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martes, 16 de julio de 2013

Claudio Sánchez Muros y su mirador privilegiado granadahoy.com

La Diputación edita el facsímil 'Un belvedere y vistas al mar', una edición ilustrada del libro 'Extravagante jerarquía' de Antonio Carvajal sobre el que trabajó el artista
JOSÉ VALLEJO GRANADA | ACTUALIZADO 16.07.2013 - 05:00


Hace pocas fechas, el 24 de junio concretamente, la Diputación de Granada presentaba el número 60 de su Colección Genil de literatura y la edición, sorprendentemente, aún siendo poética, no está fundamentada en la reproducción del libro Extravagante jerarquía de Antonio Carvajal, ya publicada por Hiperión en 1983, sino en la exquisita obra plástica que ocupa sus páginas. Auténtica poesía visual de alto contenido hermético, salida de la mente y la mano del tristemente fallecido Claudio Sánchez Muros (1936-2010), que complementó el título con sus propias palabras: Un Belvedere y vistas al mar

Claudio Sánchez Muros era granadino y se formó artísticamente en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, bajo la docencia de Gabriel Morcillo. Con quince años consiguió el Primer Premio en la Exposición de Noveles del Centro Artístico de 1951, obteniendo posteriormente algunos galardones más de índole local, siendo becado por la Diputación en los años 60. Pero Granada se le hace pequeña y se traslada a Barcelona a estudiar en la acreditada Escuela Massana de arte y diseño, siendo discípulo de Santos Torroella. En Barcelona reside durante unos años, colaborando con diversas editoriales y ejercitándose en las técnicas del grabado. A su vuelta a Granada se convierte en un imprescindible en todos los ámbitos artísticos y culturales de la ciudad, mediante su exquisito trabajo de diseño para la Universidad de Granada, la Fundación Rodríguez Acosta o el Patronato Federico García Lorca de Fuente Vaqueros, entre otros, inundando con su forma de hacer, de gran novedad en Granada, desde las ediciones bibliográficas a la cartelería, pasando por las portadas de discos, alguna incursión escenográfica o la enseñanza de cine en los Salesianos. 

Tras esta pequeña, pero obligada visita por su trayectoria vital, solamente nos quedaría reseñar su pasión por Italia, con lo que ello conlleva en el aspecto artístico. Estas visitas impregnaron su vista de conceptos como el decoro o el lujo, exquisito y elegante, que van a quedar plasmados en su producción y especialmente en este magnífico libro que, por otra parte, es como una summa de la obra de su vida. Aquí vamos a encontrar todas las técnicas que él desarrolló a lo largo de su trayectoria: dibujo, collage, pintura, uso del oro y la plata, traspaso de imágenes litográficas, llegando a utilizar la imagen reflejada y la que ha calado a la página siguiente. Descubriremos, en un mundo tan privado como las páginas de un libro, todo su imaginario que acompaña, en un discurso paralelo y propio, la obra de Antonio Carvajal. 

Fue precisamente el poeta quien, en los años noventa, le regaló un ejemplar de su publicación y, sobre este ejemplar, Claudio dejó una obra inconclusa de carácter críptico, en la que las obsesiones de corte surrealista, la pasión por el objeto mecánico y su posible humanización, la ironía de las dobles imágenes y sentidos, crean un viaje iniciático, al estilo del Sueño de Polífilo, por el interior de un edificio simbólico, con forma de alta torre rodeada de jardines, que Sánchez Muros ubica en el cabo de una península bañada por tres mares, el Báltico, el Pisano y el Arcaico, e incluso en la página en que comienza el libro Tigres en el jardín, nos obsequia con un detallado plano del edificio en el que se sitúan los principales elementos que a continuación describe. 

El viaje comienza en el jardín, con la visita a la silenciosa Esfinge que "no habla pero piensa" o bien "ni piensa ni habla" y a las diferentes especies botánicas del jardín y su fastuosa fuente. Desde ahí, se vislumbra La Puerta de Entrada diseñada en la página de Poemas de Valparaíso, desde la que se accede al vestíbulo decorado con un gran tapiz que, a lo largo de cinco páginas, nos lleva hasta el pasillo de los autómatas: "el autómata, protagonista indiscutible de este trabajo y al que nos acerca el autor desde su condición de humanista" según las palabras del artista Ricardo García, encargado del amplio, documentado y fundamental prólogo que, a lo largo de veinticinco páginas, realiza una descripción formal y nos propone una interpretación del caudal visual que Sánchez Muros dejó en este libro. Entre los autómatas está el brillante "Aeróstato-reloj de sol. Asciende los días de lluvia. Marca la hora desde el siglo XVI, sólo cuando lo piden los niños y los ancianos" según reza la inscripción del autor. Esta es la ilustración que ha servido para realizar la portada de la presente edición, con algunas salvedades, como que en la portada se ha situado sobre el poema invertido de Tigres en el Jardín y no sobre el poema XXI dePoemas de Valparaíso, donde realmente fue trazado. 

Tras los autómatas, comienzan las escaleras del edificio y nos diseña su sección, señalando las plantas a las que accederemos: La galería de retratos, La Capilla y El Mirador. En la galería, siete serán los retratos a visitar y en todos, una fina carga de ironía baña las composiciones. De este modo pone en igual valor a una dama desconocida, a Boabdil adolescente, a un soldado o a Mary Shelley cuyo retrato es doble e "inacabado porque no se está quieta". Seguimos por la escalera y llegamos a la Capilla, donde entramos con una Jaculatoria, realizada con imágenes sueltas que actúan como un vocabulario con sentido oculto -otra similitud con el Polífilo-. Tras la entonación del rezo, un ángel de plata y oro nos presenta ante la puerta de la capilla, los frescos ruinosos y los altares vacíos, para llegar a los relicarios y exvotos, entre los que destaca el de Santa Vittoria, magnífico ejemplo de la técnica del artista. Termina la visita con un mordaz relicario para náufragos, conformado por un ostensorio con forma de rosa de los vientos. 

Desde la capilla se accede a la caja del reloj de la torre y, desde allí, al mirador que, formado por cuatro ventanas, señaladas de puño y letra por el autor, es precisamente la parte inconclusa ¿o no? del Belvedere. Tras nuestra ascensión, al final solo intuimos las vistas al mar por la situación geográfica del edificio y por la segunda parte del título de la obra, pero ¿estaremos ante una negación como la de la Esfinge al comienzo del libro? Ahí, deberemos jugar con nuestra propia imaginación que ha sido guiada a lo largo de las páginas anteriores por el universo visual y conceptual de Claudio Sánchez Muros. Aún, nos dejará el artista subir al tejado, a través de una quebrada escalera y una nueva oración. Allí, en el tejado, "Gaspar decide quedarse como veleta del Belvedere". ¿Será ese nuestro destino, ser atentos vigías de lo que los vientos nos traiga? 

En definitiva, un libro excepcional, con unas ilustraciones muy cuidadas que cualquier amante de la poesía, del arte o de las ediciones bibliográficas, debe tener y disfrutar. Un magnífico homenaje del departamento de publicaciones de la Diputación a un artista que, por su propio carácter modesto, no brilló socialmente, pero sí con su obra. Un Libro de Artista, con mayúsculas, que nos lleva a nuevas preguntas como: ¿Es este el único libro que intervino Claudio Sánchez Muros?

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