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sábado, 3 de diciembre de 2016

Granada apolillada granadahoy.com

JUAN JOSÉ RUIZ MOLINERO

No creo que exista en Europa una ciudad con más proyectos frustrados ni con mayor capacidad de resignación

Me duele, cada vez que escribo sobre Granada y su situación, comparada con las del entorno, ver como en vez de resolverse los problemas, se acumulan, surgen otros nuevos, mientras se apolillan en los cajones y en el armario de los olvidos y los olvidados ideas, cosas y hasta personas. Como leemos en este periódico, llevamos más de 600 días de aislamiento ferroviario y no hay señales de que el asunto tenga visos de solución, aunque fuese provisional, volviendo a los trenes del siglo XIX, a la estación de película del Oeste, a los viajes interminables, al 'Corto' de Loja, el 'Expreso' o el 'Correo'. Ya es triste para cualquier ciudad, por muy rara que sea, añorar el pasado en materia de comunicaciones, desarrollo, riqueza, esplendor, influencia, etc., etc. En realidad, para llegar a un lugar civilizado en materia ferroviaria, tenemos que tomar, antes, una diligencia, es decir un autobús. La revolución industrial que se gestó a través de las comunicaciones de materias y personas por el ferrocarril, no ha llegado todavía. Tampoco tenemos industrias que la hicieron posible. La contaminación de los humos de las fábricas ha sido superada por los tubos de escape, mientras el Metro, que tantas molestias ha ocasionado, sigue retrasando su inauguración.
Ahí tenemos nuestra sanidad, sumida en una crisis inexplicable cuando acaba de inaugurarse un flamante hospital que, al parecer, no está dotado para ser el mejor. Escribí sobre la anécdota de un familiar que en los primeros días no pudieron quitarle una escayola porque no se encontraban unas tijeras. Acabo de escuchar que una parturienta que, procedente de un pueblo, fue llevaba por la premura al hospital del PTS, tuvo que dar a luz en los pasillos porque no había personal especializado que pudiera atenderla. Corre la leyenda de que los taxistas se han convertido en consejeros médicos cuando le piden a un enfermo los síntomas para trasladarlo a las urgencias de un hospital u otro. La fusión puede convertirse, para algunos, en defunción. ¿Adónde ir?, se preguntan enfermos y familiares en una duda hamletiana, ante una crisis inesperada. Ante tal caos, los granadinos han salido a la calle masivamente para pedir dos hospitales completos.
De los temas culturales para qué hablar. Lo que iba a ser un logro emblemático para conseguir, al fin, la unión Lorca-Granada, está a las puertas de los tribunales. El proyecto del Teatro de la Ópera está apolillado, el futuro del Festival Internacional de Música y Danza -o más sólido de nuestro panorama cultural- está entrando en el peligroso terreno de las disputas políticas. Sé que aburro al lector repitiendo que no creo que exista en Europa una ciudad con más proyectos frustrados ni con mayor capacidad de resignación.

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