Pablo Pineda reivindica la autonomía de los hijos con problemas físicos o psíquicos en el nuevo curso de la Escuela de Padres de IDEAL
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MANUEL PEDREIRA | GRANADA
Pablo Pineda mira al juez Emilio Calatayud durante un momento de su intervención ayer en la Escuela de Padres de IDEAL. :: GONZÁLEZ MOLERO |
Pablo Pineda no es solo el primer titulado universitario de Europa con síndrome de down. Tampoco es solo el primero de su 'clase' en recibir una Concha de Plata del Festival de San Sebastián por su interpretación en una película. Pablo Pineda es un ejemplo con 'patas'. Una de las demostraciones más evidentes de que el género humano no conoce límites cuando se impone la tarea de superar obstáculos, por muy intrincados que parezcan.
Pablo Pineda fue el encargado de estrenar ayer el segundo curso de la Escuela de Padres de IDEAL, una iniciativa que cuenta con la colaboración del Colegio Internacional de Granada y el restaurante Fosters Hollywood y que se celebró en un abarrotado salón de actos de la sede central de CajaGranada. Pineda, escrito está, es síndrome de down. Esa condición no ha supuesto impedimento para que este malagueño al borde de cumplir los 40 años haya cumplido con todos los proyectos y objetivos que se marcó desde que tuvo uso de razón.
Tras diplomarse en magisterio -está a punto de licenciarse en Psicopedagogía- su nombre adquirió relevancia nacional al protagonizar una película ('Yo, también') y desde hace años se dedica a pronunciar conferencias en las que aborda la discapacidad y expone su ejemplo vital.
Ayer habló de padres e hijos y lanzó mensajes clarividentes sobre cómo encarar la educación de un hijo con alguna discapacidad, del tipo que sea. «A los hijos sordos, ciegos, con síndrome de down o con cualquier problema hay que educarlos, no cuidarlos», sentenció. Pineda definió el papel de los padres como «motores» de la sociedad y afirmó que detrás de un buen hijo «siempre hay un buen padre y una buena madre», a quienes calificó también como «artesanos que van modelando a sus hijos». En caso de existir una discapacidad, la labor de los progenitores es «todavía más importante» porque los hijos así «dependen más de los padres», si bien matizó que nadie es perfecto y que todas las personas tienen «capacidades y discapacidades».
El error de sobreproteger
Pineda, que presenta un programa de televisión titulado 'Piensa en positivo', subrayó que los padres deben de anteponer la condición de hijo, a la de discapacitado. Advirtió de que si se cuida en exceso de ese hijo «se sobreprotege» y es el «peor error» que puede cometerse porque se convierte en «dependiente».
Lanzó un mensaje muy claro a los padres: «Deben pensar que sus hijos son capaces de hacer cosas por si solos, creer en ellos. Si le dices que puede, tu hijo va a creer que puede y eleva su autoestima», y se puso como ejemplo de este consejo. «Yo me he enfrentado -explicó- primero al colegio, después al instituto, a la universidad y hasta al cine. Si crees que eres capaz, lo haces».
Pineda fue presentado por el juez de menores Emilio Calatayud, con quien ha compartido programas radiofónicos, y a quien le une la visión de que los padres deben mantener autoridad y poner reglas, sin convertirse en amigos de sus hijos.
El invitado desglosó a lo largo de su intervención, trufada de bromas y ocurrencias que arrancaron repetidas ovaciones de los asistentes, una suerte de 'normas' que deben cumplirse para que la educación de un hijo con discapacidad cumpla su objetivo. Hay que proporcionar autonomía, tanto en el plano físico como en el de las relaciones. Que los hijos tengan los amigos que quieran. «Somos 'down' pero no somos tontos», enfatizó. También reivindicó el derecho a la intimidad, a tener sus «secretitos» y autonomía afectiva. Pineda animó a los padres a perder el miedo a que sus hijos con 'problemas' «se caigan». Si no se equivocan, «no van a aprender. No pasa nada, ya se levantarán», agregó.
Hablar de todo
También alentó a las familias a hablar de todo con sus hijos. «No puede haber tabúes -justificó- ni en política, ni religión, ni sexo ni en ningún tema porque, en caso contrario, se genera un bloqueo. Hablar de todo, activa la mente». Sobre este asunto comentó una anécdota de su padre, fallecido recientemente. «Me pedía que le tradujera al inglés todos los letreros que veía por la calle. Yo terminaba agobiado pero me vino muy bien».
Por otro lado, abordó el asunto de la escolarización, al que también hay que perderle el miedo. «Viene muy bien. Es donde mejor puede estar un niño con discapacidad. Cuanto antes mejor. En el colegio se interactúa y se normalizan las relaciones. En mi época no existían leyes de integración pero mi madre se obstinó y puedo decir que la etapa escolar fue la más feliz de mi vida», confesó. Reconoció que la condición de discapacitado -en el turno de preguntas apuntó que no le gusta ese término- hace sufrir pero añadió que «la vida es eso».
Los padres «no deben tener miedo» ni criar a sus hijos en una «urna de cristal». Pineda se refirió a la etapa de la adolescencia como una edad «difícil para todos» e insistió en que los padres deben comunicarse con sus hijos de forma fluida. «No puede decirle a un chaval de 15 años que los niños vienen de París», resumió. Para el invitado a la primera conferencia del curso de la Escuela de Padres, los hijos con discapacidades han de «reconocer» y «aceptar» su situación con naturalidad porque de lo contrario pueden padecer crisis de identidad. La etapa adulta también fue analizada por Pablo Pineda, que defendió la 'capacidad' de los discapacitados para ser independientes y autónomos. «A los padres les cuesta -asumió- pero han de saber que sus hijos pueden salir un día de casa».
Para esa emancipación resulta esencial la integración laboral, encontrar un empleo. «Algo que -destacó- es bueno para los padres, para los hijos, para las empresas y para la sociedad». Pineda reconoció que la labor de los padres es dura y «más difícil» que antes. «Los hijos se creen que saben más que los padres y estos nunca deben perder su autoridad. Hay que marcar reglas y dar pautas, si no los niños se convierten en tiranos, también los discapacitados», destacó.
El invitado concluyó un intervención con un mensaje a quienes son 'diferentes'. «No os acomplejéis nunca de lo que sois. No os comparéis con nadie. Somos únicos. Yo soy síndrome de down a mucha honra. Hay que vivir con dignidad y con la cabeza bien alta. Demostrar que podemos con todo».
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