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domingo, 6 de abril de 2014

tras manifestarse en la capital, David Galadí se sincera.  [ LA VOZ ]

Después de unos días difíciles y tras finalizar la manifestación de los trabajadores del Observatorio de Calar Alto en la capital, David Galadí llega a la cita con LA VOZ con su telescopio en el hombro y aún con la camiseta puesta que se ha diseñado para apoyar las reivindicaciones de los empleados y amantes de la astronomía. Antes de empezar prefiere quitársela. El jefe del Departamento de Astronomía y responsable de comunicación del Centro Astronómico Hispano Alemán, en el último día de huelga, se sincera y habla de su “sueño” y de una de sus grandes aficiones, el cielo.

“La astronomía para mí es mi vocación”, reconoce este cordobés. “Por casualidad cayeron en mis manos algunos libritos. En ellos veía las fotos de Júpiter, de las galaxias, de las estrellas... Además, tuve la suerte de que mis padres me llevaban al campo a ver el cielo oscuro. Y me enganchó cuando tenía poco más de diez años”, afirma con nostalgia.

Recuerda cuando su abuela, la madre de su padre, le decía que se iba a despertar a la madrugada siguiente, cuando aún fuera de noche, para ver el lucero de la luna. Y habla con cariño de las primeras veces que apuntó al cielo con un telescopio. “Cuando yo ví por primera vez los anillos de saturno o los craters de la luna... son momentos mágicos. Eso está grabado a fuego y es lo que me ha hecho ser lo que soy”. Algo que fue posible gracias a un tío suyo, que conocedor de su afición, le compró un verano en Galerías Preciados su propio telescopio.

Cuenta que este interés por el cielo no lo pudo compartir  con sus amigos, “no había muchos compañeros en el colegio o el instituto que tuvieran esas inquietudes”. “Pero en Andalucía no todo son hermandades de Semana Santa y clubes de fútbol y en Córdoba había una agrupación de aficionados a la astronomía con los que contacté medio por casualidad y con ellos sí compartía la afición”, señala.

Al hablar del Observatorio de Calar Alto también se le ilumina la mirada. “Es uno de los mitos de mi infancia”, comenta. “Recuerdo que en 1984, cuando yo tenía 15 años y estaba empezando con esta afición, salió la noticia de que se montaba en Almería, es decir, a cuatros pasos de Córdoba, uno de los telescopios mayores de Europa, el de 3,5 metros. Recortaba las noticias y las guardaba en carpetas”, señala, a la vez que lamenta no conservar esas páginas.

En Primera División

“Cuando luego estudié Física, hice el doctorado en la Universidad de Barcelona y pude venir a utilizar esos instrumentos era como el que entra a un templo. Fue una experiencia incluso mística. Y verme ahora trabajando en esa entidad que, para mí era un sueño de la infancia, es una cosa increíble. Es como el que sueña ser futbolista y acaba en Primera División metiendo goles, yo me siento así”, reconoce.

Hace siete años llegó al centro almeriense para cubrir una vacante. Compara la vida en Calar Alto con la de un monasterio. “Es una comunidad pequeña. En las noches nubladas allí se comparten secretos inconfesables. Luego, en las abiertas la actividad es frenética”, afirma Galadí.

Este astrónomo lamenta que compaginar la vida familiar con la profesional es dificilísimo. Cuenta que en promedio se pasan trece noches al mes fuera de casa. “Te quedas en el observatorio día y noche. No tiene sentido volver a casa (en su caso en Granada) para dormir cuando el resto de la familia está activa. Tenemos una doble vida”, señala. Reconoce que la familia lo lleva mal y que hay cosas que se pierde. “Es complicado que una persona de otra rama entienda el frikerío de los científicos, más si tienes que dormir fuera de casa”, señala.

Reconoce que le gustaría que alguno de sus dos hijos, de 10 y 11 años, siguiera sus pasos, pero afirma que quiere que ellos mismos elijan su futuro, algo que dice aprendió de sus padres.

David Galadí se entristece al hablar de la situación actual de Calar Alto, “conocido en Almería pero no como debería”, y de su futuro incierto por recortes presupuestarios. “Nadie defiende lo que no ama y nadie ama lo que ignora”, concluye.

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