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jueves, 7 de abril de 2016

Cómo y por qué algunas plantas aguantan la sequía saberuniversidad

Investiga en la Universidad de Córdoba los mecanismos moleculares que despliegan algunas variedades de judías para resistir la falta de agua, tras recorrer un intenso circuito científico desde el Instituto Max Planck, la Autónoma de Madrid y el Centro de Nacional de Biotecnología.
Josefa Muñoz Alamillo con alumnos en prácticas en la Universidad de Córdoba.

Josefa Muñoz Alamillo investiga en la Universidad de Córdoba la respuesta molecular de las leguminosas a la sequía. Explica que estas plantas a través de interacciones con bacterias del suelo son capaces de aprovechar el nitrógeno del aire, de modo que no solo no necesitan abonos nitrogenados para crecer, sino que lo enriquecen. En su caso analiza los efectos de la la sequía en las judías. Su objetivo es “dilucidar los mecanismos moleculares que hacen que determinadas variedades” de judías sean más tolerantes que otras a la falta de agua, y “averiguar cuál es el papel que juegan los ureidos, que son compuestos derivados del ácido úrico, en la tolerancia de estas leguminosas a la sequía”.

Doctora contratada en el área de Fisiología Vegetal, Josefa Muñoz Alamillo regresó a Córdoba en 2006, 14 años después de iniciar un itinerario posdoctoral que la condujo primero al Instituto Max Planck, el poderoso centro de investigación alemán, donde estudió durante casi tres años la respuesta de las plantas a la deshidratación severa gracias a una beca Marie Curie de la Unión Europea. Posteriormente logró un contrato de reincorporación de científicos para estudiar durante otros cinco años en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid la respuesta de las plantas a la infección por bacterias patógenas. Después trabajó seis años más en el Centro Nacional de Biotecnología, donde amplió sus intereses científicos más allá de la respuestas de las plantas al ataque de los virus, para ocuparse también de “la posibilidad de convertir los virus de las plantas en herramientas biotecnológicas para producir vacunas o anticuerpos frente a virus animales”, explica por correo electrónico. 

Volvió a la Universidad de Córdoba, donde se había licenciado y doctorado en Biología, gracias a un programa de la Junta de Andalucía para reincorporar a doctores de valía reconocida. Cumple ahora una década en el área de Fisiología y se ha convertido en la científica más citada de esta institución académica.

En estos 10 años ha sido directora o codirectora de tres tesis doctorales y seis trabajos de fin de máster. Subraya que acumula cuatro tramos de investigación (la carrera académica se mide en sexenios) que suponen el máximo que a su edad se puede acreditar y que sus artículos científicos suman más de un millar de citas. 


Confiesa que sus 24 años de recorrido académico científico han discurrido sin obstáculos sexistas. Siempre ha trabajado en grupos liderados por hombres y siempre ha tenido “absoluta libertadpara hacer la ciencia que he querido” sin más limitación que las ideas o las restricciones económicas. “He contado siempre con la ayuda inestimable de un gran número de colaboradores”, aunque hasta ahora solo ha sido investigadora principal en un proyecto, financiado por la Junta de Andalucía, y está a punto de serlo en otro del Ministerio de Economía, que codirigirá junto a otro profesor. Resalta su satisfacción por haber tenido la oportunidad de dedicarse a la investigación y su suerte porque, “a pesar de la precariedad que atenaza a la ciencia en este país y que afecta por igual a hombres y mujeres”, haya podido “encadenar contratos y proyectos para seguir haciendo lo que más me gusta”. 

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