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sábado, 13 de septiembre de 2014

"Al llegar la vejez volvemos a convertirnos en niños" granadahoy.com

Gaditano del 67, se graduó en Arte Dramático por el Instituto del Teatro de Sevilla. Fue además pieza fundamental en los 'castings' de 'Grupo 7', 'La voz dormida' y 'El mundo es nuestro', entre otras. Actualmente es profesor en el Centro de Estudios Teatrales de la Sala Cero.
FEDE DURÁN
En la imagen, Pepe Ola. / Belén Vargas
-Técnicas del teatro aplicadas a la vida real. Ésa es su propuesta. ¿Qué busca la gente?

-En la mayoría de los casos, simplemente necesitan sentirse mejor. A veces no saben darle nombre a esa necesidad; a veces aparece un comercial cuyo objetivo es empatizar más con el cliente o comunicarse mejor. La premisa es muy concreta: yo busco desinhibir en las relaciones y la vida desde mi experiencia como actor y director.

-¿Utilizamos demasiadas corazas?

-A medida que crecen y se curten, las personas van fabricando una costra. Se trata de saber que existen, de comprender que hay ocasiones en que podemos usarlas y otras en que debemos deshacernos de ellas para que aflore sin cortapisas nuestra naturalidad, que es donde reside la verdad de las cosas. 

-¿Qué le dice a un alumno cuando sube al escenario?

-Que sea consciente de su potencial. Esto no consiste en ser brillante porque no todos lo somos, consiste más bien en descubrir herramientas nuevas, incluso si ya cuentas con ventajas como la voz o el atractivo físico. Puede que un bellezón carezca, por ejemplo, de la gracia gestual.

-¿Y la respiración?

-La respiración es fundamental. Si la conoces y la manejas bien, te ayuda incluso a fabricar un ritmo. Si tienes que hablar en un espacio abierto, facilita tu proyección. La calidad de la voz, en cualquier tipo de discurso, es igualmente crucial. Un hombre con la voz extremadamente aguda tendrá por defecto menos credibilidad que otro con voz de tinaja. Por eso hay que ayudar a conformar una personalidad.

-Volvamos a la forja de ese potencial que todos escondemos. ¿Cuál es el primer paso?

-Les pido que me cuenten una historia. Parto de la base de que tanto en el teatro como en la vida la imaginación ha de tener una presencia relevante. Sin ella estamos sometidos a fórmulas y clichés que no hemos elegido. La imaginación también conforma la personalidad. Les pido un relato, sea cierto o no, les digo que me seduzcan. Si van a recurrir a cosas íntimas, han de estar superadas. Si me ofreces una herida y la toco, puedo ser perjudicial. Esto no es un gabinete psicológico donde vienes a curarte.

-La inmensa libertad de contar una historia da para que al menos recuerde un par de ellas.

-Una profesional del sector turístico contó en una ocasión que no sabía freír un huevo. Convirtió aquel relato en un acto tremendo de comedia y generosidad. Hay quien ha contado escenas sobrenaturales o conflictos matrimoniales. Lo interesante en realidad no es la historia en sí, sino que movilicen los estímulos inyectados desde el teatro en ese ejercicio narrativo. 

-¿Cómo se supera el miedo escénico?

-Intento que cada persona cree su propio ámbito y que lo haga a partir de la respiración, de la proximidad a quien se dirige, de la intensidad con que dice lo que dice. No es lo mismo engolar la voz que hablar de manera natural. Primero has de conocer los recovecos que guardas en tu interior y luego manejar técnicas más específicas que acabarás aplicando en un escenario, un aula o un negocio. En una tienda de deportes, es más sencillo venderle unas zapatillas al cliente si te acercas a él y hablas con calidez que si te quedas en el mostrador. 

-Cuénteme su experiencia entrenando a los más mayores.

-Son alumnos que ya no vienen por el enriquecimiento personal sino porque entienden que es una forma atractiva de aproximarse al teatro, gente dotada de una generosidad tan grande que las convierte en esponjas. Es cierto lo que dicen: al llegar a la vejez volvemos a convertirnos en niños.

-¿Recurre a juegos para romper la timidez?

-Juegos como el pañuelito o la silla se usan en los periodos tempranos de la formación de actores porque equiparan a todo el mundo. Recuerdo a un gran profesor argentino, Carlos Gandolfo, del que se decía que el primer día de clase obligaba a todos a desnudarse.

-¿Sabemos sacarle provecho a nuestro cuerpo?


-Hay perfiles inhibidos que prefieren no moverse ni llamar la atención. Son anodinos que con el grado adecuado de confianza se transforman en auténticos filones. Rompen esa coraza, aflora el calostro y entonces emerge su verdad, su autenticidad.

-¿Tocar ayuda?

-Por supuesto. La burbuja personal es cada vez más amplia. No estamos acostumbrados a que un desconocido nos toque y es lógico porque puede ser un atentado, pero en un terreno como éste, a través del contacto físico se produce una transmisión de energía. El contacto puede formar parte de la narración porque enfatiza. Genera asimismo confianza entre los compañeros porque son espacios prohibidos pero autorizados. 

-¿Cómo se siente cuando ve su mundo del revés, desde la butaca y no desde el foco?

-Como diría Bruce Lee, procuro sentirme como el agua. Ahí no puedo ser actor, tengo que ser profesor. Pero procuro mezclarme con ellos, ser muy sensible a cómo llega cada uno cada día.

-En resumen, ayuda a que la gente se ayude. Sin divanes.

-A veces me la cuelan. Tuve un caso precioso: una persona que al final del curso me confiesa que se apuntó porque tenía fobia a los autobuses. Vivía en la otra punta de la ciudad y debía subirse a uno sí o sí para llegar. La fobia desapareció.

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