Empecemos por definir qué es el terroir. El terroir está conformado por el suelo, el clima y la acción del hombre, pero fundamentalmente por la cultura de un lugar. El porqué de la fama de algunos terroirs en particular tiene que ver con las diferencias que sus vinos puedan reflejar en las copas. Cuando esos rasgos originales y diferenciales se pueden expresar cosecha tras cosecha, y ser apreciados por muchos consumidores alrededor del mundo, llegan la fama, el prestigio y lo más importante, las ventas. Es válido ratificar que lo que hace imposible lograr dos vinos iguales es el terroir. Este concepto es la base de las denominaciones de origen que rigen los vinos europeos, y que tibiamente los países del Nuevo Mundo buscan emular a su manera.
Francia fue el primer país que clasificó sus terroirs. Como indica su nombre, la Clasificación de 1855 fue establecida en esa fecha a petición de Napoleón III para la exposición universal de París. La meta de esta exposición fue reunir todos los productos que eran un motivo de orgullo para Francia. Así Napoleón, a la cabeza del país, pide a los corredores de vino bordeleses que redactaran una lista exacta y completa de todos los tintos y blancos que formaban parte de los Grands Crus del departamento. Los vinos elegidos fueron repartidos en cinco categorías: desde los premiers crus classés hasta los cinquièmes crus classés. Por razones políticas, todos los tintos clasificados fueron procedentes del Médoc: sólo una excepción: el Château Haut Brion. En lo que se refiere a los blancos, todos fueron licorosos de Sauternes y Barsac. En su conjunto: 88 tintos y 27 blancos clasificados. La particularidad de esta clasificación es su irreversibilidad, es decir que todos los viñedos clasificados forman parte de esta lista desde 1855. La única excepción es el Château Mouton Rothshild que, en 1973, logró pasar del segundo hasta el primer Cru. La elección no se basó sólo en los informes de precios y prestigio adquiridos a lo largo de los años; también influyeron las catas de muestras recientes enviadas por los propios châteaux. El comité estaba compuesto también por propietarios y negociantes; la base fue los precios de los últimos cien años, la calidad demostrada en ese tiempo y la categoría de los suelos, también se pidió un informe a los comerciantes de la Bolsa de Burdeos que trabajaban desde hace tiempo en valoraciones de este tipo. El listado quedó como oficial y fue el mismo que se envió a la Exposición de Londres de 1862.
Después de todos estos siglos, la clasificación de 1855 y todos los vinos que la componen tienen una importancia primordial no solo en Burdeos sino también el resto del mundo.
Cuando en España se habla de Vino de Pago se suele equiparar con los Grands Crus Classés. Y aunque no se trata de una equivalencia exacta, sí es cierto que ambas denominaciones tienen unas características similares. Ya hemos explicado que con el término Grand Cru se hace referencia a un concepto que evoca una parcela o finca donde se elaboran vinos excepcionales gracias a un excelente terroir y del buen hacer del viticultor. Ese concepto es muy similar al que se refiere el término Vino de Pago, que pone el acento en la singularidad de los viñedos y en la calidad de las elaboraciones.
Pero en nuestro país se ha dado un paso más allá en un intento de diferenciar vinos excelentes y otros de mucha menos calidad producidos dentro de la misma zona: Ya la Denominación Calificada Priorato aprobó hace unos años el reglamento de los llamados Vinos de Villa, vinos producidos en un municipio concreto con un terroirdefinido. Le siguió hace un par de años la Denominación de Origen Cava reconociendo los Cavas de Paraje, cavas obtenidos a partir de vinos de una finca concreta y con un terroir especial.
Y ahora es Rioja la que modifica su reglamento para clasificar sus vinos de otra manera, mucho más lógica a mi modo de ver y que abren muchas posibilidades para todos pero en especial para las bodegas pequeñas. Se trata de los vinos de viñedo singular, vinos de zona y de municipio. Pedro Sancha, Presidente de la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja, comparaba la elaboración del vino con una película, en la que la que "no muy afortunadamente hemos hecho que el actor secundario del vino, que es la madera, se convierta en principal, ya que el vino tiene más o menos calidad en función del tiempo de permanencia en barrica". Así, "este modelo nuevo de viñedo singular devuelve el protagonismo de la calidad al viñedo". De esta manera, se va a garantizar por primera vez que "la uva sea de auténtica calidad".
El nuevo modelo será compatible con el modelo de crianzas, reservas, grandes reservas y vinos sin crianza, duplicando las posibilidades. Este modelo basado en el terroir, ha dicho Sancha, "es un buen ejemplo de cómo el Rioja ha sabido reinventarse". La nueva clasificación será:
1.Vinos de Viñedos Singulares:El viñedo deberá tener al menos 35 años de edad y el rendimiento máximo admitido será de 5.000 kilos por hectárea para uvas tintas y de 6.922 para blancas y del 65% en transformación en bodega. Se exige propiedad de los viñedos o contratos de arrendamiento estable durante al menos diez años.
2.Vinos municipales:Al menos el 85% de las uvas deberán proceder de la localidad a que se haga referencia o de municipios limítrofes. No se establece limitación alguna de rendimientos (las mismas que el conjunto de la DOCa). Se exige que la bodega esté ubicada en el municipio, en contra de lo que sucede con el vino de Viñedo Singular.
3. Vinos de zona: Al menos el 85% de las uvas deberán proceder de la comarca a que se haga referencia (Rioja Alta, Rioja Oriental -antes Baja- y Rioja Alavesa) y el resto de municipios limítrofes. Tampoco se establecen limitaciones de rendimientos y se exige que la bodega esté ubicada en la zona.
Por la posición de liderazgo de los vinos de Rioja en nuestro país, seguramente muchas denominaciones de origen seguirán este ejemplo… que aunque ahora les pueda parecer un poco farragoso, es un gran beneficio para el consumidor, que verá reforzada la calidad de sus vinos favoritos.
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