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viernes, 23 de junio de 2017

Lo que ha cambiado después de un año sin comer carne elhuffingtonpost

EXELS
Hace un año cambié mi traje de carnívora por un disfraz de vegetariana.
Después de haber sido una amante de la carne reconocida, cambié mi ruta hacia un vegetarianismo convencido. Me gustaba la carne. Pero cuando te quitas los anteojos es verdad que pierde su encanto. De escuchar pasas a leer, de reflexionar pasas a tomar decisiones. Y, un día, lo dejé.
Un año después, ¿qué ha pasado?
Los gustos cambian, las sensaciones permanecen.
Antes le cogí el gusto a ser carnívora y ahora se lo he cogido a ser vegetariana.
Ahora me relamo con mis nuevas lasañas, con mis nuevas pizzas y con mis nuevos patés.
No he perdido en sabor, ¡he ganado en diversidad!
Revisar la alimentación también consiste en reaprender a cocinar y en descubrir todo lo que nuestras costumbres nos impedían buscar.
Empiezas a ver la carne desde otro punto de vista.
Las primeras semanas, tomé conciencia de todo lo que no iba a comer más y tengo que reconocer que a veces se me veía en los ojos una angustia de tragicomedia.
Pero todo esto era sin contar con la comprensión cada vez mayor de lo que ponía en el plato hasta entonces.
Saber y, sobre todo, dejar de ignorar las realidades, me cortó las ganas de barbacoas.
La opción vegetariana pasó a ser, para mí, lo natural.
Ahora hasta me sorprendo al darme cuenta de mi aversión por el salchichón. Y antes era mi criptonita.
Ahora te planteas otras preguntas.
El porqué del vegetarianismo varía de una persona a otra.
Por mi parte, yo me vi con este combo: no quiero comer más animales ni dañar el espacio en el que vivo.
Estas motivaciones conllevan inevitablemente otros cuestionamientos:
'No quiero comer más animales' significa que no quiero que maten a otros seres vivos por mi simple placer gustativo.
Pero si me niego a estas explotaciones y a estas matanzas, ¿puedo aceptar la participación en la explotación y las matanzas para otros productos alimentarios, para mis productos de belleza o para mi ropa?
'No quiero dañar el espacio en el que vivo' significa que quiero el bien de nuestro planeta.
Pero si quiero cuidarlo, ¿no debería revisar otros niveles de mi consumo?
Estoy lejos del veganismo y estoy lejos de llegar a establecer la guía del perfecto consumidor, pero hacerme vegetariana me abrió ojos sobre nuestra sociedad y eso me parece excelente.
Me falta coraje y a menudo voluntad, pero, poco a poco, trato de hacer lo mejor por que concuerden mis pensamientos y mis actos.
Hablamos y hacemos hablar.
Si cambio mis códigos deportivos y paso del yoga a la musculación, eso no va a suscitar interrogatorios durante seis semanas entre mis conocidos.
Si no organizo veladas en casa para hablar sobre mis nuevas rutinas deportivas, la noticia no irá más allá de mi círculo cercano y, sin duda, no cambiará en nada sus costumbres.
Por el contrario, un cambio de alimentación no puede pasar desapercibido.
Las comilonas entre amigos, los almuerzos profesionales, las comidas en familia... Imposible cortar con ello. ¿Por qué? ¿Y cómo?, preguntarán seguramente señalando a tu plato.
Eso generará sonrisas, preguntas, pero nunca dejará indiferente a nadie.
Te sientes mejor.
Cuanto más comprendía los males que resultan de nuestra alimentación carnívora, menos me sentía una buena persona.
La escritora Marguerite Yourcenar decía: "Es difícil digerir una agonía", y yo, dentro de mí y de mi corazón, tenía la muerte y el sufrimiento de otros seres sensibles.
Hoy en día lo entiendo y mi vegetarianismo no procede de una elección y de una voluntad que mantener en vilo.
Hoy en día es la respuesta a mis preguntas y, aunque siga siendo incoherente en muchas de mis acciones, me insufla un poco de humanidad.

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