La población urbana de estornino negro crece de tal forma que desde el inicio del verano por cada pareja de adultos hay cinco pollos que ya vuelan
JUAN ENRIQUE GÓMEZ | GRANADA
La desaparición de los estorninos detectada en el pasado mes de octubre no fue más que un espejismo motivado por la disminución de poblaciones y la consecuencia de un verano con menos tasas de reproducción, una tendencia que ha cambiado por completo. Cada tarde, al ponerse el sol, miles de ejemplares de estornino negro (Sturnus vulgaris) vuelan en bandadas cerradas en dirección a la ciudad. Se posan en los cables del tendido eléctrico, grúas y tejados para contemplar la puesta de sol y ocupar sitio en sus dormideros, sobre todo en las plazas de la Trinidad y Bibrambla, donde los comerciantes pensaron que ya se habían librado de una plaga que han sufrido desde hace casi una década y que ahora ha vuelto.
Los ornitólogos sabían que la huida de las aves no era permanente y que con la llegada del verano los estorninos volverían a ser evidentes en el cielo de la ciudad. «Cualquiera que observe las bandadas cuando están posadas en los cables y tejados puede ver que hay una gran cantidad de individuos que no son negro azabache, sino de tonalidades marrones y algo más pequeños. Son ejemplares jóvenes nacidos hace solo unas semanas y que se pueden contar por cientos», afirma el naturalista y coautor del libro 'Las Aves de Sierra Nevada', Jorge Garzón, para quien la vuelta no es más que el desarrollo normal de la especie, el resultado de la tasa de reproducción normal de estas aves.
El estornino negro es una especie sedentaria aunque algunos individuos pueden marcharse de sus poblaciones originales y no recorren largas distancias. Los que se quedan en un mismo lugar inician su periodo reproductor los meses de marzo y abril y se mantienen criando hasta final de junio.
Prolíficos
Cada hembra realiza entre dos y tres puestas cada año, y en ocasiones podría llegar a cuatro, aunque sería excepcional. En cada ocasión ponen cuatro o cinco huevos (pueden llegar a seis en algunos lugares dependiendo de las condiciones ambientales), «pero lo más significativo es que ante la falta de depredadores y la facilidad que tienen para conseguir alimento en los alrededores de las ciudades, lo habitual es que casi la totalidad de los polluelos que nacen prosperen y puedan abandonar el nido». Eso significa que por cada hembra se generan cuatro o cinco aves más que incrementan la bandada y eso dos o tres veces en espacios de poco más de tres meses. «En periodos de entre 18 y 25 días los polluelos están en condiciones de abandonar los nidos y seguir a la bandada», dice Jorge Garzón. Las colonias de estorninos urbanos se hacen cada vez más numerosas, pero con un índice exponencial asombroso, ya que por cada 1.000 hembras pueden salir 4.000 estorninos más por puesta de huevos, y si tiene dos puestas, que es lo habitual, serán 8.000. En el caso de que parte de las hembras logren poner tres veces, la cifra podría llegar a 10.000 ejemplares por cada millar de hembras en solo un periodo reproductor.
Degradación de hábitat
Para los especialistas, la masiva presencia de estas aves en la ciudad significa claramente la degradación del entorno natural y que cada vez es más difícil conseguir alimento por la ausencia de cultivos, la alteración de espacios, «e incluso la dificultad de conseguir agua, ya que muchas acequias están entubadas y los riegos a manta ya no se hacen. Las aves también saben ya que no pueden beber en puntos de riego por goteo porque las sustancias que se incluyen en el agua para abonar la tierra, les matan. Todo eso hace que cada vez acudan más a las ciudades, donde tienen comida, refugio y ausencia casi total de depredadores», comenta Garzón.
Los métodos de control de plagas como los biosonidos y presencia de rapaces no han dado resultado. «Las aves se acostumbran a ruidos y elementos que saben que no suponen un peligro para ellas, y tendría que haber muchas rapaces en la ciudad para poder ahuyentar colonias de estorninos tan numerosas».
Estudios realizados con excrementos y contenidos estomacales de aves rapaces indican que en la mayoría de los casos, la presencia de restos de estorninos es de un máximo de un 4% de la alimentación de algunas rapaces que pueden acercarse a la ciudad como el halcón peregrino y otras como cernícalos.
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