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domingo, 22 de diciembre de 2013

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Alfredo Leyva recupera 124 historias que navegan entre la anécdota humorística, la historia y la crónica negra
G. CAPPA GRANADA
Alfredo Leyva, autor del celebrado Diccionario del habla granaína, regresa a las librerías con un libro basado en noticias reales aparecidas en la prensa entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Granada insólita o Todo es posible en Granada (Almuzara) se puede dividir en tres bloques: humorístico, siniestro o general, "que darán como resultado los diferentes estilos de columnas:cachundeus gharnatae, aciagus fatalis o sociali generalis", explica el autor, que para remarcar aún más el tono autóctono del libro ha elegido 124 historias, ni una más ni una menos. ¿La razón? 124 es, además de un modelo de coche de Seat, el número exacto de columnas que sustentan el Patio de los Leones de la Alhambra. Como curiosidad, mucho de los temas que aborda la publicación son antecedentes de hechos que, muchos años después, han dado la vuelta al mundo. 

En pleno fragor por la llegada del AVE a Granada, Alfredo Leyva demuestra que la ciudad, a veces, vive su día de la marmota de siglos. "A principios de diciembre de 1901, con toda la pompa y boato que los políticos de la época ponían en sus inauguraciones , se inauguró el tramo de ferrocarril de Moreda a Deifontes". Asistieron al acto inaugural el banquero catalán Ibo Bosch, el conde de Benalúa y muchos invitados más, que no querían perderse un acontecimiento tan importante pues, según se aseguraba, este ramal facilitaría las comunicaciones de tal manera, que se tardaría sólo dieciocho horas para ir desde Madrid a Granada. "Actualmente, la distancia entre Madrid y Granada se ha acercado en el tiempo de forma notable pero, políticamente hablando, seguimos en el vagón de cola", señala. 

Por otro lado, ya en el terreno de la crónica negra, que ocupa buena parte de la publicación, el autor también demuestra que Lorena Bobbit no fue la primera en cortar por lo sano con su marido. Leyva rescata la historia de un infiel que dejó de visitar a su "quería" tras sufrir fuertes remordimientos. Pero regresó a la habitación extraconyugal y su amante, muerta de celos, decidió amputarle el miembro viril. El hecho, ocurrido en 1882, tuvo un gran revuelo en la ciudad: "Este crimen produjo gran alarma, haciendo que multitud de maridos se volvieran repentinamente más hogareños", recrea Leyva con humor sobre un episodio que ha tituladoCortar por lo sano.

El libro, ilustrado por Francisco Javier Ruiz y prologado por Tico Medina, cuenta con una sección de Efemérides granadinas, donde junto a hechos que figuran en los libros de Historia, se recogen curiosidades como la llegada del primer automóvil, en 1903, un Renault de 18 caballos propiedad del Duque de Galatino que había adquirido en París. También la detención de varios sospechosos en 1882 por un paquete bomba destinado al presidente Sagasta, un envío realizado desde Granada.

En su investigación, Alfredo Leyva ha rescatado las informaciones en torno al asesinato de Federico García Lorca en 1936 y el cúmulo de despropósitos que quedaron impresos. En un periódico valenciano se publicó el 18 de septiembre, un mes después de la muerte del poeta, una noticia titulada "La viuda de García Lorca". Según recoge Leyva, el artículo decía así: "De paso para Ginebra ha llegado la viuda de García, Lorca, Isabel de Palencia, y una hija de Fernando de los Ríos, a quienes se ha tributado un gran recibimiento". "De un plumazo, o de un incomprensible error tipográfico, habían anticipado la muerte de Federico tras haberlo maridado con Isabel Oyarzábal Smith, malagueña republicana casada con el dramaturgo Ceferino Palencia, de quien tomó el apellido para firmar sus escritos. La única relación que la unía a Federico era su mes de nacimiento, un mes de junio, pero veinte años antes que él", señala el autor granadino afincado en Málaga. 

El 20 de septiembre, el periódico La Publicitat publicó una noticia tristemente falsa: "García Lorca no ha sido fusilado". "En conversación sostenida con el escritor Cipriano Rivas Cherif, nos dio una gratísima noticia: García Lorca, el gran poeta, no ha sido fusilado, como se había creído. El deseo de dar a esta noticia las garantías de autenticidad que podemos asegurar tiene, no nos hará caer en indiscreciones que podrían motivar que fuera consumado el crimen, que tenemos la satisfacción de decir que no ha sido cometido, a pesar de cuantas informaciones se habían dado hasta ahora", señalaba el diario catalán. Pero, con el paso del tiempo, "lo único cierto es que Federico no murió, lo murieron, que no es lo mismo", cuenta el autor. 

Alfredo Leyva rescata la increíble historia de un granadino que vivió en primera persona la Revolución Francesa... Y tanto se implicó que, claro, acabó guillotinado. El personaje, Andrés María de Guzmán, nació en Granada en 1752 y pertenecía a la rama española de los T'Serclaes-Tüly. Cursó estudios en la Escuela Militar de Soréze y se nacionalizó francés en 1781. En 1789 se alistó en el ejército revolucionario, siendo coronel de caballería en 1793. "El 31 de mayo de 1793 hizo tocar a rebato las campanas de las iglesias de París, dando la señal para la revuelta contra los girondinos. Fue acusado de haber participado en la aniquilación del grupo de los indulgentes de Danton, motivo por el cual fue guillotinado el 5 de abril de 1794 en París este granadino de nacimiento, francés por azar y revolucionario por vocación", apunta Alfredo Leyva sobre un granadino que tuvo el triste honor de compartir destino, y nada más, con María Antonieta. 

El Fragüero salió de una cueva del Sacromonte en 1904 para buscarse las habichuelas. Mucho antes de que el flamenco llegase a los mejores teatros del mundo, el Fragüero acabó en París actuando en las salas de Montmartre. Una noche, tras una actuación, se le acercó el director de una compañía rusa de ballet y le propuso contratarlo para una tournée por el país del vodka. En una semana partían, así que el ruso le dijo que fuera preparando la maleta y el pasaporte... "Al día siguiente, haciendo una excepción, a primera hora de la mañana estaba nuestro paisano acicalado, con su camisa de chorreras y su pantalón entallado y se dirigió al Consulado de España, como le indicó el ruso, para solicitar el ineludible pasaporte". Pero El Fragüero no tenía más papeles que una etiqueta de Anís del Mono. "En el consulado le dijeron que no podían darle el pasaporte, que era un indocumentado, y que si no se iba ipso facto de allí llamarían a una pareja de la Guardia Civil para detenerlo por prófugo. Lo de ipso facto no entendió lo que quería decir, pero fue oír las palabras Guardia Civil y salir corriendo escaleras abajo como alma que lleva el diablo atravesando los Campos Elíseos en una volá. Nunca se supo como se las apañó, pero el caso es que consiguió atravesar toda Europa y recalar en Moscú sin papeles, sin documentos ni pasaporte, sólo su cuerpo sacromontino colmado de arte flamenco", recrea el autor, que ha dedicado su investigación al periodista Luis Seco de Lucena. 

A principios de diciembre de 1934 se produjo el desbaratamiento de lo que pudo ser el robo del siglo en Granada, el intento de robo en una joyería de la calle Reyes. Los ladrones habían construido un túnel desde el embovedado del río Darro, pero no pudieron forzar la caja fuerte, con lo que se fueron a Algeciras a comprar el material necesario. La Policía, al tanto de la operación, esperó el regreso de los cacos, pero estos recibieron a su vez otra confidencia y desistieron del atraco. 

Alfredo Leyva compara un hecho acaecido en 1885 con el reciente fraude de la venta de entradas en la Alhambra. Según publicaron los periódicos de la época, en octubre del aciago año 1885, año de terremotos, inundaciones y cólera, los empleados del cementerio se propusieron hacer su agosto aprovechando la multitud de cadáveres que llegaban a diario. "La trama residía en conceder, por medio de volantes, muchas exenciones de derecho de sepelio, además de ocultar el número de enterramientos durante la epidemia de cólera engordando las cifras de ingreso de cadáveres. Hubo un día que anotaron en el registro de entrada 432 cadáveres, cifra que se descubrió falsa, pues oficialmente habían ocurrido 227 defunciones. Además, no contentos con esto, varios cadáveres permanecían insepultos ocho días o más, como le sucedió al conocido coronel Palominos, que estuvo sin enterrar once días". Así que "no es de extrañar que se destapara la trama, pues el asunto ya olía mal", concluye el autor granadino.

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