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jueves, 23 de mayo de 2019

Crecer en contacto con la naturaleza mejora la salud mental de adulto lavanguardia

Exponerse durante la infanci a a entornos naturales puede beneficiar la salud mental de adultos. (Pedro Catena)

Exponerse durante la infanci a a entornos naturales puede beneficiar la salud mental de adultos. (Pedro Catena)
Los niños que durante su infancia tienen más contacto con espacios naturales cuando son adultos gozan de una mejor salud mental. Así concluye un estudio liderado por el Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona, centro impulsado por ‘la Caixa’, y realizado con cerca de 3600 ciudadanos de cuatro ciudades europeas, entre ellas la capital catalana, y que señala que aquellos adultos que en su niñez han estado más expuestos a entornos verdes y también azules cuentan con un mejor bienestar mental que aquellos que han estado menos expuestos.

Que el contacto con la naturaleza -entendida como montañas, bosques, ríos o playas, pero también con espacios verdes en la ciudad, como avenidas arboladas o parques- es beneficioso para la salud física y mental ya se sabía. Numerosos estudios previos han analizado el impacto que esa exposición tiene sobre el desarrollo cognitivo de los chavales y asociado una mayor exposición con una disminución del riesgo de desarrollar enfermedad mental. Incluso hay trabajos que han observado que los pacientes en hospitales rodeados de verde se recuperan antes que aquellos que están en centros envueltos en ‘gris’.

En este sentido, los resultados de esta nueva investigación -enmarcada precisamente en el proyecto europeo ‘Phenotype’, que investiga las conexiones entre la exposición al aire libre y la mejora de la salud y el bienestar de la población-, añaden nueva evidencia a esa relación entre el contacto con la naturaleza y beneficios mentales a largo plazo.

Cerca de 3600 adultos de Barcelona, Doetinchem (Holanda), Kaunas (Lituania) y Sotke-on-Trent (Reino Unido) respondieron a una encuesta sobre la frecuencia con la que estuvieron en contacto con entornos naturales durante su infancia, ya fuera porque realizaban visitas intencionadas, como excursiones a la montaña, como porque tuvieran cerca elementos naturales, como un jardín o un parque. Asimismo, los participantes también estimaron su uso actual de espacios naturales y evaluaron la importancia que estos entornos tenían para ellos en la actualidad.

Patios más verdes
Un estudio anterior de ISGlobal, liderado por Jordi Sunyer, estableció que en los colegios de Barcelona con un mayor número de árboles, los alumnos tienen una mejor mejoría de trabajo, capacidad de atención y resolución de problemas. En este sentido, ISGlobal emprenderá junto al consistorio barcelonés una prueba piloto para reverdecer una decena de colegios en la ciudad condal, con el objetivo de que eso repercuta también sobre la temperatura en las inmediaciones, los niveles de polución, de ruido además de mejorar la salud global y la cognición de los niños. Empezarán por los patios y, según Nieuwenhuijsen, las intervenciones podrían empezar en verano.

A través de un test psicológico los investigadores también estimaron la salud mental de los voluntarios del estudio durante las cuatro semanas previas, así como la vitalidad que presentaban, entendida como energía que sentían en oposición a fatiga. Y estimaron el índice de vegetación actual alrededor de las viviendas de los voluntarios del estudio mediante imágenes de satélite.

“Vimos que las personas adultas que se habían expuesto menos a los espacios naturales mostraban peores resultados en los tests de salud mental en comparación con los que habían tenido una mayor exposición durante su infancia”, indica Mark Nieuwenhuijsen, coautor del estudio y director de la ‘Iniciativa de planificación urbana medio ambiente y salud’ de ISGlobal. Esas personas, además, valoraban como menos importantes los espacios naturales, en comparación con las que habían estado más en contacto. Con relación a la vitalidad, los investigadores no encontraron ninguna asociación.

Tanto las visitas intencionadas como las excursiones a la montaña, como estar expuestos a zonas como parques o jardines influye positivamente. (Pedro Catena)
“Lo novedoso de nuestro trabajo -resalta Nieuwenhuijsen- es que por primera vez hemos visto que ese efecto positivo de estar expuestos en la infancia a espacios naturales perdura en la edad adulta y que tiene un efecto positivo sobre la salud mental, lo que es de suma importancia en el contexto actual en el que la enfermedad mental es una gran carga para la sociedad”.

En la actualidad siete de cada 10 europeos viven en ciudades y se prevé que para 2020 lo haga el 80% de la población, por lo que “es crucial comprender qué implicaciones tiene que niños y niñas crezcan en entornos con oportunidades limitadas de exposición a espacios naturales”.

“Por primera vez hemos visto que el efecto positivo de estar expuestos en la infancia a espacios naturales perdura en la edad adulta y que tiene un efecto positivo sobre la salud mental, lo que es de suma importancia en el contexto actual en el que la enfermedad mental es una gran carga para la sociedad”


Que la naturaleza esté intrínsecamente vinculada con la salud mental tiene que ver con cómo hemos evolucionado. Durante cientos de miles de años hemos estado en contacto continuamente con entornos naturales; que vivamos en espacios urbanos es muy reciente y a nuestro cerebro aún no le ha dado tiempo de adaptarse y se estresa. “Se necesitan muchas generaciones para recablear el cerebro”, afirma Nieuwenhuijsen, quien explica que “cuando las personas van a espacios naturales, el cerebro se relaja. Se ha comprobado que cambia la actividad en algunas áreas cerebrales, como el córtex prefrontal”.

Además, remacha este investigador, las zonas verdes “no son solo buenas para la salud mental, sino también para la salud física, puesto que invitan a hacer más ejercicio; para la crisis climática, porque reducen el espacio público destinado a vehículos y por tanto disminuyen los niveles de contaminación del aire; también recortan la contaminación sonora”.
A ello se suma, según Wilma Zijlema, investigadora de ISGlobal y coordinadora de este estudio publicado en la revista International Journal of Environment Research and Public Health, que este tipo de espacios verdes en la ciudad fomentan la interacción social al ser sitio de encuentro para las personas, lo que disminuye su sentimiento de soledad.


“Hay que reverdecer las ciudades, sobre todo aquellas que son tan densas como Barcelona. Reducir el espacio público dedicado al tráfico y apostar por parques, zonas verdes. Eso no solo sería más agradable, sino también más saludable; reduciría el nivel de contaminación del aire, de ruido, y fomentaría el ejercicio, porque la gente tendría más espacio para caminar e ir en bici. No hace falta ir a la montaña cada fin de semana, podemos traer el verde a la ciudad”, considera Nieuwenhuijsen.
Parque de la Plaza Glòries, en Barcelona. (Llibert Teixidó)

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