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lunes, 8 de enero de 2018

La trata como violencia de género y violación de derechos fundamentales elhuffingtonpost

Primer capítulo del libro 'Todas', una crónica de la violencia contra las mujeres


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Es rubia, alta, de ojos grandes. Se nota que fue una linda joven y sigue guardando esa belleza a pesar del paso del tiempo. La escucho atentamente. Está sentada sola en la mesa frente al público.
No suele gustarme ver la exposición de supervivientes de la trata dando su testimonio, porque a veces se convierte en un obsceno relato de dolor que sigue posicionando a la mujer en situación de víctima. Pero Erin ha logrado colocarse en otro lugar, en esa posición privilegiada y empoderada para analizar un crimen que ella conoce mejor que cualquier experta.
Erin se rompe en la mesa durante la conferencia, Erin se reconstruye de nuevo, Erin analiza el sistema y el negocio de la esclavitud del siglo xix con una clarividencia enorme.
A Erin se le sigue quebrando la voz cuando explica que a pesar de ser una superviviente, una esclava sexual nunca llega a curarse del todo
Después de 15 años sigue quebrándose su voz cuando habla en público porque explica que a pesar de ser una superviviente, una esclava sexual nunca llega a curarse del todo.
Relata con detalles su captación, transporte desde Rumanía y su posterior explotación en el Estado español. Con la realidad de su historia define todo el proceso y las claves para entender el negocio criminal de la trata. Parece que el tiempo no hubiese pasado, sus recuerdos son tan claros como si los viviese en ese momento.
Es una valiente, pero de todo su maravilloso discurso hay una frase que me impacta, nos dice mirándonos a los ojos: «¿Os imagináis quiénes eran mis clientes? Pues policías, concejales, empresarios, agricultores..., gente normal. Una vez dije a uno de ellos que por favor me ayudase porque me obligaban a prostituirme, pero el cliente se lo dijo a mi madame, que después me castigó». Noto un escalofrío que me sube desde la espalda y me pregunto cómo se puede terminar con esta lacra normalizada por nuestras sociedades capitalistas y globalizadas.
Cuantificar el negocio de la trata y a las víctimas es prácticamente imposible, y en ello coinciden desde organizaciones y estados a entidades internacionales
Miro las dos manos de Erin encima de la mesa, las tiene alrededor del micrófono, como si quisiera abrazar su voz y su dolor. Se la ve pequeña ante la industria enorme de la explotación que está describiendo, pero también se la ve muy grande señalando la responsabilidad de las redes, de la sociedad y de los estados. Intento contener las lágrimas para no llorar de admiración.
Cuantificar el negocio de la trata y a las víctimas es prácticamente imposible, y en ello coinciden desde organizaciones y estados a entidades internacionales. Saben que los datos aportados son aproximados, sospechando que la realidad, desgraciadamente, supera lo imaginado. Pero todos están de acuerdo también en señalar la fuerte feminización de este crimen. Estiman las organizaciones internacionales que entre el 85 y el 90 % de las víctimas de explotación son mujeres, dándose una feminización de la trata que va paralela a la feminización de la pobreza y las migraciones, todo ello fenómenos interrelacionados. La mayoría de los casos de trata de mujeres y niñas están dirigidos a la explotación sexual, pero también al trabajo doméstico, servidumbre y matrimonios forzosos. Según el Informe Mundial sobre la Trata de Personas, 2014, de UNODC, la mayoría de las víctimas con fines de explotación sexual eran mujeres, siendo un tercio las mujeres que eran explotadas en trabajos forzosos[1].
Los números y estadísticas jamás podrán medir y transmitir el sufrimiento, el dolor, el trato inhumano y la vergüenza que pasan las mujeres atrapadas en estas redes
Cuando se habla de trata de seres humanos quieren hablar de estadísticas y números de víctimas. Aunque los tengan, esos números jamás podrán medir y transmitir el sufrimiento, el dolor, el trato inhumano y la vergüenza que pasan las mujeres atrapadas en estas redes... Sólo serán números, sin cara, sin identidad, sin futuro.
Las causas que facilitan el gran número de víctimas mujeres y niñas en este negocio proceden de las relaciones de poder basadas en la desigualdad en nuestras sociedades construidas bajo sistemas heteropatriarcales. Las situaciones de violencia que afectan más a las mujeres, la diferencia de oportunidades de trabajo y la existencia de nichos laborales específicos para nosotras son factores relacionados con el género que inciden en la situación de trata. Dentro de esos «espacios de trabajo» reservados a las mujeres se encuentra la industria de los cuidados, el servicio doméstico y la demanda de mujeres para el mercado sexual.
La violencia contra las mujeres se sitúa como un factor que alimenta la trata y es determinante junto a otras realidades que afectan a las mujeres y niñas como la pobreza, la falta de oportunidades, el no respeto a los derechos de la infancia y las leyes restrictivas respecto a las migraciones.
La mujer en situación de migración es señalada proclive a ser víctima de esa violencia.
Hay que destacar que las desigualdades de género en el sistema patriarcal, tanto en países de destino como de tránsito y origen de las víctimas de trata, determinan la explotación en muchos casos por encima de la situación social de las mujeres, aunque la mayoría de las mujeres víctimas de la trata en el mundo proceden de contextos de pobreza. Así, aunque la violencia de la trata puede ser sufrida por cualquier mujer, las mujeres en situación de falta de recursos, analfabetismo, aislamiento social y un largo etcétera de situaciones de desigualdad son colectivos más vulnerables para sufrirla. La mujer en situación de migración es señalada proclive a ser víctima de esa violencia.
Sigo escuchando la conferencia de Erin y de su relato se puede extraer el concepto de «trata de seres humanos» recogido en el Protocolo de Palermo[2]como la primera definición sobre este crimen consensuada a nivel internacional y que rige los marcos legales aplicables en los distintos países. Dice el protocolo que la trata supone «la captación, el traslado y el transporte, la acogida o la recepción de una persona utilizando la violencia, amenazas, engaño, rapto, el abuso de poder o abuso de la situación de vulnerabilidad u otros elementos de coacción con el fin de someterla a explotación y lucrarse con su actividad».
Los 'loverboys' utilizan el amor romántico como una forma de atrapar a las víctimas y mantener el control sobre ellas.
Ella explica que aunque muchas de las mujeres proceden de lugares muy pobres, no era su caso. Ella al menos había estudiado, pero quería mejorar, avanzar en la vida. Entonces apareció él, un reclutador, el loverboy que le ofreció ir a España para tener un futuro mejor. Los loverboys son una de las figuras de captación más extendidas en el mundo y utilizan el amor romántico como una forma de atrapar a las víctimas y mantener el control sobre ellas.
Pero hay múltiples formas de reclutar a las mujeres y niñas, ya sea a través de familias que permiten o fuerzan la situación de explotación, falsos matrimonios, internet, ofertas de trabajo e incluso secuestros.
Fue trasladada al lugar de la explotación por la red. En aquel momento su país, Rumanía, no pertenecía a la Unión Europea y su viaje fue facilitado por las personas que posteriormente la explotarían. Estos intermediarios que efectúan los transportes se encargan de la organización del viaje y pueden incluso acompañar a las víctimas. En el caso de que no viajen con ellas tienen a otras personas intermediarias en el país de destino que se encargan de recuperar a las mujeres y a las niñas.
Aunque muchos de esos traslados de víctimas se hacen cruzando fronteras —como fue el caso de ella—, otros son internos dentro del propio país, dándose una diferencia entre trata internacional y trata interna. La aparición de una trata interregional en zonas donde existe un acuerdo de libre circulación entre los estados, como es el caso de la Unión Europea, ha definido un nuevo tipo de trata interna y marcado unos desafíos para la creación de legislación interregional destinada a la protección de víctimas y la persecución del delito.
Los organismos internacionales están de acuerdo en definir la trata como una violación de los derechos humanos, una violencia contra las mujeres y una forma de esclavitud
Sigue contando nuestra conferenciante que cuando llegó al destino fue consciente de ser una víctima para la explotación sexual, en su caso para la prostitución ajena, aunque hay otras formas como el turismo sexual, la pornografía, pornografía infantil, matrimonios forzosos y la explotación sexual en el ámbito doméstico. Comenzó a vivir una pesadilla en la que sufría tratos inhumanos, amenazas, violencia física, coacciones... Su libertad estaba restringida y además era obligada a pagar una deuda. Se había convertido en una esclava sexual. El Consejo de Europa en su «Convenio sobre la lucha contra la trata de seres humanos»[3] del año 2005 identifica la trata como una violación de los derechos de la persona y que esta puede conducir a una situación de esclavitud.
La «Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer»[4], en su artículo 2, entiende la trata como una violencia contra las mujeres. Y en su preámbulo explica que «la violencia contra la mujer constituye una violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales e impide total o parcialmente a la mujer de gozar de dichos derechos y libertades»[5].
Así, los organismos internacionales están de acuerdo en definir la trata como una violación de los derechos humanos, una violencia contra las mujeres y una forma de esclavitud.
Sigo escuchando la conferencia de Erin, que se va creciendo y transmitiendo lo que pasó cuando logró escaparse de la red. Lo hizo gracias a una organización social con la que ahora colabora como agente de proximidad, intentando ayudar a otras víctimas que pasan por la misma situación que ella.
Las mujeres no se acercan a las autoridades porque temen a los castigos de las redes tanto para ellas como para sus familias
Sabe que su labor es muy complicada, que las mujeres no se acercan a las autoridades porque temen a los castigos de las redes tanto para ellas como para sus familias. Pero hay otros motivos, como el miedo a ser juzgadas por haber cometido delitos vinculados a su condición de víctima; estar en situación irregular en los países donde son explotadas; asociar a las autoridades con sus tratantes; o no percibirse como víctimas de trata, sino sentirse culpables y ver la situación de explotación como resultado de sus propios errores.
Además, las mujeres y niñas no quieren o no pueden denunciar, pero los procesos de recuperación, obtención de documentación y ayudas, de muchas de ellas están determinados por la cantidad y tipo de información que proporcionen para la persecución de las redes criminales. Pero muchas de las víctimas no tienen datos sobre las actividades de sus explotadores y las causas son desestimadas, y ellas quedan sin reintegración efectiva de sus derechos.
Los procedimientos judiciales son largos y muchas veces no se sienten seguras o apoyadas. Algunas de ellas dicen haber sido revictimizadas en los procesos de investigación. Además, el denunciar puede suponer un conflicto emocional, porque las obliga a llevar ante tribunales a personas que ellas consideraron «protectores», «amigos» o «parejas».
Siguiendo las indicaciones del Consejo, la clave para la reparación total de una esclava sexual tiene que ser siempre a través de la reintegración de todos sus derechos
Por eso Erin sabe que tras salir de la red comienza otra lucha, aquella por estar protegida, recuperarse, ser reparada y poder reintegrarse como ciudadana de pleno derecho. Siguiendo las indicaciones del Consejo, la clave para la reparación total de una esclava sexual tiene que ser siempre a través de la reintegración de todos sus derechos. Es aquí, en la recuperación de todos los derechos vulnerados por la situación de esclavitud, donde tienen responsabilidad los estados.
Para Erin, a veces las instituciones y la sociedad siguen mirándola como a una «puta», pese al tiempo pasado, pese a todos sus esfuerzos y su lucha, y pone de ejemplo una reunión con el alcalde de la ciudad. Ella estaba presente en la misma como representante de un colectivo de trabajadores empleados por el Ayuntamiento, que reivindicaban mejoras en su situación laboral. El señor alcalde, de forma jocosa, le recordó en medio de la reunión que «hasta las putas tenían suerte», haciendo referencia a su estatus de superviviente de la trata.
No sólo insultaba este representante público a Erin, sino que además olvidaba que las instituciones y los representantes de los estados tienen obligación en proteger, pero también de reparar a las víctimas de violaciones de derechos humanos, entre ellas las esclavas generadas por la trata. Así se expresa en la debida diligencia, que es una norma del Derecho Internacional Consuetudinario que obliga a los estados a prevenir y responder con debida diligencia a las violaciones de derechos humanos. Esto supondría responsabilidades en la prevención, protección, castigo y reparación —incluida la indemnización económica— de las víctimas. Dicha diligencia implica y responsabiliza también al estado por las violaciones de derechos que se produjesen en el ámbito privado, siendo cómplice de las mismas si no actuase contra ellas.
Erin lleva 12 años intentando que la justicia condene a sus tratantes
Erin lleva 12 años intentando que la justicia condene a sus tratantes, y los procesos de reintegración en la sociedad han partido de ella misma, de su fuerza y del apoyo de organizaciones sociales. Su intervención me ha parecido lo mejor de la jornada, tan real, pero a la vez con tanto análisis y reflexión.
Me alegra saber que sigue colaborando con una organización social y no dejo de pensar que la mayoría de los avances en lucha contra la trata que se han dado en el Estado español han sido liderados por colectivos y organizaciones sociales.
Habla esta sobreviviente de su nieto y se le cae la baba. Es tan joven para tener nietos que la miro y se lo digo. Ella me contesta que su vida ha sido una batalla diaria, pero nunca ha dejado de luchar. «Pude escapar, tuve fuerzas, pero hay muchas que no pueden hacerlo. Muchas mujeres y niñas son esclavizadas en el mundo. Ojalá pudiese luchar más para terminar con esto».
Capítulo extraído del libro 'Todas. Crónica de la violencia contra las mujeres' (2017, Libros.com), prologado por la magistrada Gloria Poyatos, del que son coautoras, además de Helena Maleno, Lydiette Carrión, Premio Género y Justicia de México 2012; Patricia Simón Carrasco, Premio de la Asociación de Mujeres de los Medios de Comunicación de España 2013 (AMECO); y Mónica García Prieto, Premio Cirilo Rodríguez 2017 otorgado a corresponsales españoles.

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