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martes, 5 de mayo de 2015

Dime lo que pagas y te diré lo que cobras ELHUFFINGTONPOST


Escritor y profesor universitario

Una conversación típica sobre salarios en España. ¿Y cuánto te pagan? 40.000 euros. No, pero digo al mes. ¿Bruto o neto? Lo que te llevas a casa. Unos 2.500. Si, pero se trabaja un huevo. Diez horas diarias. Ya, pero lo que sé es que te metes en el buche 2.500 boniatos todos los meses.
Los españoles despreciamos el tiempo como si fueramos chavales. No solamente por los horarios absurdos o el desfase horario con el meridiano de Greenwich. Parece mentira, pero en un país tan hedonista como éste, en el que a la gente tanto le gusta vivir el presente, a los españoles siempre nos ha preocupado más el sueldo final que cuántas horas hay que meter para lograrlo. Siempre me ha chocado el contraste con la cultura americana, en la que se suele poner el énfasis en el salario por hora que cobra uno o como mínimo en el salario bruto y no en el neto. En España parece que aceptamos el meter 9 o 10 horas todos los días y el pago de elevados impuestos como una circunstancia inevitable, tánto como la sequía o las inundaciones.
Lo que importa es lo que te llevas a casa y no tanto el tiempo que se le echa, cuando lo único imposible de estirar en este mundo, a diferencia del dinero, mal que bien, son los minutos.
Mientras que en España solamente los economistas hablan de salario por hora trabajada, en Norteamérica lo hace todo el mundo. Es interesante que en países como Estados Unidos, en los que sus ciudadanos tienen más fama de vivir para trabajar, se tiene un respeto proverbial por el tiempo de las personas y por pagar a la gente las horas que trabajan. Alguna relación debe existir, digo yo, entre la conciencia del tiempo que uno pasa en el trabajo, la eficiencia y la productividad. Hablar de salarios por hora sirve para poner las cosas en su sitio y evitar el autoengaño.
Se ha dicho durante mucho tiempo que los americanos trabajaban más que en ningún país desarrollado, pero lo que se ha omitido es que ese trabajo extra era remunerado. A la gente le gusta trabajar más, porque gana más. En España trabajar más suele significar simplemente eso, una tarifa plana a partir de cierta hora por la cual el empleado continúa trabajando hasta que completa sus tareas por el mismo salario. Es un gesto puramente defensivo para que no les echen.
Pero a la cultura española del trabajar gratis, en la que se da por hecho que los empleados suelen poner poco empeño en completar sus tareas antes de la hora de salida, sabedores de que tienen que quedarse en el curro un tiempo extra para hacer méritos de todas las maneras, se une, quizá como una respuesta revanchista, la de quererlo, no todo, pero sí mucho, gratis.
Así nadie paga por la música, ni por las películas, ni por leer el periódico, ni por las series, ni por las clases de yoga subvencionadas por el centro cultural del Ayuntamiento, ni por el paquete Office de Microsoft, ni tampoco demasiado por la universidad, por mucho que se diga. No importa que nada sea en realidad gratis, ni importa demasiado la calidad de lo que se ofrece, siempre que no cueste, al menos en un primer momento.
Jode pagar, lo mismo que jode trabajar gratis. Ambos parámetros son indicativos de una concepción determinada del tiempo y del trabajo.
Pero son caras de la misma moneda.

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