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lunes, 24 de junio de 2019

El calvario del enfermo que goza de salud La Vanguardia

La hipocondría vive un momento de máximo apogeo. El trastorno no es nuevo –el término ya fue acuñado por los griegos para explicar el temor y la desazón que acompañaba a la duda acerca de la salud– pero ahora se han sumado factores propios de las sociedades modernas que acentúan el problema.
“Un mayor conocimiento de todo lo relativo a la salud, repetidas campañas de prevención, el avance de la medicina experimental, una nueva cultura del cuerpo y la importancia de la supervivencia en un mundo cargado de objetivos ineludibles son algunos de los factores que explican este apogeo de la hipocondría”, corrobora el psicólogo Domènec Luengo, experto en trastornos de ansiedad y que prepara un libro sobre este tema fruto de años de investigación.

Habría que sumar la creciente afición a buscar diagnósticos en internet. Se teclean los síntomas y sólo hay que esperar a que responda el Doctor Google. O recurrir al Doctor Shopping. Es lo que hacen aquellas personas que visitan a diferentes médicos o realizan innumerables búsquedas en internet hasta dar con la respuesta deseada.
La mayoría de estos falsos enfermos tienen algo en común. La hipocondría suele gestarse en la infancia. “Desde pequeño observas que tus padres o familia tienen una excesiva preocupación por la salud y entonces interiorizas esa conducta como una protección necesaria para sobrevivir”, afirma Domènec Lueng o. Esta copia se conoce como modeling “y es el origen más frecuente de la hipocondría”.
Puede ocurrir también que ese trastorno se manifieste “como consecuencia de una experiencia personal dolorosa que crea esa hipervigilancia, que perdura por temor a que se repita el problema”. Cuando eso ocurre hay que convivir con esa desazón por la salud día tras día.
Sobre la hipocondría corren muchas leyendas. Una de las más escuchadas es que, si uno cree que tiene una enfermedad, a pesar de estar sano, acabará padeciendo esa dolencia. “Nada más lejos de la verdad”, afirma tajante Domènec Luengo. “Esto es un mito que se convierte en una trampa a la hora de valorar nuestra salud. La persona hipocondriaca comete el error de creer que lo que se repite lo fabrica, pero no hay relación entre ese pensamiento obsesivo y el desarrollo de la patología que esta persona está convencida sufrir”. Lo único que padece el hipocondríaco es temor y malestar.

¿Y qué responde Luengo a aquellos pacientes que le manifiestan que se están volviendo locos de tanto pensar en enfermedades? “Que en la hipocondría no hay locura, porque no hay desconexión: en todo caso hay confusión, síntomas, conductas de protección u obsesivas. Y eso pertenece al grupo de las clásicas neurosis, en absoluto a las psicosis”.
Lo que más sorprende a los pacientes es escuchar de la boca del profesional al que piden ayuda que la hipocondría puede tener un lado positivo. “Aunque parezca mentira, es así. En el sentido más profundo, mostrarse enfermo no produce otra cosa en el entorno que benevolencia, comprensión, solidaridad, apoyo y atenciones. La persona hipocondríaca nota que recibe esos beneficios de los demás y, a pesar de que verdaderamente esté sufriendo, existe una auténtica posibilidad de obtener respuestas cariñosas del entorno social, que le reportan beneficios”. Pero eso puede convertirse en una trampa si la persona afectada repite con mucha frecuencia “estoy enfermo” para buscar apoyo de los suyos. “En estos casos el reequilibrio psicológico es mucho más complicado”, añade Luengo.

¿Hipocondría es también no ir al médico por temor a un mal diagnóstico? “Por supuesto –responde el psicólogo–, esa es una variedad más del problema, sólo que en este caso la manifestación reactiva es la evitación. Y a pesar de no ser activa en apariencia, puede llegar a ser verdaderamente ansiosa e incluso construir cuantiosas anticipaciones”. Esta variante de la hipocondría “contiene, como todas las demás, una enorme dosis de duda ante lo que se pueda averiguar de la salud de uno mismo –continúa Luengo– y, por ello, nos sentimos profundamente amenazados. Rechazar todo lo médico no es más que una manera real de evitar una mala noticia y salir del paso”.
Las alertas sanitarias, las noticias sobre enfermedades y las alarmas por propagaciones de virus o epidemias corren como nunca en esta sociedad. “Y tanta alarma e información sanitaria aumenta la ansiedad entre los hipocondriacos”, concluye Luengo. “Son personas muy influenciables por esas dudas ante la enfermedad.Tienen una visión de sí mismas respecto a la salud verdaderamente débil, un sentido fatalista y un índice obsesivo tan significado que reaccionan de forma negativa ante cualquier información sobre la posibilidad de enfermar”. Los que tienen a un hipocondriaco cerca saben que a esas personas no les pasa desapercibida ninguna noticia sobre la salud. Y la mínima señal dispara sus alertas.

¿Cómo se trabaja con estos pacientes? “Para muchos investigadores la hipocondría es una variedad de la ansiedad y, por ello, existen dos aspectos a considerar. Por una parte centrarse en reequilibrar síntomas físicos, pensamientos distorsionados, sentimientos fatalistas, conductas alteradas y relaciones sociales insatisfactorias propios de ese trastorno”, indica Domènec Luengo.
Por otro lado, los fármacos pueden ser un remedio (básicamente ansiolíticos) pero ese tratamiento “no acaba de solucionar el problema, porque sólo se actúa sobre la manifestación del mismo, no sobre sus causas”. Luengo prefiere trabajar con la autoestima. Y eso suele hacerse con un enfoque psicológico (cognitivo-conductual) “que es el que hoy aglutina un mayor éxito”, revela. Y apunta: “Si se trabaja el plano mental, el mundo de las ideas y las sensaciones sí que se puede incidir directamente en el problema”.

Muchos pacientes, conscientes del problema, creen que todo es culpa de su mente, que les engaña. “Es una manera de decirlo para hacer más comprensible ese fenómeno. Y si uno vive lo improbable como posible, eso podría ser un engaño”, aclara el psicólogo. Pero “no nos engañamos cuando toda la fabricación hipocondriaca la desplegamos para proteger nuestra propia vida. En este sentido, cualquier indicio de algo nocivo para la salud puede ser importante y motivo de protección; esa es la finalidad última de la hipocondría: la supervivencia”, concluye Domènec Luengo.

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