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domingo, 8 de mayo de 2016

Refugiados saharauis: 40 años de abandono granadahoy.com

Más de 200.000 personas siguen luchando por sobrevivir en una región desértica, a merced de la ayuda humanitaria, buscando el apoyo político para volver a su país ocupado por Marruecos.
ESTER LEAL GRANADA 

Zeina tiene siete años, estudia en un colegio en el campo de refugiados saharauis en la provincia de Smara, en la región argelina de Tinduf. Su madraza se llama Valencia porque, como todas las escuelas y hospitales, fue construida por cooperantes de otros países, en este caso de la comunidad valenciana. Algunos días desayuna, gracias a la ayuda humanitaria, un vaso de leche y algo de pan. Otros días, si no llega nada, le toca pasar hambre. En su clase estudia español como idioma extranjero. Cuando llega la visita institucional procedente de Granada ella, junto al resto de compañeros, saluda afectuosamente e intenta expresar su alegría con algunas palabras en nuestro idioma. A estos alumnos sus maestros les cuentan que el Sahara Occidental, el país del que fueron expulsados por la ocupación marroquí, pertenecía antes a España. Entonces, hasta 1975, el Sáhara Occidental era una provincia española como Murcia o Andalucía. También les llevan a visitar el centro de interpretación de la República Árabe Saharaui Democrática. Allí descubren en fotografías, como si de la tierra prometida se tratase, la belleza del país que les fue arrebatado: el mar que no han conocido, playas, costas, ciudades, riquezas minerales, y unas condiciones de vida mucho más benévolas que las que tienen que soportar en su día a día en el desierto. Las provincias del campo de refugiados tienen el nombre de las provincias originales del Sáhara Occidental para que las nuevas generaciones recuerden cómo se llamaban sus ciudades de origen: Smara, Aaiún, Dajla Y Ausserd. Aquí, en este rincón olvidado del mundo, a miles de kilómetros de Granada, sobreviven 200.000 saharauis refugiados desde hace más de 40 años, que en un tiempo no muy lejano fueron españoles. 

La Asociación Granadina de Amistad con la RASD organizó en abril un viaje institucional para que los políticos conocieran de cerca la extrema situación que padece este pueblo y se involucrasen en su causa: la recuperación de los territorios del Sahara Occidental ocupados por Marruecos. En esta ocasión han viajado hasta los campos de refugiados el diputado provincial y concejal del Ayuntamiento de Albolote, Juan Francisco Arenas; la alcaldesa de Guadix, Inmaculada Olea; el alcalde de Cenes de la Vega, Juan Ramón Castellanos; los concejales de Gójar Ana Sánchez y Pedro Morillas; Aída Árbol, de Peligros y Francisca Santaella, de Pinos Puente, representantes de distintas fuerzas políticas. En el viaje se han entrevistado con varios miembros del gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática que se encuentren exiliados de su tierra en el campo de refugiados. El desánimo es evidente. El ministro de juventud y deportes, Ahmed Lehbib Abdi, aseguró en su encuentro con la delegación granadina que "los jóvenes no tienen nada que hacer aquí y cada día son más los que piden un conflicto armado con Marruecos para recuperar el Sahara Occidental. Queremos promocionar el deporte y hacer una liga nacional de fútbol, pero apenas tenemos diez balones y no disponemos de equipación. El presupuesto del ministerio es cero". 

Es algo secundario cuando, pese a los esfuerzos humanitarios, no se consigue alimentar y atender sanitariamente a toda la población. En la zona de Rabuni, capital de los campos de refugiados, se encuentra la Media Luna Roja, o Cruz Roja como la conocemos en Europa. En este lugar se recibe toda la ayuda humanitaria internacional. En su entorno se amontonan hileras de cientos de contenedores abandonados en los que ha ido llegando la comida o las medicinas. Impresiona el esfuerzo de Oxfam, Acnur, y de asociaciones de ayuda de Valencia, el País Vasco, Canarias o Andalucía, que se afanan en atender a una población que sobrevive exclusivamente de la ayuda humanitaria, ya que las duras condiciones del desierto no permiten la siembra de alimentos, y los pocos rebaños de cabras que hay consiguen sobrevivir comiendo el cartón y el plástico en el que llegan los alimentos que aportan las ONG. 

El presidente de la Media Luna Roja, Buhubeiny Yahya, explica que cada año ocurre lo mismo. "Nunca sabemos si se va a mantener la ayuda internacional y nos vemos obligados a reducir la comida que repartimos para que nos dure un poco más. Cada mes repartimos una cesta. Primero se reparten desayunos para llegar a los 33.000 niños que estudian en los colegios, la segunda prioridad es repartir 22.000 cestas de comida para personas en situación grave de desnutrición, y luego se llega al resto de la población. Acnur reparte agua con camiones cisterna pero no llegan al mínimo vital definido por las naciones unidas. Nunca sabemos si seguirá llegando ayuda internacional. Es una situación muy difícil, estancada en cuatro décadas de hambruna y condiciones extremas. Los saharauis deben encontrar su lugar en el mundo". 

Granada organiza cada año la Caravana por la Paz, una recogida de alimentos que involucra a todos los granadinos aportando arroz, aceite, azúcar, pasta o legumbres que luego se envían al campo de refugiados. Todos los camiones que llevan ayuda humanitaria deben realizar un trayecto largo y peligroso, atravesando 1.600 kilómetros de desierto por tierras argelinas, ya que Marruecos no permite el paso del convoy por su territorio ni por el Sahara Occidental y por el contrario si facilitó en los últimos años que el rally París Granada Dakar cruzara por las zonas ocupadas, una carrera auspiciada por los mismos países que no reconocen el derecho de los saharauis a volver a su país, como es el caso de España. Para que el rally pudiera incluir esta etapa por el Sahara, Marruecos abrió un paso en el muro de 2.700 kilómetros construido por el reino alauita en los años 80 para imposibilitar a los saharauis regresar a su tierra. Esta muralla está vigilada y llena de minas antipersona en todo su perímetro y los vigilantes tiran a matar a cualquier saharaui, hombre, mujer o niño que se acerque. 

Los gobernantes saharauis piden de España una implicación política más allá de la ayuda humanitaria, que reconozca el derecho de los saharauis a recuperar su tierra y que termine con la una provisionalidad del campo de refugiados que se perpetúa durante las últimas cuatro décadas. La ONU lleva 25 años promoviendo un referéndum para la autodeterminación del pueblo saharaui que nunca llega. Mientras, se siguen produciendo casos de tortura en los territorios ocupados. Estas semanas se están organizando mítines en las distintas provincias del campo de refugiados para exigir la liberación de presos políticos que llevaban 36 días en huelga de hambre, activistas que piden un Sáhara Libre. Uno de ellos, el preso político saharaui Sikka Brahim falleció el pasado 15 de abril en el hospital de Agadir. Para los gobernantes del Sáhara el desánimo es evidente, "pese a la paciencia de este pueblo, las nuevas generaciones solo entienden la contienda armada como vía para recuperar su tierra. La guerra llegará si no se encuentra una solución pronto", aseguró el presidente del gobierno saharaui, Mohamed Abdelazis a la delegación granadina. 

En los nueve días que ha durado la visita institucional, se han revalidado hermanamientos entre la Diputación provincial y la provincia de Ausserd, y entre los ayuntamientos de Albolote y Hagunia, Guadix y La Güera, y Peligros y Miyek, y se han iniciado otros expedientes. Para los alcaldes de las ciudades del campo de refugiados este acercamiento supone constatar que no son olvidados, que hay quienes les recuerdan, apoyan y luchan por ellos, quienes defienden su causa y se resisten a aceptar el abandono al que están sometidos. 

El pasado mes de octubre se produjeron unas lluvias torrenciales que arrasaron el 70% de las viviendas del campo de refugiados y destrozaron el trabajo de cuarenta años. Desde entonces las familias se afanan en reconstruir sus pequeños y humildes hogares. Mohamed, que trabaja en el hospital de Dajla, se levanta a las cinco de la mañana, antes de que salga el sol, para fabricar con sus manos ladrillos de barro para su ir recuperando las paredes de su casa. 


Cuando atardece en los campos de refugiados del Sahara las casas de adobe se confunden con la arena, como si quisieran desaparecer para siempre antes de que llegue otro amanecer en el que los saharauis deberán enfrentarse al desierto, al hambre y a la desesperanza; otro día más en esta tierra sin futuro en la que el tiempo se ha detenido.

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