El 10 de abril fue el día mundial (no reconocido) de la homeopatía. La OMS no da valor científico a sus pretendidas capacidades curativas
FRANCISCO GONZÁLEZ GARCÍA
Hace unas semanas dediqué esta página a comentar algunas de las características del fraude científico, insistiendo en el hecho de que la Ciencia como actividad humana también comparte algunos defectos de otras acciones de los individuos de nuestra especie. Y entre otros defectos muy humanos, o quizás no lo vean ustedes como defecto, es la credulidad o la incredulidad, según lo quieran contemplar. Creer fácilmente en algo o alguien o todo lo contrario, podemos afirmar que es el fundamento de la pseudociencia a la que dedico la página de Ciencia Abierta de hoy.
El pasado domingo, 10 de abril, era el (no reconocido) día mundial de la homeopatía. No reconocido por la Organización Mundial de la Salud puesto que la OMS no da ningún valor científico a sus pretendidas capacidades curativas. La fecha elegida coincide con la conmemoración del nacimiento de Samuel Hahnemann, médico alemán, que creó la idea de la homeopatía, allá por 1796.
Quizás otorgarle la idea original a este médico sea excesivo pues los fundamentos de la homeopatía podemos encontrarlos en algunas ideas de Hipócrates y posteriormente en Paracelso, quienes afirmaban que en dosis pequeñas lo que produce un mal también puede curarlo. En base a esta afirmación, Hahnemann inició una serie de "comprobaciones homeopáticas" que concluyeron en una serie de publicaciones entre 1805 y 1807. Sus ideas se basaban en la creencia que si las dosis elevadas de los medicamentos causaban síntomas similares a los de la enfermedad y empeoraban al enfermo, entonces proponía realizar grandes disoluciones de esos medicamentos y con ello se mejoraría el mal. ¿Qué lógica tiene esto? ¿Cómo se podía aceptar este razonamiento o generarse desde un médico oficial? Hay que situarse en la medicina de finales del siglo XVIII que aún utilizaba las sangrías, purgaciones y combinaciones de drogas que en muchas ocasiones eran verdaderos venenos para los enfermos que osaban a tomarlas. En ese ambiente no es extraño que cualquier alternativa pudiera tener éxito, como realmente ocurrió durante el siglo XIX. No solo la homeopatía, como medicina alternativa o medicina natural (así les gusta ser denominada) tiene su arranque en esos años, también la curación por aguas termales tuvieron un fuerte resurgir en esos años. Todo menos ponerse en manos de una medicina oficial que, ciertamente, tenía escasos remedios útiles para muchas afecciones.
Durante la segunda mitad del siglo XIX las ciencias de la vida descubrieron a los gérmenes (las bacterias) que producen múltiples enfermedades y con ello los avances en salud pública fueron notabilísimos. Las campañas de salubridad en aguas y posteriormente en vacunas mejoraron como nunca antes la salud de la población. A pesar de estos notables avances, fundamentados en la biología y la química como ciencias experimentales, y con todo el extraordinario desarrollo de la medicina oficial, las técnicas de la homeopatía siguen persistiendo desde el siglo XIX.
Quizás no debamos asombrarnos que la población mantenga algunas creencias de este tipo. Hay gente que no cree que el hombre haya pisado la luna, otros aseguran que los extraterrestres nos dominan y algunos piensan que la tierra es plana. Lo que si debe sorprendernos es que desde las propias instituciones médicas y otros estamentos de la ciencia y la cultura oficial se dé amparo a las técnicas de la homeopatía. Expliquémonos.
En los últimos días ha sido noticia que la Universidad de Valencia ya no ofertará su Máster en Medicina Naturista, Acupuntura y Homeopatía. Un Máster que tiene un coste de 3.000 euros por cabeza y que se ha realizado durante nueve ediciones.
En marzo la Universidad de Barcelona también dejó de impartir un máster en homeopatía por "su falta de base científica". Se impartía desde 2004 al módico precio de 6.940 euros por curso. La Universidad de Sevilla suspendió su máster en 2009, la de Córdoba en 2013 y la de Zaragoza en 2014, tras cinco años de cooperación con la Cátedra Boiron de Homeopatía.
¿Cómo estas universidades, algunas de las mejores clasificadas en los famosísimos rankings internacionales, no solo permiten sino que además han apoyado a esta pseudociencia y le han dado oficialidad con títulos de Máster o cursos propios de posgrado? Yo me pregunto qué pensarán los estudiantes que pagaron semejantes cantidades por estos cursos. ¿Tiene valor científico la formación recibida? ¿Se les puede computar como un mérito positivo en su currículo académico? En general los estudiantes de dichos cursos son licenciados en Medicina y, en el caso de Valencia, el curso se impartía en la sede Oficial de Médicos de Valencia. El Ministerio de Sanidad mantiene como postura oficial que la homeopatía no ha probado su eficacia en ninguna situación clínica concreta. No hay base científica, pero se permite.
La respuesta que se puede ofrecer para tal paradoja tiene varias vertientes. En primer lugar está la necesidad que tienen todas las personas de tener una esperanza de curación para sus problemas de salud. O sea, el simple efecto placebo cuando se les dice que algo les va a curar, en particular cuando la enfermedad es psicosomática, crónica o simplemente cuando las terapias habituales de la medicina oficial no tienen éxito y se acude a lo que sea. Ese lo que sea puede ser un curandero o bien un farmacéutico o un médico que tiene un curso de cuarenta horas sobre medicina natural y homeopatía.
Probablemente le dirá que no sabe cómo funciona, pero que funciona. Claro, por supuesto que funciona y usted se cura. Igualmente se curará porque en ocasiones las enfermedades revierten por acción del propio organismo, por el mero efecto positivo del placebo, porque toma algún medicamento alternativo o porque usted modifica hábitos que le producen esos dolores y afecciones.
Y la vertiente mejor es que por supuesto los medicamentos prescritos por la homeopatía mueven mucho dinero y son muy lucrativos. En España la industria homeopática, en manos de la multinacional francesa Boiron, facturó 60 millones de euros en 2011. ¿Y qué factura en esos medicamentos? Según las pretendidas bases científicas de la homeopatía, sus fórmulas contienen sustancias que provocan los males pero que están tan diluidas que ahora tienen propiedades curativas, según las bases de su fundador. En algunos casos la disolución es tan extrema que resulta imposible que el remedio homeopático contenga ni una molécula del supuesto elemento sanador. O sea usted está tomado agua, simplemente agua. Por supuesto perjudicial para la salud no es, solo para su bolsillo. Algunos homeópatas dicen que el agua tiene una especie de memoria química y puede recordar a los principios activos que contuvo. Imagino que un químico analítico solo podría suscribir tal afirmación en un claro estado de intoxicación etílica. ¿Y solo recuerdan algunas cosas esas moléculas de agua pero no otras? Tomemos con humor semejante base pesudocientífica (al igual que la viñeta que mostramos), pero digamos seriamente que la homeopatía se mueve en un vacío legal peligroso y que no podemos consentir que instituciones públicas como las universidades les den cabida alguna. Otra cosa es que usted se lo crea y entonces la curación es mérito suyo pero no de la homeopatía.
El pasado domingo, 10 de abril, era el (no reconocido) día mundial de la homeopatía. No reconocido por la Organización Mundial de la Salud puesto que la OMS no da ningún valor científico a sus pretendidas capacidades curativas. La fecha elegida coincide con la conmemoración del nacimiento de Samuel Hahnemann, médico alemán, que creó la idea de la homeopatía, allá por 1796.
Quizás otorgarle la idea original a este médico sea excesivo pues los fundamentos de la homeopatía podemos encontrarlos en algunas ideas de Hipócrates y posteriormente en Paracelso, quienes afirmaban que en dosis pequeñas lo que produce un mal también puede curarlo. En base a esta afirmación, Hahnemann inició una serie de "comprobaciones homeopáticas" que concluyeron en una serie de publicaciones entre 1805 y 1807. Sus ideas se basaban en la creencia que si las dosis elevadas de los medicamentos causaban síntomas similares a los de la enfermedad y empeoraban al enfermo, entonces proponía realizar grandes disoluciones de esos medicamentos y con ello se mejoraría el mal. ¿Qué lógica tiene esto? ¿Cómo se podía aceptar este razonamiento o generarse desde un médico oficial? Hay que situarse en la medicina de finales del siglo XVIII que aún utilizaba las sangrías, purgaciones y combinaciones de drogas que en muchas ocasiones eran verdaderos venenos para los enfermos que osaban a tomarlas. En ese ambiente no es extraño que cualquier alternativa pudiera tener éxito, como realmente ocurrió durante el siglo XIX. No solo la homeopatía, como medicina alternativa o medicina natural (así les gusta ser denominada) tiene su arranque en esos años, también la curación por aguas termales tuvieron un fuerte resurgir en esos años. Todo menos ponerse en manos de una medicina oficial que, ciertamente, tenía escasos remedios útiles para muchas afecciones.
Durante la segunda mitad del siglo XIX las ciencias de la vida descubrieron a los gérmenes (las bacterias) que producen múltiples enfermedades y con ello los avances en salud pública fueron notabilísimos. Las campañas de salubridad en aguas y posteriormente en vacunas mejoraron como nunca antes la salud de la población. A pesar de estos notables avances, fundamentados en la biología y la química como ciencias experimentales, y con todo el extraordinario desarrollo de la medicina oficial, las técnicas de la homeopatía siguen persistiendo desde el siglo XIX.
Quizás no debamos asombrarnos que la población mantenga algunas creencias de este tipo. Hay gente que no cree que el hombre haya pisado la luna, otros aseguran que los extraterrestres nos dominan y algunos piensan que la tierra es plana. Lo que si debe sorprendernos es que desde las propias instituciones médicas y otros estamentos de la ciencia y la cultura oficial se dé amparo a las técnicas de la homeopatía. Expliquémonos.
En los últimos días ha sido noticia que la Universidad de Valencia ya no ofertará su Máster en Medicina Naturista, Acupuntura y Homeopatía. Un Máster que tiene un coste de 3.000 euros por cabeza y que se ha realizado durante nueve ediciones.
En marzo la Universidad de Barcelona también dejó de impartir un máster en homeopatía por "su falta de base científica". Se impartía desde 2004 al módico precio de 6.940 euros por curso. La Universidad de Sevilla suspendió su máster en 2009, la de Córdoba en 2013 y la de Zaragoza en 2014, tras cinco años de cooperación con la Cátedra Boiron de Homeopatía.
¿Cómo estas universidades, algunas de las mejores clasificadas en los famosísimos rankings internacionales, no solo permiten sino que además han apoyado a esta pseudociencia y le han dado oficialidad con títulos de Máster o cursos propios de posgrado? Yo me pregunto qué pensarán los estudiantes que pagaron semejantes cantidades por estos cursos. ¿Tiene valor científico la formación recibida? ¿Se les puede computar como un mérito positivo en su currículo académico? En general los estudiantes de dichos cursos son licenciados en Medicina y, en el caso de Valencia, el curso se impartía en la sede Oficial de Médicos de Valencia. El Ministerio de Sanidad mantiene como postura oficial que la homeopatía no ha probado su eficacia en ninguna situación clínica concreta. No hay base científica, pero se permite.
La respuesta que se puede ofrecer para tal paradoja tiene varias vertientes. En primer lugar está la necesidad que tienen todas las personas de tener una esperanza de curación para sus problemas de salud. O sea, el simple efecto placebo cuando se les dice que algo les va a curar, en particular cuando la enfermedad es psicosomática, crónica o simplemente cuando las terapias habituales de la medicina oficial no tienen éxito y se acude a lo que sea. Ese lo que sea puede ser un curandero o bien un farmacéutico o un médico que tiene un curso de cuarenta horas sobre medicina natural y homeopatía.
Probablemente le dirá que no sabe cómo funciona, pero que funciona. Claro, por supuesto que funciona y usted se cura. Igualmente se curará porque en ocasiones las enfermedades revierten por acción del propio organismo, por el mero efecto positivo del placebo, porque toma algún medicamento alternativo o porque usted modifica hábitos que le producen esos dolores y afecciones.
Y la vertiente mejor es que por supuesto los medicamentos prescritos por la homeopatía mueven mucho dinero y son muy lucrativos. En España la industria homeopática, en manos de la multinacional francesa Boiron, facturó 60 millones de euros en 2011. ¿Y qué factura en esos medicamentos? Según las pretendidas bases científicas de la homeopatía, sus fórmulas contienen sustancias que provocan los males pero que están tan diluidas que ahora tienen propiedades curativas, según las bases de su fundador. En algunos casos la disolución es tan extrema que resulta imposible que el remedio homeopático contenga ni una molécula del supuesto elemento sanador. O sea usted está tomado agua, simplemente agua. Por supuesto perjudicial para la salud no es, solo para su bolsillo. Algunos homeópatas dicen que el agua tiene una especie de memoria química y puede recordar a los principios activos que contuvo. Imagino que un químico analítico solo podría suscribir tal afirmación en un claro estado de intoxicación etílica. ¿Y solo recuerdan algunas cosas esas moléculas de agua pero no otras? Tomemos con humor semejante base pesudocientífica (al igual que la viñeta que mostramos), pero digamos seriamente que la homeopatía se mueve en un vacío legal peligroso y que no podemos consentir que instituciones públicas como las universidades les den cabida alguna. Otra cosa es que usted se lo crea y entonces la curación es mérito suyo pero no de la homeopatía.
Me alegra ver que todavía estas utilizando tu blog, para informarnos tambien sobre todas las noticas que te parecen tan interesantes. Feliz cumpleaños. Un saludo desde Albuñol
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