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martes, 5 de julio de 2016

La aspirina y el antibiótico: ¿cómo calmamos nuestros miedos internos? el Huffington Post

 
Psicoterapeuta y profesor, Instituto Galene

Todo cambia demasiado rápido. Es difícil adaptarse a tanta transformación en tan poco tiempo. La gente siente miedo al futuro, la inestabilidad genera mucha angustia para las personas que no tienen una estructura bien consolidada. Necesitan asegurar algunas líneas que les den una sensación de estabilidad para sentirse más tranquilos.
Por esto se toman decisiones con la oculta misión de tranquilizar o calmar el miedo interno a la persona. Pero cada acción tiene un efecto y la duración de ese efecto, fecha (y hora) de caducidad.
Cuando trabajo con mis pacientes sobre algunas decisiones de su vida, a veces hablamos de las acciones que tienen efecto "aspirina" o efecto "antibiótico". Las primeras solo sirven para calmar algún síntoma durante un tiempo determinado y las segundas acaban con el problema.
Si miramos a nuestro alrededor veremos que muchas personas realizan demasiadas acciones con efecto "aspirina". Actuaciones que tan solo calman el miedo momentáneamente y que después de un tiempo requieren más y más dosis. Recuerda a las adicciones a drogas. En este caso, a veces, sin consumo de sustancias. Algunas son nocivas para la salud y otras beneficiosas, aunque para esta reflexión no es tan significativo esto como si el efecto funciona para resolver o no.
Y el resultado de un escrutinio general es que ganarían masivamente las acciones "aspirina". Creo que nos pasamos la vida calmando y demasiado poco resolviendo.
En el cerebro reptiliano que todas las personas tenemos existen tres reacciones instintivas ante el peligro, es decir ante el miedo: la huida, el enfrentamiento y la pasividad. La primera no necesita casi ninguna explicación, alejarse o evadirse del peligro. De la segunda, luchar o enfrentarse al posible agresor, hablaremos más adelante porque es sobre la pasividad de lo que quiero explicar algo que tiene que ver con el tema que nos ocupa. En el reino animal la pasividad se ve sobre todo cuando un animal se queda paralizado para evitar ser devorado por un depredador.
Antes de continuar quiero remarcar que en el caso que estamos hablando el miedo surge de dentro, de las propias carencias del individuo, de la falta de estructura, de los miedos arcaicos generados por traumas antiguos o por la falta de cuidados o protección parental en las primeras etapas de la vida. Cuando el miedo llega de dentro, la huida en muchos casos es inútil ya que el miedo viaja con cada uno, por muy lejos que este vaya. La forma más útil de enfrentarse es realizar un proceso de psicoterapia que permita resolver los conflictos antiguos y cerrar las situaciones inconclusas.
Existen descritas cuatro formas de ser pasivo. Aunque necesita una pequeña explicación, creo que merece la pena para entender ciertos comportamientos de muchas personas que viven en el entorno de cada uno:
Paralización, no hacer nada productivo. Lo más parecido a "hacerse el muerto", puede ser desde quedarse embobado o empanado, como dicen ahora, mirando la televisión. Hay muchos ejemplos. Solo hace falta mirar.
Agitación, hacer muchas cosas sin productividad. Mariposear por la casa moviendo cosas, hacer zapping en la tele, juegos de ordenador o móvil (el Candy Crush se lleva la palma), etc.
Sobreadaptación, hacer lo que creo que los demás esperan de mí. La persona deja de vivir para sí misma y vive para el otro de forma pasiva.
Agresión pasiva. Comportamientos agresivos contra sí mismos o contra otros sin ser demasiado conscientes. Desde el olvido de algo o de alguien (¡ups! ¿no te respondí a aquello tan importante?; ¡uy! se me olvidó decirte que ayer fue el examen, por ejemplo) al daño "sin darme cuenta". Ahí están también las adicciones en general (a drogas legales e ilegales, medicamentos, compras, a tener enfermedades, etc.), accidentismos, muchas de las modas autoagresivas pasajeras o eternas piercing, tatuajes, etc.
Hablamos de miedos del pasado, la mayoría gestados en la primera infancia. Todas las emociones, y por tanto el miedo, se sienten desde el niño interior. El niño no tiene todavía madurada la gestión del tiempo, por lo que vive el instante presente. Solo el momento importa, el futuro no cuenta en absoluto para el niño. Esa es la razón por la que funcionan los chantajes.
Considero la pasividad, por tanto, como una forma de gestionar el miedo. A tenor de los múltiples ejemplos de acciones pasivas podemos extrapolar la cantidad de personas con miedos internos y profundos que hay en nuestra sociedad. De algunos miedos se ocupan nuestros mecanismos defensivos, pero cuando se saturan ya necesitamos recurrir a estas formas de gestión, para no sentir el miedo interno.
Hablamos de miedos del pasado, la mayoría gestados en la primera infancia. Todas las emociones, y por tanto el miedo, se sienten desde el niño interior. El niño no tiene todavía madurada la gestión del tiempo, por lo que vive el instante presente. Solo el momento importa, el futuro no cuenta en absoluto para el niño. Esa es la razón por la que funcionan los chantajes.
Para el adulto puede ser una tontería pagar a un chantajista ante la amenaza de comunicar algo peligroso para la persona, ya que una vez cobrado el estafador podría volver con sus amenazas. El chantajeado paga para calmar el miedo insoportable para su niño y eso es lo único que cuenta. Que mañana puedan venir exigiéndome otro pago. En ese momento, para el niño no existe el mañana, solo el miedo imperioso del ahora.
Entendido esto, miramos a nuestra sociedad actual cómo propicia los valores del niño: placer, rapidez, despreocupación de los asuntos importantes (política, medio ambiente, etc.), gratificación instantánea, egoísmo, satisfacción inmediata de las necesidades, y tantos otros. Es mucho más fácil gobernar a niños que a adultos pensantes y reivindicativos.
Un adulto puede tomar decisiones que sean resolutivas aunque no den beneficios a corto plazo, construir en vez de disfrutar al momento, sanar en vez de calmar. Deberíamos potenciar un mundo un poco más adulto, más sensato y lúcido. Donde seamos capaces de tomar decisiones pensando en el futuro, en el bien común y no tan solo en el propio e inmediato. Personalmente, prefiero el efecto "antibiótico", que resuelve, ante las decisiones "aspirina", que solo son parches, que calman el dolor inmediato, que nos hacen más débiles como sociedad. A veces toca esperar para disfrutar de los resultados.

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