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jueves, 3 de enero de 2019

La dignidad de la mamola granadahoy.com

PABLO ALCÁZAR

Acariciar la barbilla, tocarla, pellizcarla o tomarla en el hueco de la mano, en eso consiste una mamola

Pánfilo, para olvidarse de la enfermedad infantil que padece nuestra política, lee libros de todo tipo. Algunos raros. Me lo dice por email: "Querido amigo, estoy con el libro La sexualidad de Cristo, de Leo Steinberg. Un verdadero placer intelectual leerlo. Eso de tener que explicar toda la Biblia como si hubiera sido escrita línea por línea por el mismo Dios, buscando coherencias imposibles y sentidos políticamente correctos, ha creado a lo largo de la historia muchos puestos de trabajo de teólogo y exégeta, figuras impagables del humor escatológico. A los hormonados amantes del Cantar de los Cantares, los han convertido los intérpretes de la Biblia en una pareja de hecho, bastante rentable, aunque asexuada. Y Cristo pasó ser el Esposo y la Iglesia la Esposa, desde que Orígenes, un correveidile teológico del siglo III, los casara, pese a que Cristo nació 700 años después de escribirse el Cantar y que la Iglesia, emergió triunfante, al parecer, después de Cristo. La sexualidad de Cristo, antes que libro, fue una conferencia a la que el autor añadió después unas digresiones, o Excursos, y un epílogo de un jesuita, experto en el Renacimiento, que le instruyó sobre las representaciones de los penes de Cristo. "En fin, amigo", me escribe Pánfilo en su email, "parece que los artistas representan a un Cristo sexuado: el Excurso III, que trata de la dignidad de la mamola, no tiene desperdicio. Antes de leer este libro, la Mamola para mí, era sólo un pueblo de Granada, junto al mar. Gracias a Steinberg, ahora sé que mamola es todo lo que sea tocar, rozar con los dedos, pellizcar, acariciar o tomar la barbilla en el hueco de la mano. Se trata de un gesto muy importante en la iconografía cristiana. Hasta el siglo XVIII fue un gesto tierno, incluso erótico. Hoy es una burla. En muchas pinturas de la Edad Media y del Renacimiento, la Virgen y el Niño Jesús se entretienen en este juego y, basándose en unos versos del Cantar, el autor ve connotaciones sexuales incestuosas en la caricia. ¡Qué divertido! Hasta me he olvidado de que todavía no tenemos presupuestos y de que la derecha y la ultraderecha siguen sin distinguir muy bien entre ganar unas elecciones, tomar una villa mora o poner una pica en Flandes". Tras el desahogo, Pánfilo, este hermeneuta disruptivo y jubilado, se despide deseándome felices fiestas.

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