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jueves, 3 de octubre de 2019

Por qué pegar a tu perro siempre es una mala idea elhuffingtonpost

Las claves para educarlo sin tener que ponerle la mano encima.

“Le doy un golpecito en el hocico y así se entera de lo que está mal”. “No le pego fuerte, es solo una señal para educarlo”. “A veces tengo que sacar la zapatilla”.
Esos son algunos de los comentarios que repiten dueños de perros al hablar de cómo educan a sus mascotas. Controlar su comportamiento a veces es un drama y el castigo físico suele ser, desgraciadamente, un recurso fácil. Sobre todo cuando has perdido la paciencia después de comprar siete pares de zapatillas en un mes. Pero, ¿se saca algo positivo de pegar a un perro?
No está prohibido por ley, pero tampoco aporta nada. Los veterinarios y educadores son tajantes: No, ni una patadita ni un manotazo. Nada. La solución pasa por educarlos desde pequeños en un sistema de gratificaciones y señales verbales para que distingan qué está bien y qué está mal.
Suena complicado, pero es más fácil de lo que parece. Lo importante es empezar a tiempo. Esto es, que el perro aún sea un cachorro en edad de destrozar los muebles de casa y molestar a los vecinos con ladridos.

No es no

Lo que recomiendan los expertos es decir “no” en alto y en tono serio. “Le enseñamos lo que no tiene que hacer con un simple ‘no’ y, lo más importante, lo que en realidad tiene que hacer”, cuenta Mónica Arias Brocal, experta en etología y comportamiento de animales pequeños. Por ejemplo, si se hace pis en el suelo la alternativa sería llevarle donde está el empapador.
Lo importante es cómo se dice el “no”. Si empleas un tono alto y serio los animales son capaces de identificar la alerta y saber que algo no va bien, según un estudio publicado en 2014 por la revista Current Biology. Los canes son mucho más inteligentes de lo que pensamos, según esta investigación: pueden comprender ciertos fonemas que emiten los humanos. Y qué hay más sencillo que un ‘NO’.
En esto del tono los adiestradores señalan que los gritos no se consideran un “tono firme y serio”, tampoco los golpes en el suelo o en la mesa.
“No es necesario gritar porque se provoca un shock”, señala Juanjo Andrés Ruiz, autor del libro Cómo tener un perro obediente y educado, quien enfatiza que “los gritos asustan a los animales y esa sensación negativa se les queda en el cuerpo y solo les genera nerviosismo”.
Para facilitarle el aprendizaje del animal, educadores caninos como Ruiz señalan que a cada enseñanza le debe corresponder una palabra clave. Por ejemplo: “fuera”, cuando se mete en algún sitio que no debe; “abajo”, cuando se sube al sofá; “quieto”, cuando está nervioso; o “deja”, cuando coge una zapatilla.
SEVENTYFOUR VIA GETTY IMAGES

Las recompensas, el gran aliado

Educar al perro no sólo consiste en regañarlo cuando hace algo mal, también hay que recompensarlo cuando hace algo bien. “De esta manera se gestionan los conflictos de forma adecuada, así el animal comprende y aprende mejor y más rápido, la familia está contenta y se fortalece el vínculo con el animal”, indica Arias.
La educación negativa no tiene nada que hacer con las recompensas positivas: esta última es mucho más efectiva. “Por ejemplo, cuando el perro se relaciona bien con otros perros y no se pelea o cuando el cachorro juega con sus juguetes y no con las manos de la familia, también se le puede recompensar, no sólo cuando hace algo mal”, continúa Arias, que indica que la señal firme y seria de que el animal está haciendo algo mal no sirve de nada si no se acompaña algo positivo.
“Si el perro está mordiendo un mueble del salón entonces se le dice ‘no’ y se le ofrece un juguete y jugamos con él”, añade. Los veterinarios y adiestradores coinciden en que esta recompensa no debe ser siempre una golosina, ya que si se trata de marcas comerciales puede tener un aporte calórico que no beneficie al perro, e incluso pueda fomentar el sobrepeso.

“A veces con un ‘buen chico’ y unas caricias es suficiente”, señala Arias, quien recalca que “puede ser igual de gratificante para la mascota”. Lo importante es que no sea siempre lo mismo. Los expertos recomiendan variar los estímulos para que el perro se mantenga siempre activo y así no pierda la atención y ni “le deja de interesar”.
Las recompensas pueden ir desde juguetes como cuerdas, pelotas o huesos de piel a trozos de verdura, fruta o carne, pasando por caricias o halagos en función de lo que se esté educando.

El castigo físico no sirve para NADA

Todavía sigue habiendo dueños que creen que pegar a un perro es señal de autoridad. “Regañar, dar toques, capones, pataditas o hasta descargas eléctricas es desgraciadamente todavía bastante frecuente”, señala Arias. Y el fallo en estos casos está en el propietario. Cerca del 40% de las agresiones a animales vienen por parte de dueños poco autoritarios, incapaces de educar a su perro, según datos de la revista Journal of Animal and Veterinary Advance
“No comprenden lo que está pasando, suelen asustarse y empeora el vínculo con la mascota”
- MÓNICA ARIAS, ETÓLOGA Y EXPERTA EN COMPORTAMIENTO DE ANIMALES PEQUEÑOS
Todos los dueños que golpean a sus mascotas, además de infligirle daño, no están educándolas. Este tipo de comportamientos son totalmente infructuosos ya que, según la American Veterinary Society of Animal Behavior (AVSAB), “ni el animal aprende, ni se consigue reprimir el mal comportamiento”.
Si se los educa a base de golpes, lo va a recordar y va a tener una consecuencia directa en su comportamiento. “No comprenden lo que está pasando, suelen asustarse, empeora el vínculo entre la familia y el animal. Se crea una relación de miedo. Si el animal les hace caso es porque no quiere conflictos con su familia pero no sabe muy bien por qué”, apunta la educadora para la que este tipo de castigo “no es ético, ni eficaz”.
Más allá de esto, a largo plazo el castigo físico puede tener consecuencias en el comportamiento e incluso en la salud del animal. “Si se supera un umbral, el perro puede pasar a defenderse y agredir a la familia”, indica Arias. Esto demuestra que tienen memoria y sentimientos. Los golpes a los animales pueden provocar ansiedad, estrés y miedo a las personas ajenas a la familia e incluso a los propios dueños, según la AVSAB.

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