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jueves, 22 de diciembre de 2016

Carta de Navidad a todos los padres, de parte de un niño que no los tiene el Huffington Post

 

Tus hijos no van a recordar lo que les regales para Navidad. Olvídate de eso.
Al menos, yo no me acuerdo.
Mi madre murió cuando era un adolescente, mi padre, cuando entré en la veintena. Y cuando pienso en las navidades que pasaba con ellos, me acuerdo de ellos. No me acuerdo de sus regalos.
Recuerdo a mi madre pisando fuerte la nieve y echando alpiste para dar de comer a los pajarillos con alas de colores que seguro que se lo comerían muy a gusto.
Recuerdo las tardes lentas alrededor del fuego.
Recuerdo el ponche de huevo, tomado a sorbitos, y las velas de arena y cera.
Recuerdo los paseos de Nochebuena con la familia, a veces cómodos y otras, a -20 grados.
Recuerdo su amor, no sus regalos.
Recuerda: el niño con más regalos no es el que gana.
Tus hijos no necesitan más cosas. Te necesitan a ti.
Lo diré sin rodeos: llegarán unas navidades en las que tú no estés. Ojalá pase mucho tiempo hasta ese momento, pero también podría ocurrir pronto. No se trata de un pensamiento morboso, sino centrado. Tus hijos siempre tendrán cosas. A ti no te tendrán siempre.
Así que, abrázalos. Léeles.
Haz el tonto con ellos y demuéstrales que la alegría existe más allá de los regalos.
Baila con tus hijos y crea recuerdos. Ve con ellos la película Elf y reíros a carcajadas. Tómate tu tiempo con ellos. No conciertes citas esos días, porque tus hijos son más importantes. Rechaza algo para poder aceptar una opción mejor.
Haz una pausa estas vacaciones para poder acurrucarte con tu pequeño. O ponte a escuchar al mayor. No pases más tiempo viendo el fútbol con tus hijos que jugando con ellos.
Recuerda: no se trata de las cosas. Nunca ha sido así y nunca lo será.
Por favor, no regales a tus hijos algo tan barato como las cosas. Los objetos nunca conectan a la gente de una forma significativa. De hecho, tienen el efecto contrario, la aíslan: "Yo juego con mis cosas y tú con las tuyas".
Los objetos te llenan las manos, y te impiden tocar el alma de la otra persona.
Los objetos te llenan los oídos, y te impiden escuchar los gritos del corazón de tus allegados.
Los objetos te llenan los ojos, y te impiden ver el tremendo valor de la gente que tienes justo enfrente.
Recuerda: los mejores recuerdos no están hechos de dinero. Los mejores recuerdos están hechos de gente y lugares. Si tienes dinero, gástalo en recuerdos. Si no tienes dinero, no pasa nada, porque el dinero no es un requisito previo para los recuerdos.
Estas navidades, y las que estén por venir, recuerda que los regalos no serán un recuerdo. Tu presencia, sí. O tu ausencia. Mis padres ahora están ausentes; no puedo cambiarlo y ellos tampoco. Pero cuando pudieron, me regalaron recuerdos. Y yo los mantengo.
Recuerdo las últimas navidades de mi madre. Estaba enferma y todos lo sabíamos. Esa última mañana de Navidad, se sentó en el sofá con un enorme oso de peluche y miró a sus hijos. Y sonrió.
Y esa sonrisa sigue siendo uno de los mejores regalos que he recibido nunca.

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