Más allá de la valoración de la anécdota de Bescansa con su bebé en la sesión constitutiva de las Cortes, el equilibrio entre la vida familiar y las exigencias del trabajo se plantea como una cuestión de organización de la actividad económica de primera magnitud.
GUMERSINDO RUIZ
MÁS allá de la valoración de la anécdota de una diputada llevando a su bebé a la sesión constitutiva de las Cortes, el equilibrio entre la vida familiar y las exigencias del trabajo se plantea como una cuestión de organización de la actividad económica de primera magnitud. Dos libros han tenido una repercusión internacional sobre esta cuestión, el primero es el de Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, de 2010, llamando a las mujeres a poner por delante su puesto de trabajo y tratar de avanzar en sus carreras profesionales sea como sea. El segundo libro, reciente, es de Anne-Marie Slaughter, y se titula Un asunto inacabado: hombres, mujeres, trabajo y familia; su argumento es completamente diferente, pues considera que las recomendaciones heroicas de Sandberg sirven de muy poco dentro un sistema laboral que considera anticuado e ineficaz. Anne-Marie Slaughter era decana de la Facultad de Asuntos Internacionales de la Universidad de Princenton, y luego directora de planificación en el Departamento de Estado norteamericano, por lo que había alcanzado ya un elevadísimo nivel profesional cuando decidió que no podía compatibilizar la dedicación total que se le exigía con la atención que requerían sus dos hijos adolescentes, que vivían cerca, pero en otra ciudad.
El tema es de gran complejidad, sobre todo si tenemos en cuenta diferencias entre países y mercados laborales dispares, pero podemos sintetizarlo en los cinco puntos siguientes.
Primero, la forma en que está organizado el trabajo y las exigencias de dedicación que hoy tiene en un sistema muy competitivo; en Andalucía, con un desempleo tan elevado y una oferta de bajo potencial de productividad y proyección, tener un puesto de trabajo se convierte casi siempre en el objetivo único.
Segundo, la flexibilidad de horarios y tiempo no es una solución salvo en trabajos muy peculiares, pues para tener un puesto de responsabilidad se supone que hay que poner el trabajo por delante de cualquier otra cosa; la flexibilidad real raramente existe.
Tercero, trabajo y familia dependen del tipo de trabajo y de las condiciones laborales, pero mucho de la situación del cónyugue, de los recursos y relaciones familiares, y del nivel propio de renta y riqueza.
Cuarto, hay un desequilibrio fundamental entre la competitividad en la formación y el trabajo, y el cuidado a los hijos y la familia, que son dos elecciones difícilmente compatibles; el que los niños tengan o no un cuidado de alta calidad en los primeros cinco años de su vida marca en gran medida su capacidad para aprender y rasgos de su comportamiento como disciplina, valores, solución de problemas, y equilibrio emocional.
Y cinco, como dice Anne-Marie Slaughter, se necesita un cambio político que establezca una estructura para cuidado de los niños, ajustar los horarios de escuelas y trabajo, elevar el papel y los salarios de las personas que se dedican a tareas de cuidado, e invertir en educación ya a los tres años. Por mi parte creo que otras medidas en el ámbito de la empresa, con ser importantes, no van a la raíz del asunto, que tiene esta dimensión social y política amplia y compleja.
El tema es de gran complejidad, sobre todo si tenemos en cuenta diferencias entre países y mercados laborales dispares, pero podemos sintetizarlo en los cinco puntos siguientes.
Primero, la forma en que está organizado el trabajo y las exigencias de dedicación que hoy tiene en un sistema muy competitivo; en Andalucía, con un desempleo tan elevado y una oferta de bajo potencial de productividad y proyección, tener un puesto de trabajo se convierte casi siempre en el objetivo único.
Segundo, la flexibilidad de horarios y tiempo no es una solución salvo en trabajos muy peculiares, pues para tener un puesto de responsabilidad se supone que hay que poner el trabajo por delante de cualquier otra cosa; la flexibilidad real raramente existe.
Tercero, trabajo y familia dependen del tipo de trabajo y de las condiciones laborales, pero mucho de la situación del cónyugue, de los recursos y relaciones familiares, y del nivel propio de renta y riqueza.
Cuarto, hay un desequilibrio fundamental entre la competitividad en la formación y el trabajo, y el cuidado a los hijos y la familia, que son dos elecciones difícilmente compatibles; el que los niños tengan o no un cuidado de alta calidad en los primeros cinco años de su vida marca en gran medida su capacidad para aprender y rasgos de su comportamiento como disciplina, valores, solución de problemas, y equilibrio emocional.
Y cinco, como dice Anne-Marie Slaughter, se necesita un cambio político que establezca una estructura para cuidado de los niños, ajustar los horarios de escuelas y trabajo, elevar el papel y los salarios de las personas que se dedican a tareas de cuidado, e invertir en educación ya a los tres años. Por mi parte creo que otras medidas en el ámbito de la empresa, con ser importantes, no van a la raíz del asunto, que tiene esta dimensión social y política amplia y compleja.
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