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viernes, 8 de diciembre de 2017

Cómo armar a los niños contra los pensamientos negativos elhuffingtonpost

"Es necesario que los padres estén atentos, que escuchen lo que tienen que decirles sus hijos y que no ignoren o minusvaloren sus problemas"


Algunos comportamientos en la infancia parecen una especie de fuerza caótica que los padres deben resistir o "gestionar" mediante la disciplina. La suposición natural es que todos los niños actúan siguiendo más o menos los caprichos de su cerebro en desarrollo, desencadenando rabietas, disgustos y demás. No obstante, esa idea pasa por alto la capacidad de los niños para asumir una disciplina mental, controlar su propia mente y combatir sus peores impulsos. Las mismas aptitudes que mantienen a papá fuera de la cárcel pueden lograr que los niños crezcan más felices y sean más fáciles de educar.
"La idea es muy sencilla: nuestros pensamientos pueden ayudarnos a sentirnos felices, calmados, enfadados, o tristes", explica el doctor Daniel Amen, psiquiatra infantil y autor de Captain Snout and the Super Power Questions.
Daniel Amen indica que a los niños se les puede dar las herramientas para controlar esos pensamientos o protegerse contra ellos. Cuando dominas tus pensamientos, los procesos químicos que los provocan tienden a seguir ese mismo camino. La química cerebral es, hasta cierto punto, un circuito de retroalimentación. Es una buena y una mala noticia, ya que los pensamientos transitorios pueden tener consecuencias y, como señala el doctor Amen, "los pensamientos mienten. Mienten mucho".
La técnica de biorretroalimentación permite a los médicos detectar los efectos físicos de los pensamientos de forma muy similar a como lo hace un detector de mentiras: a través del ritmo cardíaco, el sudor de las manos, la temperatura corporal y la respiración. Daniel Amen, que utiliza este método, asegura que las reacciones son enormemente coherentes:
"Cuando hago que los niños piensen en cosas felices, sus palmas se calientan, se secan y sus músculos se relajan. Su respiración se ralentiza y pasa a ser más profunda y eficiente. Cuando les hago pensar en las cosas que les ponen tristes, sus manos se enfrían casi al instante, empiezan a sudar más, su respiración se vuelve más errática y su ritmo cardíaco se acelera".
Cuando los pensamientos falsos no se ponen en tela de juicio, pueden moldear el mundo de una forma siniestra que no es coherente con la realidad. Especialmente cuando esos pensamientos son negativos. El doctor Amen los llama PNA (pensamientos negativos automáticos) y pueden hacer que un niño, por ejemplo, le eche la culpa a otro por sus problemas personales, que dé por hecho que no le cae bien a otra persona o que crea que le va a pasar algo terrible sin motivo alguno.
Por suerte, para contrarrestar esos pensamientos solo hacen falta dos palabras, según Daniel Amen: "¿Es verdad?".
Hay que evitar decirle a un niño que un pensamiento es ridículo. En lugar de eso, enséñale a descubrir por sí mismo por qué es ridículo ese pensamiento.
"Esas dos palabras son extraordinariamente poderosas, así que la idea es que, cuando te sientas triste, enfadado, nervioso o impotente, te lo pienses bien y te hagas esa pregunta", recomienda.
Pero claro, los niños no están muy habituados a la introspección, así que necesitan la ayuda de sus padres para detectar los PNA y eliminarlos mediante una seria reflexión. Para eso es necesario que los padres estén atentos, que escuchen lo que tienen que decirles sus hijos y que no ignoren o minusvaloren sus problemas. En pocas palabras, es necesario salir al paso de pensamientos ridículos, no por ser verdaderos o falsos, sino por ser peligrosos. Hace falta una ayuda de los padres, pero es una batalla que se puede vencer.
Hay que evitar decirle a un niño que un pensamiento es ridículo. Es dañino y así no aprende nada. En lugar de eso, enséñale a descubrir por sí mismo por qué es ridículo ese pensamiento. En cuanto aprenden a borrar sus temores, empiezan a ser poderosos (y de eso tratan precisamente películas como It).
Al tirar del hilo de los pensamientos negativos, los padres y sus hijos pueden acabar con sus demonios. A veces es algo complicado e impredecible, pero otras veces es tan simple como darse cuenta de cosas como: "¡Le caigo bien a la gente!".
En realidad, este método no tiene nada de mágico y no requiere la ayuda de ningún psiquiatra ni conocimientos de la materia para que los padres empiecen a aplicarlo de forma correcta. De hecho, Daniel Amen señala que, cuando los padres comienzan a ayudar a sus hijos a manejar los pensamientos negativos, muchas veces acaban utilizando ese método ellos mismos. Pero, a fin de cuentas, ni siquiera es un truco mental.
"Lo que les enseñas a tus hijos es sinceridad, y a mí me encanta el pensamiento exacto", resume.

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