- Se ven incapaces de conseguir una temperatura adecuada en su vivienda durante los meses más fríos
- Una de cada diez familias reconoce retrasos en el pago de las facturas
Detalle de una factura de la luz en una imagen de archivo. / GRANADA HOY
Un gesto tan sencillo como encender la luz o poner el aire acondicionado o la calefacción no es tan fácil para algunas familias granadinas. El 15,8% de los hogares reconoce que no puede mantener su casa fría en verano o caliente en invierno por cuestiones únicamente económicas. Es una de las conclusiones que se desprende del último estudio titulado Pobreza, vulnerabilidad y desigualdad energéticaelaborado por la Asociación de Ciencias Ambientales y que recoge datos de 2014. No es la primera vez que los ambientólogos hacen una radiografía de una situación tan compleja como desconocida. Sólo hechos tan graves como la muerte de una mujer de 81 años en Reus el pasado lunes a causa de un incendio provocado por una vela al no disponer de electricidad han sido capaces de 'sacar' la pobreza energética de la cotidianidad de entornos desfavorecidos para auparla al nivel de debate social.
El caso de Reus es extremo, pero en Granada son miles las familias que se tienen que conformar con pasar el invierno con el brasero como único recurso para combatir las bajas temperaturas. Esta situación se ha agravado a causa de la crisis económica y del progresivo encarecimiento de la energía eléctrica.
La Asociación de Ciencias Ambientales (ACA) publica informes sobre la carestía energética desde 2012. En aquel primer balance -elaborado con datos referidos a 2010- se estimó que el 10% de los hogares no disponía de los medios económicos suficientes para mantener lo que se denomina una temperatura de confort en su vivienda. O lo que es lo mismo, pasar frío en invierno y calor en verano, una situación que, evidentemente, sufren más -y con más crudeza- aquellas familias con escasos recursos económicos. No sólo tienen que limitar el consumo eléctrico, tampoco tienen medios para adecuar su vivienda, como instalar ventanas que mejoren el aislamiento térmico o equipar el hogar con un sistema de calefacción eficiente y eficaz.
Cuatro años después, el porcentaje ha crecido en cinco puntos, según los datos elaborados para Andalucía y que se pueden aplicar, con toda la prudencia, a la provincia. "Nos hemos encontrado con que indicadores como la percepción" de no poder mantener la vivienda dentro de una temperatura de confort "o el retraso en el pago de las facturas son peores", reconoce uno de los autores del informe de la Asociación de Ciencias Ambientales, José Luis López. Uno de los motivos es que el documento, publicado ahora, se refiere a información recogida en 2014, cuando los datos económicos indicaban todavía una situación de precariedad generada después de años de crisis. Otro de los motivos al que apunta López es que desde el Estado no se ha hecho nada. "Lo que se ha podido hacer ha sido a nivel autonómico y municipal" para paliar una situación que puede calificarse de emergencia social, como, de hecho, se denominan algunos de los programas creados para paliar los casos mas graves.
Otros datos que aporta el informe -y que coloca a la comunidad como una de las que presenta peores datos a nivel nacional- son que el 15,3% de los hogares destinan más del 10% de los ingresos a pagar las facturas, y que el 11,2% paga con retrasos. Uno y otro son elementos que también se valoran para determinar si un hogar se encuentra en situación de pobreza energética. El 23,4% de las familias encuestadas, además, reconoce que su casa tiene goteras, humedades y podredumbres.
Para medir una realidad tan compleja como la pobreza energética se establecen varios tipos de indicadores. Unos están relacionados directamente con los ingresos de las familias. A menos ingresos, más necesidad de controlar el gasto energético. O lo que es lo mismo, aguantar el tirón si las temperaturas bajan, como es previsible que ocurra en las próximas semanas. Según la metodología empleada en el informe de los ambientólogos, la pobreza monetaria y la energética están directamente ligadas. Así, establecen tres umbrales de renta, desde los 415 euros al mes para la primera persona del hogar hasta los 800 euros mensuales. En este tercer bloque se puede encuadrar a cuatro de cada diez familias.
Otros indicadores para medir la incidencia de la pobreza se calcula a través de las percepciones de los encuestados. Ahí se pregunta por la temperatura inadecuada en el hogar, el retraso en el pago de los recibos y la presencia de goteras o humedades en la vivienda.
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