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viernes, 20 de abril de 2018

No hay nadie como mi mejor amiga de la infancia elhuffingtonpost

Escrito por Rachel Gorton
Nunca olvidaré el día en el que conocí a mi mejor amiga. Aquel día entré en clase de inglés en el colegio y no tardé en darme cuenta de que teníamos una nueva compañera de clase. Tenía mechas rubias, purpurina bajo los ojos y lucía una sonrisa de oreja a oreja. Me dije a mi misma que esa chica tenía que ser mi amiga.
Más tarde supe que se llamaba Kelly y que íbamos a tener varias clases juntas. Yo quería asegurarme de que se sentía acogida, de modo que la invité a comer conmigo y me aseguré de presentarle a mucha gente.
Poco tiempo después, empezamos a quedar todos los días después de clase y ya empecé a considerarla mi mejor amiga.

Hubo algo en nuestra forma de ser que encajaba perfectamente

Ella estaba siempre llena de vida y de buen humor, y era capaz de transformar un día malo en algo bueno. Se convirtió en parte de mi familia, y yo de la suya: éramos inseparables.
Cuando pasamos al instituto, era estupendo sentir que podíamos apoyarnos la una en la otra. La época del instituto está llena de desafíos y amistades desgastadas, pero en nuestro caso nos unimos aún más.
Cantábamos juntas en el coro, éramos compañeras de tenis y probábamos todas las actividades extraescolares.
¡Y las risas! Nunca parábamos de reírnos. Estoy convencida de que hubo un par de veces en las que casi nos hicimos pis encima.
Por supuesto, también teníamos nuestras diferencias y, en muchas ocasiones, tuvimos que tomarnos un tiempo para estar solas, pero había algo que no cambiaba nunca: éramos mejores amigas, sin importar todo lo demás.
Después de finalizar el instituto, Kelly y yo fuimos a estudiar a universidades distintas. Recuerdo que yo estaba muy preocupada de que nuestra amistad se viera perjudicada. Nosotras ya habíamos perdido algo de contacto con nuestro círculo de amigos y no era capaz de creer que íbamos a poder seguir siendo amigas estando a miles de kilómetros.
Pero aquí estamos, 16 años más tarde seguimos siendo mejores amigas y nuestra amistad es tan fuerte como siempre.

Siempre ha habido algo muy especial en nuestra amistad a lo que nos hemos aferrado.

Hemos estado la una para la otra durante nuestras relaciones amorosas, la pérdida de familiares, momentos duros y transiciones importantes en la vida, como la maternidad. De hecho, creo que apenas ha habido momentos importantes en los que ella no haya estado ahí, y estoy eternamente agradecida.
Nunca olvidaré aquella vez que vino corriendo a verme a Colorado para estar conmigo tras dar a luz y que yo pudiera descansar.
Nunca olvidaré aquella vez que acudió a casa con una botella de vino, porque yo no tenía tiempo de salir.
Nunca olvidaré todas esas veces que me ha animado con una tarjeta o una carta cuando tenía problemas con mi hijo: "Eres una madre estupenda, Rach, sigue así".
Pero lo que más valoro de nuestra amistad es que siempre que nos vemos es como si no hubiera pasado el tiempo.
Estoy eternamente agradecida por todo el amor que ha mostrado hacia mi hijo y los hijos de mi actual pareja: ella también será una madre estupenda.
Pero lo que más valoro de nuestra amistad es que siempre que nos vemos es como si no hubiera pasado el tiempo. Es maravilloso poder estar con alguien que siempre te entiende y que te conoce desde que tenías trece años.
Alguien que conoce tu pasado, pero no te juzga por él.
Alguien que está ahí para apoyarte cuando lo necesitas.
Alguien a quien llamar para desahogarte.
Alguien a quien acudir cuando necesitas un consejo, sabiendo que te va a dar una opinión sincera.
Alguien que entiende el caos que es tu vida por ser madre, y que no te echa en cara que no le llames o se te olvide responder a un mensaje.
Alguien que, tras 16 años de amistad, sigue siendo tu mejor amiga y sabe que nada en el mundo hará que eso cambie.
Alguien que sea tu "persona". Gracias por ser mi persona, Kelly.

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