La intérprete acaba de estrenar 'Requisitos para ser una persona normal', una comedia optimista que protagoniza, escribe y dirige y con la que ganó tres Biznagas en el pasado Festival de Málaga
BRAULIO ORTIZ
Conocida por su trabajo como actriz en películas como De tu ventana a la mía y [REC]3: Génesis, Leticia Dolera (Barcelona, 1981) se destapa en la dirección tras algunos cortometrajes como una observadora, sensible y compasiva, del comportamiento humano. La intérprete elige un tono de comedia ligera y optimista para explorar asuntos más graves -el desarraigo, la precariedad, la necesidad de amor- a través de la historia de María de las Montañas, una joven que aspira a la meta más imposible de todas, la normalidad, y cree que completar una lista de cuestiones pendientes -una casa, un trabajo, una pareja o una vida social- puede encaminarla a ser feliz. Requisitos para ser una persona normal, dirigida, escrita y protagonizada por Dolera, llega ahora a los cines tras su paso por el Festival de Málaga, donde logró los premios a fotografía, montaje y guión novel.
-La protagonista cuenta que, cuando nació, no paró de llorar hasta que le colocaron la pulsera identificativa con su nombre. A menudo, nos sentimos más cómodos, incluso más protegidos, con una etiqueta.
-Sí, desde ese nacimiento nos acostumbramos a que nos clasifiquen. Pero, ¿qué pasa cuando sientes que pierdes esa etiqueta, o cuando no te identificas con la que te ponen? Como podría ser, por ejemplo, la etiqueta de la normalidad. Nadie es normal.
-Ése podría ser el mensaje de la película: todos, al final, somos de un modo u otro fenómenos extraños.
-Y eso es lo maravilloso del ser humano. Aunque sea una frase tópica la de que cada persona es un mundo, es una verdad. La sociedad de consumo y el mundo occidental intentan uniformarnos, convertirnos en seres que compremos lo mismo y vistamos la misma ropa... y ése no es el camino de la felicidad, que estaría más en aceptarnos como somos que en ser como nos dicen.
-En esa clave de comedia ligera en la que se mueve subyace el desconcierto de una generación, la que ahora ronda los 30 años, que se planteaba que con una casa y un trabajo sería feliz y hoy difícilmente alcanza esas metas.
-Somos la generación que creció pensando que una carrera y un máster te aseguraban un futuro. Y ahora hay gente que tiene incluso dos carreras y afronta un porvenir muy poco claro. Quería retratar eso, pero dando un giro hacia el humor, porque más vale reír que llorar. Y ofreciendo una salida optimista. Me apetecía mucho hacer una película que reflexionara sobre algo pero que fuera luminosa, que la gente saliera feliz del cine. Es algo que trabajamos también en los colores: buscábamos algo pop, bonito de ver y de sentir.
-También le ha salido una película con cierta nostalgia de los 80, con esas referencias a David el gnomo o Vicky Larraz...
-Cuando estás escribiendo tienes tus dudas, y hay gente que te dice: No sé si esto lo va a entender la gente. Al final decidí mantener todos esos referentes, como eso de que los personajes hablen del BUP y el COU, porque quería ser fiel a la realidad de los personajes.
-Hablando de BUP, a la protagonista le marca haber sido una inadaptada en el instituto. Es curioso que una etapa tan concreta deje tanta huella.
-Todos vamos con nuestras mochilas emocionales, nuestro pasado, nuestros traumas, nuestras cargas, nuestras cosas bonitas... Y creo que está bien abrir esa mochila, y mirarla y no asustarse de lo que hay dentro. La etapa del instituto nos marca a todos, pero, sí, a María de las Montañas especialmente.
-En su defensa de la singularidad, lanza sus dardos sobre ciertas imposturas. No es muy amable con los fanáticos del gin-tonic ni con las pretensiones trascendentes de cierto arte contemporáneo.
-Es un mundo que me hace mucha gracia. Hay gente en galerías de arte o en catas de gin-tonicssimulando apreciar un montón de matices en la bebida y fingiendo que entiende un cuadro. Yo quería hacer comedia con eso; encuentro que va muy bien con la película. Son universos donde María de las Montañas no encaja, y ahí creo que la gente puede sentirse identificada con ella, en esa galería de arte, por ejemplo, donde no tiene muy claro qué forma parte del decorado y qué de las obras.
-Sorprende que usted no se viera al principio como la protagonista.
-Mientras yo escribía pensaba que ese papel lo haría otra, porque hay actrices maravillosas de mi generación. Pero cuando le mandé la primera versión a los productores y les dije que tendríamos que hablar de la protagonista, me preguntaron: ¿Ah, pero no eres tú? Hemos leído el guión pensando en ti. Les pedí tiempo para pensarlo, y me di cuenta de que si realmente le daba voz a la historia desde el guión y la dirección, lo coherente era hacerlo igualmente desde la interpretación. Así que acabé decidiéndome: tenía la edad del personaje, no debía esconderme detrás de otra actriz para contar lo que quería, era una manera de cerrar el círculo. Me alegro de haber aceptado porque ha sido una experiencia muy estimulante. Me ha permitido vivir el cine desde tres perspectivas creativas a la vez.
-Le ofrece a Manuel Burque, con el que se le ve mucha sintonía, su primer protagonista en el cine.
-Él es guionista y cómico, y hace stand-up comedy en Madrid, en locales. Yo lo conocí porque hicimos una web serie juntos, y ahí ya teníamos mucha química. Cuando estaba buscando a alguien para el personaje de Borja me encontré con que no había muchos actores gordos. De pronto se me ocurrió que por qué no, ya que tenía esa química con Burque, él engordaba y hacía la película conmigo. Se lo propuse, hizo un casting, salió muy bien, y le pedí que ganara 15 kilos. Le mandé el guión, y al día siguiente me dijo que sí.
-Eso de que no haya actores gordos lleva a pensar: en su oficio las presiones por responder a determinados cánones de belleza son terribles.
-Sí, entre los requisitos para ser un actor normal... el número uno sería no estar gordo. Por lo mismo que decíamos antes: nos marcan la talla que debemos tener, a través de la publicidad, de los medios de comunicación, y a través de la ficción, de la televisión y el cine. Y es difícil escapar de eso.
-Han señalado la influencia de Miranda July en su cine. ¿En qué otros creadores se ha fijado?
-Me he mirado en el espejo de mujeres que dirigen, escriben y actúan. Tenerlas ahí como ejemplo me daba ánimos. Me encanta lo que hace Miranda July, sí, su película Tú, yo y todos los demás es maravillosa. Me interesan también los mundos que crea Lena Dunham, tanto en Girls como en su película Tiny Furniture. Y también Valérie Donzelli, su Declaración de guerra es buenísima. Todas tienen en común cierta libertad, afrontan el cine desde una forma no académica y lo que hacen no viene de la escuela clásica. Aunque para escribir me fijé mucho en Woody Allen, para aprender, y también en Cuando Harry encontró a Sally.
-La protagonista cuenta que, cuando nació, no paró de llorar hasta que le colocaron la pulsera identificativa con su nombre. A menudo, nos sentimos más cómodos, incluso más protegidos, con una etiqueta.
-Sí, desde ese nacimiento nos acostumbramos a que nos clasifiquen. Pero, ¿qué pasa cuando sientes que pierdes esa etiqueta, o cuando no te identificas con la que te ponen? Como podría ser, por ejemplo, la etiqueta de la normalidad. Nadie es normal.
-Ése podría ser el mensaje de la película: todos, al final, somos de un modo u otro fenómenos extraños.
-Y eso es lo maravilloso del ser humano. Aunque sea una frase tópica la de que cada persona es un mundo, es una verdad. La sociedad de consumo y el mundo occidental intentan uniformarnos, convertirnos en seres que compremos lo mismo y vistamos la misma ropa... y ése no es el camino de la felicidad, que estaría más en aceptarnos como somos que en ser como nos dicen.
-En esa clave de comedia ligera en la que se mueve subyace el desconcierto de una generación, la que ahora ronda los 30 años, que se planteaba que con una casa y un trabajo sería feliz y hoy difícilmente alcanza esas metas.
-Somos la generación que creció pensando que una carrera y un máster te aseguraban un futuro. Y ahora hay gente que tiene incluso dos carreras y afronta un porvenir muy poco claro. Quería retratar eso, pero dando un giro hacia el humor, porque más vale reír que llorar. Y ofreciendo una salida optimista. Me apetecía mucho hacer una película que reflexionara sobre algo pero que fuera luminosa, que la gente saliera feliz del cine. Es algo que trabajamos también en los colores: buscábamos algo pop, bonito de ver y de sentir.
-También le ha salido una película con cierta nostalgia de los 80, con esas referencias a David el gnomo o Vicky Larraz...
-Cuando estás escribiendo tienes tus dudas, y hay gente que te dice: No sé si esto lo va a entender la gente. Al final decidí mantener todos esos referentes, como eso de que los personajes hablen del BUP y el COU, porque quería ser fiel a la realidad de los personajes.
-Hablando de BUP, a la protagonista le marca haber sido una inadaptada en el instituto. Es curioso que una etapa tan concreta deje tanta huella.
-Todos vamos con nuestras mochilas emocionales, nuestro pasado, nuestros traumas, nuestras cargas, nuestras cosas bonitas... Y creo que está bien abrir esa mochila, y mirarla y no asustarse de lo que hay dentro. La etapa del instituto nos marca a todos, pero, sí, a María de las Montañas especialmente.
-En su defensa de la singularidad, lanza sus dardos sobre ciertas imposturas. No es muy amable con los fanáticos del gin-tonic ni con las pretensiones trascendentes de cierto arte contemporáneo.
-Es un mundo que me hace mucha gracia. Hay gente en galerías de arte o en catas de gin-tonicssimulando apreciar un montón de matices en la bebida y fingiendo que entiende un cuadro. Yo quería hacer comedia con eso; encuentro que va muy bien con la película. Son universos donde María de las Montañas no encaja, y ahí creo que la gente puede sentirse identificada con ella, en esa galería de arte, por ejemplo, donde no tiene muy claro qué forma parte del decorado y qué de las obras.
-Sorprende que usted no se viera al principio como la protagonista.
-Mientras yo escribía pensaba que ese papel lo haría otra, porque hay actrices maravillosas de mi generación. Pero cuando le mandé la primera versión a los productores y les dije que tendríamos que hablar de la protagonista, me preguntaron: ¿Ah, pero no eres tú? Hemos leído el guión pensando en ti. Les pedí tiempo para pensarlo, y me di cuenta de que si realmente le daba voz a la historia desde el guión y la dirección, lo coherente era hacerlo igualmente desde la interpretación. Así que acabé decidiéndome: tenía la edad del personaje, no debía esconderme detrás de otra actriz para contar lo que quería, era una manera de cerrar el círculo. Me alegro de haber aceptado porque ha sido una experiencia muy estimulante. Me ha permitido vivir el cine desde tres perspectivas creativas a la vez.
-Le ofrece a Manuel Burque, con el que se le ve mucha sintonía, su primer protagonista en el cine.
-Él es guionista y cómico, y hace stand-up comedy en Madrid, en locales. Yo lo conocí porque hicimos una web serie juntos, y ahí ya teníamos mucha química. Cuando estaba buscando a alguien para el personaje de Borja me encontré con que no había muchos actores gordos. De pronto se me ocurrió que por qué no, ya que tenía esa química con Burque, él engordaba y hacía la película conmigo. Se lo propuse, hizo un casting, salió muy bien, y le pedí que ganara 15 kilos. Le mandé el guión, y al día siguiente me dijo que sí.
-Eso de que no haya actores gordos lleva a pensar: en su oficio las presiones por responder a determinados cánones de belleza son terribles.
-Sí, entre los requisitos para ser un actor normal... el número uno sería no estar gordo. Por lo mismo que decíamos antes: nos marcan la talla que debemos tener, a través de la publicidad, de los medios de comunicación, y a través de la ficción, de la televisión y el cine. Y es difícil escapar de eso.
-Han señalado la influencia de Miranda July en su cine. ¿En qué otros creadores se ha fijado?
-Me he mirado en el espejo de mujeres que dirigen, escriben y actúan. Tenerlas ahí como ejemplo me daba ánimos. Me encanta lo que hace Miranda July, sí, su película Tú, yo y todos los demás es maravillosa. Me interesan también los mundos que crea Lena Dunham, tanto en Girls como en su película Tiny Furniture. Y también Valérie Donzelli, su Declaración de guerra es buenísima. Todas tienen en común cierta libertad, afrontan el cine desde una forma no académica y lo que hacen no viene de la escuela clásica. Aunque para escribir me fijé mucho en Woody Allen, para aprender, y también en Cuando Harry encontró a Sally.
No hay comentarios:
Publicar un comentario