ARANTXA ASENSIO GRANADA
Sierra Nevada es un laboratorio, uno de dimensiones gigantescas, que permite a los investigadores dilucidar cómo afecta a la biodiversidad la actividad humana. Detrás de las conclusiones que se han conocido recientemente -y que se desglosarán de forma pormenorizada en el primer informe de resultados del Programa de Seguimiento de Cambio Global- hay décadas de estudio, de análisis y de mediciones que permiten asegurar, según los responsables del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada, que la temperatura media global en el macizo ha aumentado casi un grado en las últimas tres décadas.
El Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) alertó hace unas semanas de la gravedad del escenario que se vislumbra por el incremento de la temperatura y señala al hombre como causa de esta anomalía climatológica.
A nivel local, los efectos de este calentamiento, según los responsables del Observatorio de Sierra Nevada, ya se dejan sentir. Las primeras conclusiones señalan que la temperatura del agua de los ríos en el macizo "ha aumentado 2,5 grados en los últimos 20 años". Además, se ha comprobado que "se ha dilatado en el tiempo el periodo de deshielo". Es decir, hace más calor.
¿Las consecuencias? Según los científicos implicados en la observación del cambio climático, "se están produciendo cambios estructurales en algunas comunidades de macroinvertebrados de los ríos del macizo". Dicho de otro modo, la población de trucha común ha experimentado una "importante disminución" justo después de fenómenos de lluvias torrenciales o cuando, por contra, ha llovido menos de lo habitual.
Pero donde mejor se puede observar el efecto de la subida de las temperaturas es, evidentemente, en lo que más identifica al macizo: la nieve. El pasado año resultó, según el análisis del Observatorio "atípico" en cuanto a la cantidad de precipitaciones en forma de nieve caída y a su permanencia, por lo que el documento advierte que "lo importante para comprobar tendencias" es analizar series temporales "largas". Y ahí encuentran base para alertar del cambio global. "Los datos disponibles son contundentes". Según la información que ofrecen las imágenes por satélite de los últimos doce años -imágenes suministradas por la NASA- y un modelo hidrológico desarrollado específicamente para Sierra Nevada -con una serie de datos de medio siglo- "coinciden" en que el periodo de nieve está disminuyendo. En este sentido, los datos apuntan a que hay una "tendencia" a que la última fecha con nieve se adelante. Además, la cubierta de nieve también está en un "claro" retroceso. A estos datos se une la previsión de que el caudal de agua de los ríos sea, evidentemente, cada vez menor. Si hay menos nieve, la lógica indica que debe de haber menos agua.
El modelo hidrológico desarrollado por los investigadores del Centro Andaluz de Medio Ambiente (CEAMA), denominado WiM-Med, indica que en el peor de los escenarios la cantidad de nieve fundida puede llegar a ser un 70% menos de lo normal.
Las conclusiones de este documento son claras. El cambio global provoca la "alteración" del ritmo estacional de las especies, lo que afecta a su fenología, que se define como la parte de la meteorología que investiga las variaciones atmosféricas en su relación con la vida de animales y plantas. Así, mientras las mariposas diurnas adelantan su fecha de vuelo a medida que se asciende, el efecto en las plantas es "diferente". Para llegar a esta conclusión se ha estudiado el momento de floración de nueve especies vegetales y , a medida que se asciende en altitud, ese momento se retrasa.
Los investigadores califican de "sorprendente" comprobar "cómo de unos años a otros, dependiendo probablemente de la climatología, la mayoría de las plantas estudiadas adelantan o retrasan el inicio de la floración" pero sin embargo apenas varían las fechas de inicio de la dispersión. Esta puntualidad puede ser, según los autores del informe, una "estrategia" para favorecer la supervivencia de la especie.
Estos estudios sólo adquieren profundidad si se analizan datos de una horquilla temporal lo suficientemente larga como para establecer que lo que ocurre es una tendencia, no una cuestión casual. Así, "al comparar la fenología de algunas plantas de borreguiles con datos disponibles de hace 25 años se verifica un ligero retraso en la floración". Un retraso que parece relacionado con el aumento de la temperatura media de la última década, señala el texto.
Otra consecuencia de los cambios es que se ha detectado el ascenso en las distribuciones de las especies en busca de hábitats más frescos. Eso las que son capaces de adaptarse. Para las que no es posible, se determina que es posible su extinción al cambiar las condiciones climatológicas. Ejemplo de esta situación es la que vive el topillo nival, roedor que ha visto menguar sus poblaciones en los últimos años. "Las condiciones más favorables" para este topillo "se dan en localidades más elevadas de entre las que han sido estudiadas". A más altura, mayor densidad poblacional, peso y longevidad. Esta especie sería la cara, capaz de sobrevivir. Un ejemplo de la cruz sería el que sufre la Luzula hispanica o la Poa minor nevadensis, que ha desaparecido en algunas cumbres desde 2001.
El seguimiento de las aves también apunta en qué sentido se producen los cambios en la Sierra. Así, en los últimos años se han incrementado las especies de montaña, mientras que han decrecido las asociadas a zonas de matorral. Más ejemplos. El trepador azul, que desapareció del macizo granadino hace más de un siglo, se ha expandido desde 2007. Por contra, el mirlo capiblanco está en retroceso.
Si se echa la vista a qué especies de aves habitaban la Sierra hace tres décadas, el informe determina que hay un "descenso generalizado en la densidad de especies" y que en las zonas más elevadas proliferan ahora pájaros que antes eran propias de baja y media montaña.
Todo lo indicado señala un camino en el que la mano del hombre ha sido, en buena medida, responsable. Para constatarlo basta echar un vistazo a los datos sobre contaminación atmosférica, que apuntan a Granada y su Área Metropolitana como una de las áreas con más polución de Andalucía.
El Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) alertó hace unas semanas de la gravedad del escenario que se vislumbra por el incremento de la temperatura y señala al hombre como causa de esta anomalía climatológica.
A nivel local, los efectos de este calentamiento, según los responsables del Observatorio de Sierra Nevada, ya se dejan sentir. Las primeras conclusiones señalan que la temperatura del agua de los ríos en el macizo "ha aumentado 2,5 grados en los últimos 20 años". Además, se ha comprobado que "se ha dilatado en el tiempo el periodo de deshielo". Es decir, hace más calor.
¿Las consecuencias? Según los científicos implicados en la observación del cambio climático, "se están produciendo cambios estructurales en algunas comunidades de macroinvertebrados de los ríos del macizo". Dicho de otro modo, la población de trucha común ha experimentado una "importante disminución" justo después de fenómenos de lluvias torrenciales o cuando, por contra, ha llovido menos de lo habitual.
Pero donde mejor se puede observar el efecto de la subida de las temperaturas es, evidentemente, en lo que más identifica al macizo: la nieve. El pasado año resultó, según el análisis del Observatorio "atípico" en cuanto a la cantidad de precipitaciones en forma de nieve caída y a su permanencia, por lo que el documento advierte que "lo importante para comprobar tendencias" es analizar series temporales "largas". Y ahí encuentran base para alertar del cambio global. "Los datos disponibles son contundentes". Según la información que ofrecen las imágenes por satélite de los últimos doce años -imágenes suministradas por la NASA- y un modelo hidrológico desarrollado específicamente para Sierra Nevada -con una serie de datos de medio siglo- "coinciden" en que el periodo de nieve está disminuyendo. En este sentido, los datos apuntan a que hay una "tendencia" a que la última fecha con nieve se adelante. Además, la cubierta de nieve también está en un "claro" retroceso. A estos datos se une la previsión de que el caudal de agua de los ríos sea, evidentemente, cada vez menor. Si hay menos nieve, la lógica indica que debe de haber menos agua.
El modelo hidrológico desarrollado por los investigadores del Centro Andaluz de Medio Ambiente (CEAMA), denominado WiM-Med, indica que en el peor de los escenarios la cantidad de nieve fundida puede llegar a ser un 70% menos de lo normal.
Las conclusiones de este documento son claras. El cambio global provoca la "alteración" del ritmo estacional de las especies, lo que afecta a su fenología, que se define como la parte de la meteorología que investiga las variaciones atmosféricas en su relación con la vida de animales y plantas. Así, mientras las mariposas diurnas adelantan su fecha de vuelo a medida que se asciende, el efecto en las plantas es "diferente". Para llegar a esta conclusión se ha estudiado el momento de floración de nueve especies vegetales y , a medida que se asciende en altitud, ese momento se retrasa.
Los investigadores califican de "sorprendente" comprobar "cómo de unos años a otros, dependiendo probablemente de la climatología, la mayoría de las plantas estudiadas adelantan o retrasan el inicio de la floración" pero sin embargo apenas varían las fechas de inicio de la dispersión. Esta puntualidad puede ser, según los autores del informe, una "estrategia" para favorecer la supervivencia de la especie.
Estos estudios sólo adquieren profundidad si se analizan datos de una horquilla temporal lo suficientemente larga como para establecer que lo que ocurre es una tendencia, no una cuestión casual. Así, "al comparar la fenología de algunas plantas de borreguiles con datos disponibles de hace 25 años se verifica un ligero retraso en la floración". Un retraso que parece relacionado con el aumento de la temperatura media de la última década, señala el texto.
Otra consecuencia de los cambios es que se ha detectado el ascenso en las distribuciones de las especies en busca de hábitats más frescos. Eso las que son capaces de adaptarse. Para las que no es posible, se determina que es posible su extinción al cambiar las condiciones climatológicas. Ejemplo de esta situación es la que vive el topillo nival, roedor que ha visto menguar sus poblaciones en los últimos años. "Las condiciones más favorables" para este topillo "se dan en localidades más elevadas de entre las que han sido estudiadas". A más altura, mayor densidad poblacional, peso y longevidad. Esta especie sería la cara, capaz de sobrevivir. Un ejemplo de la cruz sería el que sufre la Luzula hispanica o la Poa minor nevadensis, que ha desaparecido en algunas cumbres desde 2001.
El seguimiento de las aves también apunta en qué sentido se producen los cambios en la Sierra. Así, en los últimos años se han incrementado las especies de montaña, mientras que han decrecido las asociadas a zonas de matorral. Más ejemplos. El trepador azul, que desapareció del macizo granadino hace más de un siglo, se ha expandido desde 2007. Por contra, el mirlo capiblanco está en retroceso.
Si se echa la vista a qué especies de aves habitaban la Sierra hace tres décadas, el informe determina que hay un "descenso generalizado en la densidad de especies" y que en las zonas más elevadas proliferan ahora pájaros que antes eran propias de baja y media montaña.
Todo lo indicado señala un camino en el que la mano del hombre ha sido, en buena medida, responsable. Para constatarlo basta echar un vistazo a los datos sobre contaminación atmosférica, que apuntan a Granada y su Área Metropolitana como una de las áreas con más polución de Andalucía.
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