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viernes, 9 de febrero de 2018

5 errores que probablemente cometes al pedir vino en un restaurante elhuffingtonpost

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Pedir vino en un restaurante es muchas veces una aventura si no tienes mucha idea.
El asunto se pone especialmente espinoso si estás tratando de quedar bien y no tienes mucho interés en que se note que no sabes de vinos.
Te diré que no tienes de que preocuparte, la mayoría de las personas, incluso muchos de los que se atreven a escribir de esto, tampoco saben demasiado.
¿Qué hacer? te preguntarás.
En esta ocasión me vas a permitir que te diga lo que no debes hacer.
Pienso que corrigiendo estos errores, que son más comunes de lo que piensas, podrás disfrutar de una buena experiencia "enogastronómica", sin tener que pasar excesivos apuros.
No sé si me has leído con anterioridad, pero te diré que para esto, como para muchas cosas relacionadas con este mundo, también es importante saber cuál es la cualidad común a los vinos de calidad.
Pero, empecemos...
Estos son los fallos que se cometen más a menudo.

No pedir consejo al sumiller

Cuando llegas al restaurante, puede que te sientas en un ambiente extraño. Si no sabes demasiado de vinos, el elegirlo para cada plato de la comida puede parecerte una tarea extremadamente difícil.
Aun así, hay quien desconociendo la mayoría de los vinos de la carta se atreve a elegir a tontas y a locas. ¡Puede estar arruinando la experiencia!
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Obviamente, si en el restaurante no hay un sumiller o al menos una persona con conocimientos de su carta de vinos, poco hay que arruinar. Mejor pídete una cerveza.
Pero si en el restaurante hay un sumiller o una persona dedicada especialmente al vino, ¿por qué no aprovecharlo?
Yo algo sé de vinos y cada vez que tengo oportunidad, pido consejo en el restaurante. Es la mejor manera de probar vinos nuevos con una cierta garantía. Sobre todo, hay que tener en cuenta que el sumiller va a conocer perfectamente la carta de vinos de su restaurante. Probablemente la ha elegido él y sabe cuáles son las mejores combinaciones con los platos de la carta. Es su trabajo.
Normalmente lo que no va sabrá son tus gustos personales. Sería bueno que te conozca un poco, que sepa algo de los vinos que te han gustado recientemente, para que pueda tener idea de hacia dónde conducirte.
En una cita del médico no eliges la medicación, ¿verdad? Si tienes oportunidad, deja la elección al profesional del vino también.

No hacer saber al sumiller cuál es tu presupuesto

Dos pueden ser las razones por las cuáles puedes elegir el vino a voleo. Examínalas conmigo:
Se trata de una cita importante y no puedes quedar mal. Señalas un vino con apariencia de seguridad y dices: "Tomaremos el Viña Castilla de 2008 (nombre inventado)".
Si has tenido un poco de suerte y el vino no se lleva fatal, habrás salido del atolladero. En caso contrario, el hecho de que no sabes de vinos, que con tanto cuidado tratabas de ocultar, habrá quedado perfectamente al descubierto.
En mi opinión, pedir consejo a un entendido en la materia no es muestra de inseguridad, sino de sensatez.
La segunda razón es que se trata de una cita importante o una reunión de negocios y no quieres poner al descubierto tu presupuesto.
Para este caso te cuento el truco que uso habitualmente. Enseño la carta al sumiller y señalando un precio de la carta, le indico: "Me gustaría uno de este estilo". Obviamente sin que la parte "contraria" lo vea. Me ha salvado de más de un apuro.

No saber expresar cuáles son tus gustos

Seguro que has oído alguna vez eso de "yo de vinos se lo que me gusta y lo que no me gusta", algo en lo que no estoy muy de acuerdo. Sin embargo, decirle al sumiller que estilos de vino te gustan, eso es mucho más complicado.
Y no, eso de me gustan afrutados o secos, no es una indicación que pueda servir. A pesar de que sea la pregunta que te hacen en muchos establecimientos con pretensiones.
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No es muy difícil explicarlo. Veámoslo en tres pasos sencillos:
Lo primero es si te gustan con más o menos cuerpo. O sea, si te gustan los vinos más o menos intensos. Esa es una primera indicación que será muy útil.
Después podemos pasar a la acidez. Te gustan los vinos ácidos, vibrantes, como la mayoría de los vinos gallegos o prefieres que el equilibrio se exprese con un punto goloso.
Por último, podemos pasar a la crianza. ¿Te gusta que en el vino se note la madera con notas de vainilla o coco? O por el contario, ¿prefieres que prácticamente no se note, que la fruta esté más presente?
Con esas tres indicaciones, el sumiller tendrá una buena idea de tus gustos.
Una buena indicación sería, por ejemplo: Me gustaría un vino de cuerpo medio, fresco y afrutado. O también, quiero un vino elegante, con buena acidez y con toques de madera.

Pedir el mismo vino para toda la comida

Si pedir un solo vino puede ser una odisea, no digamos ya uno para cada plato. Y de nuevo, estaríamos perdiéndonos la mitad de una experiencia fantástica. La combinación de platos y vinos, cuando es acertada, es una delicia para los sentidos.
Volvemos a lo que decía al principio, es fundamental dejarte asesorar por el buen criterio del sumiller. El número de posibles combinaciones es tan grande, que si tenemos un experto a nuestro servicio, ¿por qué no beneficiarnos?
Ni que decir tiene que espero que lo de blanco para el pescado y tinto para la carne, lo tendrás superado. Es un placer experimentar combinaciones, pero es mejor, sin duda hacerlo en casa. En el restaurante, debe haber profesionales.

Pedir un vino que ya conoces

Para salvar la situación, hay personas que eligen el vino de la carta que conocen. De nuevo se están perdiendo una extraordinaria oportunidad de disfrute. Por no decir que se está haciendo una nefasta gestión del presupuesto. Si conoces el vino, ¿para qué pagar el plus, mucha veces importante, por beberlo en el restaurante?
Yo los que conozco los bebo en casa. Suelo o más frecuentemente en mis tiendas de confianza.
Cuando tengo la oportunidad de dejarme aconsejar por un profesional prefiero probar cosas nuevas. En el vino, como en otros aspectos de la vida, experimentar es parte del disfrute. Pero con un poco de cabeza.
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El servicio de sumiller te prometo que lo estás pagando en el restaurante, no usarlo es tirar el dinero.

Probar el vino y decir que no te gusta

En Europa se sigue un "ritual" de presentación del vino, que te describo:
Primero te presentan la botella, enseñándote la etiqueta. Obviamente es para que compruebes que te sirven el vino que has pedido.
Una vez que el camarero descorcha la botella, te muestra el corcho. Olerlo no sirve de nada. Simplemente comprueba que no haya una mancha de vino que vaya de uno a otro extremo del corcho.
Si eso pasara, el corcho estará reseco, habrá entrado aire en le botella y con una probabilidad alta el vino estará estropeado.
Por último servirá un poco de vino en la copa y te la ofrecerá. Esto es para que compruebes que el vino está en perfecto estado, que no tiene defectos.
Agita un poco el vino y huélelo. El aroma del vino debe estar limpio, sin olores fuertes a humedad o de oxidación (frutos secos pasados).
Bebe un poco para ratificar lo que te indicó el aroma y si es así, indícale que sirva a tus acompañantes. Si no te gusta... es un poco tarde para decirlo.

Pedir el vino de la casa, para evitar tener que elegir

Una de las peores opciones suele ser elegir el vino de la casa en un restaurante. Normalmente va a ser un vino de corte comercial, para que se adapte a la mayoría de los gustos posibles.
Además será un vino que el restaurante habrá elegido porque le deja un margen de beneficio llamémosle "holgado".
Aunque hay restaurantes en los que el vino de la casa está elegido con esmero, mucho me temo que son más excepciones que regla general.
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Y hasta aquí hemos llegado. Si todavía no te he convencido para que emplees los consejos del sumiller, te voy a dar otra opción.
Descarga la carta de vinos de la página web del restaurante, piensa que vas a pedir e investiga un poco qué vinos pueden ir bien. Tampoco es una mala opción, sólo te dará un poco más de trabajo.
Recuerda que para elegir bien el vino y para indicar tus gustos es muy importante saber cuál es la característica común a los vinos de calidad. Ya lo sabías, ¿verdad?

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