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domingo, 3 de enero de 2016

Homenaje al agricultor y a los sabores perdidos granadahoy.com

Demografía. La alarmante despoblación que padecen las zonas rurales es un problema que no solo radica y afecta a lo económico, también a lo social y emotivo

Las zonas rurales son las más castigadas por la despoblación.

SI salimos de nuestras ciudades y miramos nuestro entorno, veremos pueblos abandonados o que están perdiendo habitantes a una velocidad abrumadora. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) "si se mantuvieran las tendencias demográficas actuales, España perdería un millón de habitantes en los próximos 15 años". Y todos ellos, o gran parte, en sus zonas rurales. Estos datos no deberían dejarnos indiferentes, puesto que el abandono de zonas rurales lleva a la pérdida de nuestra cultura, identidad, gastronomía y a graves problemas de insalubridad como aparición de plagas en los millones de metros cuadrados que dejan de cultivarse, altos riesgos de incendios, deshidratación de acuíferos y un larguísimo etcétera. 

La aparición de la agricultura como medio de vida marcó un hito en el desarrollo evolutivo del ser humano: el control sobre los suministros alimentarios, junto con los métodos para conservar excedentes tuvieron como resultado el fin de muchas sociedades nómadas (permitieron la formación de poblaciones estables), impulsó nuevas culturas e implicó un cambio en la cosmovisión. Que actualmente el mundo rural y el sector agrario necesiten ayudas públicas para su subsistencia debería alertarnos porque algo falla en el conjunto de la sociedad y, aunque en gran medida tenga un alto grado de responsabilidad nuestros gobernantes, no menos responsables somos los ciudadanos. Los movimientos que ahora están surgiendo como slow food, producto de kilómetro cero, producto local… son muy importantes para recuperar unos valores perdidos y unos orígenes y cultura que se nos muere. Menos de un 5,3% de los agricultores españoles es menor de 35 años y el cambio generacional a día de hoy es casi inexistente. Como decía mi amigo Héctor Molina, "el héroe del siglo XXI, el agricultor, no es una simple figura que se dedica a la producción de alimentos y la salud de nuestro paisaje, sino en preservar todos estos valores y sin un consumidor concienciado, el círculo se rompe". Molina es uno de los fundadores de El3ments Sun, Water & Land, un proyecto cuya finalidad es evitar que nuestro pasado de tierras ricas y fértiles, se convierta en un recuerdo que sólo podamos recrear con un libro a través de nuestra imaginación. En el3ments, quieren recuperar algo que ya existió, una prosperidad que durante siglos nos alimentó y nos vio crecer. 

El sector vitivinícola español tiene una gran tradición y arraigo en la sociedad española, con un gran impacto político-económico, lo que condiciona muchas de las medidas a adoptar, dentro del marco regulatorio de la UE. La cadena del sector vínico es de las más complejas y dinámicas del sistema alimentario, lo que obliga a una coordinación continua de sus agentes socioeconómicos. Hay una tendencia en la PAC (con horizonte en 2020) de ir eliminando el intervencionismo de los mercados agrarios, estimulando la competencia. En casos como el del vino, que han tenido un fuerte intervencionismo y un componente socioeconómico importante, esta tendencia será positiva en el medio plazo pero puede suponer problemas importantes hasta que se vayan consolidando sus infraestructuras y funciones en el nuevo modelo de cadena de valor. Lo que no se puede negar es que el sector vitivinícola da mucha importancia a la sostenibilidad tanto económica como social y de los recursos naturales. Al igual que en otros sectores alimentarios se considera que es un área de gran sensibilidad en la población y con unas perspectivas de desarrollo favorables. Eso sí: se necesitan debates y un Consejo Español de Vitivinicultura, que ya estaba previsto en la Ley del Vino del 2003. El vino es el único alimento que tiene una ley (la mencionada Ley de la Viña y el Vino, de 2003) y es necesario abordar el problema de la cadena de valor. Hay que buscar un consenso entre todos y debe existir un adecuado reconocimiento de la calidad, tanto del vino como de la uva, para los agricultores. En la situación actual, no se remunera adecuadamente los esfuerzos realizados en este campo. Todo lo que contribuya a crear unas líneas y permita unificar esfuerzos y capacidades es lo que va a dar una solución al sector. 

Comarcas aragonesas como el Campo de Borja; castellano-leonesas como el Bierzo o los Arribes del Duero; o el interior de Galicia, con su organización rural minifundista, por nombrar algunas de ellas, son zonas que han resucitado gracias al cultivo de la vid y la elaboración de vinos de calidad. Qué decir de La Mancha, donde lo que no es vid es vino… O sin ir más lejos, en nuestra provincia, el vino supone una de las principales actividades económicas de La Alpujarra o del Altiplano de Sierra Nevada, dando puestos de trabajo y creando riqueza. Curiosamente, en la mayoría de estas zonas (mal llamadas "emergentes", puesto que el cultivo de la vid y la elaboración de vino data de muchos siglos atrás, pero no eran conocidos fuera de su ámbito de influencia geográfico) se están haciendo auténticos "vinazos", que empiezan a contar con el reconocimiento de los expertos nacionales y extranjeros. La razón es lógica: los jóvenes agricultores, enólogos y bodegueros en ciernes buscan estas zonas donde la tierra es más barata que en denominaciones de origen más conocidas; también buscan un carácter en sus vinos que los diferencie de los tradicionales, y para ello exploran nuevos caminos y abren nuevas posibilidades enológicas. A ellos debemos también el mantenimiento de nuestro patrimonio ampelográfico, ya que están recuperando variedades viníferas que estaban en peligro de extinción, dando así a los vinos nacionales un perfil organoléptico único. 


La viña, como cualquier otro cultivo, es también paisaje, somos el país con mayor extensión de viñedo del mundo, un auténtico pulmón vegetal y un gran aliado contra la desertización, la erosión y la degradación de nuestras tierras. Como decía el escritor y periodista Josep Pla "la cocina de un país es su paisaje puesto en la cazuela". Cuidemos nuestros campos, nuestro medio rural y dignifiquemos la agricultura y a los agricultores.

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