Empezó desde niño a jugar con las ondas de forma casera. Más tarde, ya como Doctor en Neurociencias, comenzó a conducir el espacio 'Secretos del cerebro', cuyo material le ha hecho beneficiario del Premio Europeo de Divulgación Científica.
CARLOS ROCHA
Cuando la calabaza Ruperta reinaba en las pantallas, Antonio Rial (Cádiz, 1963) ya hacía programas de radio caseros que se colaban en la antena comunitaria. Después estudió Medicina y se doctoró en el área de neurociencias, sin dejar su dedicación por la comunicación científica. Y es lo que lleva haciendo en Radio Nacional más de dos décadas en espacios como Secretos del cerebro. Con el material del programa radiofónico, Rial ganó el año pasado el premio Europeo de Divulgación Científica que entrega la Universidad de Valencia con el ensayo Repensar el cerebro.
-Ha dicho en alguna ocasión que "al cerebro le importa un bledo la realidad".
-Eso significa que el optimismo y el pesimismo también están en el cerebro.
-Ha dicho en alguna ocasión que "al cerebro le importa un bledo la realidad".
-No le importa absolutamente nada la realidad. Está diseñado para sobrevivir y de toda la realidad capta una pequeña parte. De todo el espectro electromagnético sólo vemos la luz visible, pero continuamente pasan por el aire ondas de radio o de telefonía móvil y no podemos percibirlas.
-Imagino que es una cuestión evolutiva.
-Claro. Cada especie se adapta a lo que necesita para sobrevivir. Hay que tener en cuenta que el cerebro consume el 20% de todo lo que ingerimos. Lo que hace es ahorrar energía y tiende a simplificar. Por eso los magos nos pueden engañar y existen las ilusiones ópticas.
-Por lo tanto, el cerebro no es una máquina infalible.
-Es una máquina de adaptación. Nos sirve para funcionar, pero nos engaña permanentemente. Lo que hace es dar coherencia a nuestro mundo. Nos dicta un argumento de nuestra vida y eso provoca que estemos siempre justificando lo que hacemos.
-Explíquese.
-Primero se produce el pensamiento inconsciente y después se hace consciente. Aunque no sabes qué has hecho ni por qué, el cerebro busca un argumento para explicártelo. Tarda unos 50 milisegundos en procesar la información y ponerle una etiqueta emocional. Después, pasa a la corteza prefrontal y a partir de los 100 milisegundos piensas qué ha ocurrido.
-Entonces, ¿las emociones están en el corazón?
-Todo está en el cerebro. Somos animales fundamentalmente emocionales. Por eso la divulgación científica es tan complicada. El cerebro está diseñado para percibir primero las emociones y le cuesta mucho interesarse por los datos que no son relevantes para la supervivencia. Para contar la ciencia hay que buscar el camino del corazón. Lo que le importa a la gente es lo que le puede afectar en su día a día. A través de las emociones se llega a la razón.
-¿A qué se debe este razonamiento emocional?
-A la evolución de los últimos millones de años. No se sabe exactamente por qué evoluciona la corteza prefrontal, que es lo que nos hace pensar. El ser humano se distingue del resto de animales porque hace previsiones después de analizar el pasado. Es curioso que en el mundo occidental la mayoría de la gente muere el domingo por la noche o el lunes por la mañana, que es cuando nos vamos a incorporar al trabajo. Eso no pasa en otros mamíferos, porque nosotros estamos siempre pensando en el futuro. Es la raíz de uno de los grandes males de la sociedad: la ansiedad. Hay mucha gente que vive angustiada planificando siempre el futuro.
-Eso significa que el optimismo y el pesimismo también están en el cerebro.
-Sí. La amígdala es un órgano cerebral especializado en analizar las emociones. Hay personas condicionadas para tener miedo, muchas veces por la educación que han recibido en la infancia. Las personas más centradas en el presente son más felices. Desde el punto de vista neurocientífico, los más felices del mundo son los monjes budistas tibetanos.
-¿Cómo lo descubrieron?
-Se hicieron estudios de su cerebro para ver cómo funcionaba a tiempo real con resonancias magnéticas. La meditación les permite centrarse en su presente absoluto y cuando la practican durante mucho tiempo se observa cómo se liberan todos los neurotransmisores y hormonas relacionados con la felicidad y el placer.
-¿Se conoce al cerebro lo suficiente?
-Es el mayor misterio que hay junto con el funcionamiento del universo. Y apenas pesa un kilo y medio. Hay proyectos internacionales para cartografiar completamente el cerebro. El Gobierno de Obama hizo una gran apuesta en este sentido, con el español Rafael Yuste entre los líderes; y la UE tiene el proyecto Cerebro Humano. Se han planteado saber en una década saber cómo funciona un pensamiento, una emoción o la memoria. Será revolucionario y va a ayudar a solucionar muchas enfermedades neurodegenerativas. Lo que pasa es que se han dado cuenta que, de momento, no tienen los medios técnicos suficientes.
-¿Qué hay de cierto en el mito de que sólo se utiliza en 10% del cerebro?
-No hay nada de realidad. El cerebro está siempre funcionando, pero gran parte de forma inconsciente. Eso pone de relieve una cuestión filosófica. Si nuestro cerebro decide por nosotros, ¿Somos realmente libres?
-Es una cuestión un tanto freudiana.
Las nuevas técnicas para analizar el cerebro están descubriendo que Freud tenía razón. Antes de que tengamos la idea ya se está gestando en el inconsciente.
-¿Cómo decidió dedicarse a explicar todo esto al común de los mortales?
-Siempre me ha gustado la comunicación. Mientras estudiaba Medicina hacía programas de radio universitarios. Después hice la tesis en el área de neurociencia y me centré en la investigación.
-Si tuviera que elegir, ¿con qué se quedaría?
No creo que hay que elegir. Ambas disciplinas consisten en saber e interesarte por cómo funciona el mundo y después contarlo.
-¿A la sociedad le interesa?
-Creo que ha resurgido el interés por la ciencia porque nos hemos dado cuenta que nos afecta a todos. Los niños lo que hacen es ciencia y un científico es un niño que se niega a hacerse mayor y quiere seguir aprendiendo cómo funcionan las cosas. Invertir en ciencia y su comunicación siempre es rentable para la sociedad. Hay que hacer esa apuesta.
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