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viernes, 13 de enero de 2017

Hacia una gobernanza mundial más democrática el Huffington Post

 
Senadora por Navarra y secretaria general del Grupo Parlamentario de Podemos en el Senado

Foto: ISTOCK
Este artículo ha sido escrito conjuntamente con Alejandro Pérez, analista político
En estas dos últimas semanas se ha discutido, tanto en el Congreso como en el Senado, la ratificación de la entrada de España en el nuevo banco de desarrollo promovido por la República Popular China en el año 2013.
Pese a pasar desapercibido ante los medios de comunicación, estamos asistiendo a un hecho de trascendencia histórica que pone de manifiesto el declive de la hegemonía estadounidense en el mundo y la consolidación de un nuevo modelo de gobernanza multipolar en el que el dragón asiático, China, empieza a marcar las pautas de la nueva gobernanza mundial.
El Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII) es la primera apuesta fuerte en el ámbito de la financiación por parte del gigante asiático para ganar posiciones geoestratégicas frente a las instituciones internacionales surgidas del acuerdo de Bretton Woodsacuerdo de Bretton Woods: FMI, Banco Mundial y Banco del Desarrollo en su expresión asiática, controlado por Japón.
De esta manera, se está produciendo un desplazamiento del centro de gravedad económico del Atlántico hacia el Pacífico.
Por un lado, encontramos a un decadente Estados Unidos cediendo posiciones e incapaz de mantener la cohesión interna del bloque occidental, transparentado en la incapacidad para detener la adhesión de países aliados -notablemente UK, Corea del Sur, Arabia Saudí y Australia-, tras haber presionado en sentido contrario, al nuevo banco impulsado por el Gobierno de Pekín. Por otro lado, encontramos una China al alza en constante expansión y ocupando los vacíos, blindando al territorio asiático de las influencias occidentales
En el eje pacífico, EEUU ha renunciado al canon comercial, manteniendo únicamente el canon militar, último bastión del dominio americano en la región.
Es necesario colaborar y consolidar una nueva arquitectura mundial que deje atrás los viejos vicios tanto de la Guerra Fría como del hegemón norteamericano.
Con la creación del BAII, China busca la formación de una nueva ruta de la seda capaz de reconectar en el plano comercial Europa con Asia y controlando los flujos de mercancías mediante el control de sus dispositivos de circulación, como son los aeropuertos, puentes, carreteras o puertos. Por otro lado, el nuevo banco supone una internacionalización del yuan, pasando de esta manera a una nueva política financiera más agresiva.
Lo más relevante de este banco, que contará con 100.000 millones de dólares de partida, es que ha dejado en evidencia la profunda crisis por la que pasa el clásico modelo de gobernanza mundial.
Una gobernanza que muchas veces se ha asentado en unas instituciones financieras internacionales abanderadas de la ortodoxia neoliberal y que han causado inestabilidad, pobreza y desigualdad allí dónde han intervenido. En América Latina, pero también en Grecia, se conocen de primera mano las terribles consecuencias de los planes de ajuste impuestos por el FMI y el BM.
La ausencia de democracia en dichas instituciones -que, recordemos, son financiadas por los fondos soberanos de los distintos países miembros- siempre ha sido una piedra para el cambio de rumbo en las recomendaciones y políticas implementadas y defendidas tanto desde el FMI como desde el BM. Una de las buenas noticias del nuevo banco asiático es la incorporación de mecanismos más democráticos para la toma de decisiones -como, por ejemplo, que no dependa de la aportación al banco el número de asientos del que se dispone en los órganos de dirección-.
Desde el Gobierno español, en vez de continuar haciendo política a base de improvisación y mimetismo, se debería empezar a tomar la iniciativa y el liderazgo regional que nos corresponde para apostar con fuerza por apoyar estructuras que descentralizan el poder mundial y abren nuevas ventanas de oportunidad para constituir un orden global más cercano a los países del sur y más útil para las mayorías sociales de los distintos países.
Necesitamos una política de Estado propia emancipada de los intereses de las grandes constructoras y de intereses ajenos a los de la ciudadanía propiamente. En este sentido, es necesario colaborar y consolidar una nueva arquitectura mundial que deje atrás los viejos vicios tanto de la Guerra Fría como del hegemón norteamericano. Al mismo tiempo, es imprescindible ser veladores del cumplimiento de los derechos humanos, notablemente los derechos laborales en una zona del mundo que sigue ejercitando prácticas abusivas, con la vista puesta en no perder el tren mundial y en ser conscientes de que debemos seguir apostando por un modelo que respete las soberanías nacionales permitiendo la diplomacia de paz y un nuevo mundo más equitativo, justo y amigo de los pueblos.

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