación arbórea y de escaso matorral, la repoblación realizada en los años sesenta aportó una imagen completamente diferente, pero ese bosque se deterioró de tal forma que en los noventa el color predominante era el de las copas secas de los pinos. Ahora predomina el verde, el bosque ha sido clareado y se ha naturalizado por sí mismo. Algo similar ocurre en puntos muy conocidos como los alrededores del puente sobre el río Guadalfeo, en Órgiva, donde en 1930, no había masa vegetal en sus riberas ni montes aledaños. Ahora, las riberas, salvo las dedicadas a la agricultura, han recuperado la vegetación típica de estos ecosistemas y el verde es el color que impera, al menos en primavera.
«La mayoría de los lugares de los que tenemos referencias gráficas de mediados del siglo XX han experimentado una mejora sustancial. Un salto de agua en el río Chico de Bayacas, en la Alpujarra, y el puente que cruza el río, en los años treinta era una muestra clara de la enorme erosión que sufría todo el territorio de la Alpujarra, sobre todo los barrancos y riberas. Ahora está cargado de vegetación de ribera, e incluso hay mucha más agua en su cauce porque ha mejorado la gestión de las acequias y la captación de aguas en los arroyos es más racional», explica Javier Sánchez.
En Sierra Nevada hay 45.000 hectáreas de repoblación que se plantaron en los cincuenta y sesenta con el objetivo de sujetar laderas, de evitar corrimientos de tierras, más que como elementos para el negocio maderero. Los científicos consideran ahora que fueron actuaciones adecuadas realizadas con los conocimientos de la época, y que aunque pudiesen haber tenido una gestión posterior que no tenía en cuenta la preservación del medio ambiente, sí fueron la base para que la regeneración actual de muchos ecosistemas haya sido posible.
Los robledales también son ahora una realidad en evolución positiva., mientras que hace menos de diez años no eran más que pequeños reductos llamados a la desaparición. Un ejemplo es el robledal de San Jerónimo, en el río Monachil, o los de Güéjar Sierra. «Muchos de ellos fueron talados durante la Guerra Civil, pero al ser un árbol que vuelve a crecer lo hacía con pequeñas ramas alrededor del troncón talado, por lo que no llegaba a alcanzar su gran porte». Desde hace unos años se ha trabajado para que puedan crecer de forma normalizada y muchos de ellos han conseguido recuperarse con grandes troncos y se han aumentado las poblaciones.
Con las dehesas ha ocurrido algo parecido. La del Camarate, después de incluirse en el patrimonio público, ha pasado de tener unas decenas de árboles, encinas, castaños, quejigos, a convertirse en un lugar con miles de ejemplares rodeados de la vegetación de matorral propia de estos ecosistemas.
Más aves
«Gracias a estas masas vegetales ya de gran porte y naturalizadas, ha aumentado de forma considerable el número de especies de aves de ecosistemas forestales que han llegado a Sierra Nevada para quedarse», dice Regino Zamora, que fue el autor de los primeros estudios, documentados científicamente de presencia de aves en la Sierra y que ahora sirven para establecer comparativas de evolución de la avifauna. «Los bosques de repoblación han sido fundamentales, pero también el hecho de que hemos conseguido mejorar su salud». En la Sierra, en la actualidad, hay 214 especies de aves, 69 más que hace solo una década, cuando se censaron 145. Hay especies que han desaparecido por completo por causas naturales y degradación de territorios, como el gorrión alpino, y otras por el acoso de cazadores, como el quebrantahuesos, «pero también han llegado otras nuevas como el trepador azul, que hace unos años era imposible de ver en la Sierra y ahora es habitual. Es una especie que necesita de ecosistemas vegetales no degradados». La presencia de rapaces se ha multiplicado en la sierra. Cada vez se ven más águilas reales y perdiceras, con poblaciones estables, y otras especies como el buitre negro y el quebrantahuesos no se han asentado de nuevo en la sierra pero la visitan procedentes de otros territorios, como Córdoba o Castril.
10.000 invertebrados
La mejora de los ecosistemas implica la recuperación de una enorme biodiversidad de invertebrados. En Sierra Nevada se han citado más de 10.000 especies de invertebrados, muchísimas de ellas endémicas del macizo granadino. La mayoría son artrópodos, fundamentalmente insectos. «Se está ultimando un trabajo de recopilación con un a completísima guía de los invertebrados de la sierra que servirá para dar a conocer las maravillas que posee Sierra Nevada en cuanto a fauna invertebrada se refiere», avanza Javier Sánchez. En las altas cumbres, por ejemplo, habita uno de los pocos insectos protegidos por la legislación europea, la chicharra de la sierra, Baetica ustulata, y se encuentran mariposas también protegidas como la Niña de Sierra Nevada (Pollyommatus golgus) o la Parnassius apollo nevadensis.
«Algunas especies, debido al incremento progresivo de las temperaturas por efectos del cambio climático han encontrado ya su techo en la Sierra y se pueden considerar en regresión, pero otras, en cambio, por la mejora de ecosistemas, están en crecimiento», anuncia Regino Zamora.
Plantas de altas cumbres
Medidas de conservación y gestión de usos como las restricciones de paso en caminos, han dado resultados positivos al impedir una mayor degradación de los montes. La desaparición de la carretera que accedía a las altas cumbres desde Pradollano a Capileira, ha generado la recuperación de muchas de las especies endémicas que crecen por encima de altitudes de 2.800 metros y en los borreguiles de alta montaña. Hay que tener en cuenta que el 80% de las plantas endémicas de Europa son de Sierra Nevada y que el macizo es hábitat de 2.100 especies de plantas superiores que se asocian a 154 comunidades vegetales inventariadas hasta el momento, de las que 150 están amenazadas.
Acequias y usos
Para la regeneración de especies y ecosistemas es fundamental la conservación de los caminos del agua, de acequias ancestrales que han sido siempre las vías de expansión de especies vegetales y animales y que durante la última mitad del siglo XX no gozaron del favor de las administraciones ni de los agricultores, que en muchos casos, las desecaron y entubaron. Los proyectos de recuperación de acequias han hecho crecer espacios de vegetación donde hace unos años imperaba la erosión y ya se puede considerar que territorios como la Alpujarra vuelven a estar surcados por redes de acequias.
La imagen de Sierra Nevada está directamente relacionada con las actividades que se llevan a cabo en los 60 municipios que la forman, 37 son granadinos y 23 de Almería. En todos ellos, la utilización de los recursos naturales ha cambiado y se ha hecho más sostenible, con la puesta en marcha de explotaciones agrícolas y ganaderas ecológicas y con una mayor concienciación de sus habitantes con respecto a la necesidad de conservar los valores naturales de un territorio privilegiado.
Ecoturismo
La Sierra se ha convertido en el destino de una gran cantidad de personas interesadas por el turismo de naturaleza. Según los datos del Foro de la Carta Europea de Turismo Sostenible, cada año casi 900.000 personas visitan Sierra Nevada con la intención de hacer ecoturismo, al margen de los visitantes de la estación de esquí y esquiadores. Este foro está formado por 101 empresas que trabajan en Sierra Nevada, y que poseen 67 establecimientos hoteleros con 3.791 plazas. Hay también 40 restaurante, 18 empresas de actividades turísticas y ambientales, y otras de transporte, dinamización, deportes y tiendas. Todas ellas generan ingresos anuales de algo más de 47 millones de euros y aportan empleo directo a 673 trabajadores.
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