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martes, 27 de septiembre de 2016

"El mundo gitano está lleno de riqueza y de valores solidarios"

El autor ha trabajado como maestro en zonas muy discriminadas Con su libro rinde homenaje a una raza que admira, quiere y respeta
BRÍGIDA GALLEGO-COÍN GRANADA
El autor Manuel Ganivet presentó ayer su segunda novela en la Biblioteca de Andalucía.

Tan nuestros y, al mismo tiempo, en tantas ocasiones injustamente discriminados, calumniados y excluidos simplemente por su etnia. Cuántas veces los gitanos han tenido que escuchar esas palabras ofensivas de... "si es que no tienen remedio"... "si es que no cambian"... Con su nueva novela Memorias de un gitano (Editorial Esdrújula) Manuel Ganivet se adentra en la realidad de esta raza que tanto nos ha aportado a nivel artístico y cultural para defenderla e intentar que la sociedad la respete y le dé su lugar. 

-Usted fue cura obrero y maestro en zonas muy pobres de Granada. ¿Qué sentía cuándo a un gitano lo insultaban sin motivo? 

-Mucha tristeza. Con los gitanos pasa como con todo el mundo, los hay buenos y los hay malos. Pero a nosotros no se nos discrimina por ser payos. Cuando ahora abres el periódico y lees las noticias y ves a todos esos peces gordos robando de verdad a lo grande, se les menciona por su nombre y apellidos, pero nunca se dice "los ladrones de los payos". Sin embargo, basta que un gitano cometa un robo, por pequeño que sea, para que se culpabilice a todos ellos. No se puede discriminar a las personas por su raza o color. El mundo gitano está lleno de riqueza y valores solidarios. 

-En su primera novela El Chambao los protagonistas son campesinos, arrieros, gente del campo, y en la segunda los gitanos. ¿Qué hay de realidad y de ficción? 

-He tomado como referencia a un señor, Jesús Bermúdez, que pasó verdaderas penalidades simplemente por ser gitano. Lo conocí de niño, en Santa Fe, trabajaba en el campo de mi padre. Pero en su figura se mezclan aspectos de personas a las que encontré ya de mayor cuando trabajaba en barriadas como La Virgencica o el Polígono. 

-¿Es nuestra ciudad especialmente racista con los gitanos? 

-Hay lugares mucho peores. Parece que, últimamente, la cosa está cambiando. 

-¿Memorias de un gitano les rinde homenaje? 

-Sí, tenía muchas ganas de escribir de ellos porque lo que yo conozco no tiene nada que ver con la opinión generalizada. He tenido muchos alumnos gitanos, he conocido a cientos y puedo decir que son gente muy buena, honrada, muy trabajadores y solidarios. Capaces de de ayudarte al máximo. 

-Ha vivido esa solidaridad en su día a día con ellos. 

-No sólo en el día a día, en una ocasión que tuvimos que encerrarnos en la Curia mi hermano José, una religiosa y yo para hacer unas reivindicaciones muy difíciles, un gitano fue quien más nos defendió y nos evitó muchos malos ratos. También la familia de los Jaros se portó de maravilla con la mía. La pena es que muchos de ellos ya no están entre nosotros, los conocí cuando yo era muy joven y ya estoy jubilado (risas). 

-Ahora que nombra a su hermano, también es un excelente escritor, en este caso poeta que ha apostado por la mística y que hace poco consiguió el premio Internacional Fernando Rielo que recogió en la Universidad de Quito. Además, llevan ustedes el apellido Ganivet... ¿descienden del autor de Granada la Bella? 

-No podría decirlo exactamente, mi abuela se casó con un señor que se llama José Ganivet y venían de Cataluña. Lo que está claro es que tanto a mi hermano como a mí nos gusta escribir haciendo gala de nuestro apellido (risas). 

-Su novela se enmarca, además, en un tiempo difícil, julio de 1936. Todo comienza cuando un periodista está veraneando en la casa de sus padres en Santa Fe y se entera del regreso del vecino José Bermúdez Heredia, alias el Viruela. 

-Vuelve tras quince años de reclusión en el penal del Puerto de Santa María y accede a dejarse entrevistar. En seis tardes de intenso diálogo, mientras contemplan atónitos cómo el país se encamina hacia un enfrentamiento fratricida, el ex presidiario le relata las penurias padecidas durante su infancia, la penosa situación de los peones agrícolas en la convulsa España del primer tercio del siglo XX, su lucha por la posesión de la tierra, el enfrentamiento con los patronos y las fuerzas del orden, el final trágico de muchos de ellos y, sobre todo, el haber sido discriminado desde niño por ser gitano. 

-¿Y ese mote del 'Viruela'? 

-Por no tener medios para medicamentos, coge la enfermedad, se le llena la cara de los hoyos que produce y, desde entonces, lo apodan así. 

-¿Algún pasaje especialmente emotivo? 


-Cuando describe su infancia en Santa Fe y cuando huye con su novia, con la que se casa.

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