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jueves, 21 de enero de 2021

Europa responde granadahoy.com

 TRIBUNA

EDUARDO MOYANO ESTRADA

IESA-CSIC

Se ha demostrado que las instituciones comunitarias funcionan y que, cada vez más, la UE habla con una sola voz y actúa como una entidad supranacional coordinada


Durante la crisis de 2008, la UE no estuvo a la altura de los grandes desafíos que el desplome del sistema financiero y la consecuente depresión económica representaban para el bienestar de los europeos. La política austericida y de recorte del gasto público seguida por Bruselas tuvo efectos muy negativos y causó una creciente pérdida de confianza y desafección de la ciudadanía en la UE. Fue, además, el origen de muchos de los populismos que a derecha e izquierda se extienden hoy por Europa.

Por el contrario, en el año 2020 que acaba de finalizar, la UE ha estado a la altura del desafío sanitario, económico y social que ha representado la pandemia Covid-19. También lo ha estado ante el complicado reto de gestionar la salida del Reino Unido, una de las grandes economías europeas y contribuyente neto a las arcas comunitarias, además de socio estratégico en asuntos de defensa y seguridad.

Respecto a la pandemia, la UE ha respondido ante los estragos económicos, y lo ha hecho en dos direcciones. Primero, a través del Banco Central Europeo, comprando deuda soberana de los estados miembros para permitirles financiar el déficit provocado por la paralización de amplios sectores de la economía. Y segundo, a través del Consejo Europeo, aprobando en el mes de julio un fondo excepcional de 750.000 millones de euros (Next Generation EU) para ayudar a los países más afectados por la pandemia. Con esas dos estrategias, la UE ha puesto en manos de los estados miembros instrumentos apropiados para poder afrontar los efectos de la crisis y poder iniciar la senda de la recuperación sobre bases sólidas.

En lo que se refiere a los efectos sanitarios de la pandemia, después de unos primeros meses de desconcierto y titubeantes, la UE ha estado a la altura del enorme desafío planteado. Y lo ha hecho en tres momentos clave: impulsando la investigación científica para la fabricación de las vacunas; comprándolas de forma unitaria a las diversas empresas farmacéuticas, y organizando de manera coordinada su transporte y reparto entre los países de la UE, bajo la supervisión de la Agencia Europea del Medicamento.

En este tema, debe resaltarse que el indudable éxito de las farmacéuticas produciendo en un tiempo récord varias vacunas contra el Covid-19 no hubiera sido posible sin la participación del sistema europeo de investigación científica, cuyos proyectos son financiados por la UE en el marco del programa Horizonte 2020.

Los centros públicos de investigación que se extienden por todos los países europeos (en España, a través del CSIC y también de las universidades) son los que generan el conocimiento que luego utiliza el sector privado para fabricar de forma masiva las vacunas en las empresas farmacéuticas. Sin esa colaboración público-privada no habría sido posible lograr de forma tan rápida y eficaz las vacunas contra el Covid-19.

El complejo proceso de negociación entre la UE y el Reino Unido sobre el Brexit, cuya fase final ha tenido lugar durante el año de la pandemia, ha culminado en acuerdo gracias a la capacidad de la UE de intervenir con una sola voz, la de Michel Barnier, comisionado para negociar en nombre de los 27.

El riesgo, no pequeño, de división entre los gobiernos de la UE por el asunto del Brexit se ha podido evitar, y la Unión ha salido reforzada, estando ahora en condiciones de abordar la fase más dura, que es la de ejecutar lo acordado entre Bruselas y Londres.

Otros asuntos no menos importantes (como la reforma de la Política Agraria Común, el acuerdo pesquero o el acuerdo comercial con China) han culminado con éxito.

Con todo ello se ha demostrado que las instituciones comunitarias funcionan y que, cada vez más, la UE habla con una sola voz y actúa como una entidad supranacional coordinada.

Han demostrado, además, que cuando lo hace así, unida, aumenta el valor de lo que representa la UE, haciendo que los ciudadanos europeos se sientan orgullosos de formar parte de ella.

Es verdad que hay temas aún encallados en lógicas nacionales, como los relacionados con la inmigración, y otros que están pendientes de un verdadero impulso, como el proyecto europeo de tecnología digital. También es cierto que es necesario avanzar en el espacio europeo de justicia y en desarrollar el pilar de derechos sociales.

Pero finalizado un año tan difícil y complicado como 2020, puede decirse, recordando el comentario irónico que hizo Henry Kissinger (secretario de estado de los EEUU en los años 70), que ahora sí se sabe quién coge el teléfono cuando algún dirigente político extranjero llama a Bruselas.

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