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domingo, 2 de abril de 2017

Por qué dejé de buscar consejos para educar en Internet elhuffingtonpost



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Cuando mi hijo era pequeño, yo dependía muchísimo de Internet. Y cuando digo que era pequeño, es que lo era. Los médicos nos dijeron que tenía "retraso en el desarrollo", un diagnóstico que ningún padre quiere recibir. Internet me ofreció el mejor apoyo en forma de foros de madres en los que proporcionábamos apoyo, consuelo y consejo a otros padres que estuvieran en situaciones similares.
Me sabía los pesos medios de los bebés de cualquier parte del mundo, celebraba que el bebé de alguien engordara 50 gramos y me compadecía de las madres que lloraban cada vez que tenían que pesar a sus hijos. Me apoyaron, me entendieron y me dieron un montón de trucos para ganar peso que, desgraciadamente, funcionaron conmigo y no con mi hijo.
A medida que mi hijo crecía, mi ansiedad pasó a deberse a que mi hijo dormía muy mal. De nuevo, encontré un montón de páginas web en las que había mujeres despiertas a cualquier hora de la noche por culpa de sus hijos.
Y así siguieron las cosas durante la infancia de mi hijo. Cada vez que había un problema, podía rodearme de miles de personas que estaban viviendo lo mismo que yo. Era una época perfecta para ser padre, te ayudaban a entender que el problema de turno era normal, puede que no siempre fuera agradable, pero no era raro. Había gente del barrio de al lado, de Canadá, de Alemania, de Sudáfrica y de todos los países del mundo que estaban pasando por lo mismo.
Estaba a un clic de miles de historias y personas que podían ayudarme.
No estoy segura de cuándo dejé de buscar en Google para obtener apoyo, pero diría que fue cuando la confianza que tenía en mí como madre superó a mi ansiedad. Hay muchos menos consejos para padres de niños de 15 años que para madres de niños de 2 años, por algo será.
Estos consejos me entran por un oído y me salen por el otro.
Puede decirse que una de las mejores cosas que he hecho criando a un adolescente es dejar de tener miedo a hacerlo mal. Ya no me preocupo por lo que piensen otras personas. He sido madre durante el tiempo suficiente como para conocer muy bien a mi hijo y como para saber lo que funciona. Lo sé yo y no esa vecina o esa persona que está al otro lado de la pantalla.
No me malinterpretes, desgraciadamente la gente te sigue juzgando. Si le digo a alguien lo que hace mi hijo, me dicen lo típico: "No deberías dejarle", "yo nunca haría eso", "no está bien que los adolescentes hagan eso" o "no, deberías hacer esto". Pero estos consejos me entran por un oído y me salen por el otro. Está bien escuchar las opiniones de otras personas, pero no han influido en las decisiones que he tomado.
Cuando mi hijo era pequeño, necesitaba que el mundo me aprobara. Ser madre es el trabajo más difícil que he tenido y no estaba segura de estar haciéndolo bien.
Me recordaba a cuando estaba aprendiendo a conducir: tenía que aprender para no matar a nadie, para no provocar atascos y para que las cosas no fueran como yo no quería. Pero ahora que llevo conduciendo mucho tiempo, estoy segura de que lo hago bien, sin contratiempos, y que a nadie le afecta negativamente mi manera de conducir.
Pasa lo mismo con la maternidad. Estoy segura de que otras personas utilizan distintos caminos para llegar al mismo sitio, distintas paradas e incluso distintos medios de transporte, pero a ellos les funciona. Igual que a mí y a mi copiloto nos funciona mi forma.
Ya no escucho a los conductores que se sientan en la parte de atrás, ya no me preocupa que la gente no esté de acuerdo conmigo y te aseguro que así el viaje es mucho más tranquilo.
Actualmente sigo dependiendo de Internet, pero ahora porque intento que todo el mundo esté de acuerdo con mis opiniones políticas. Algo me dice que será más difícil que criar a mis hijos...

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