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miércoles, 26 de octubre de 2022

El coste (real) de pagar con tarjeta ElHuffPost

 Muchos tienen la idea de que es gratis, pero la costumbre de pagar con tarjeta lleva años suponiendo un goteo de millones que va desde los consumidores y negocios a las entidades bancarias y plataformas de pago.

Una persona muestra diversas tarjetas de crédito
Visa. AP Foto/Jenny Kane.

Una noche al final del verano. La plaza junto a la iglesia de un pueblo de ensueño, en medio de la sierra de Mallorca, se llena cada jueves de puestos de artesanía. Suena de fondo música en directo. Los paseantes miran distraídos, sonríen a quien les atiende. Algunos se preguntan por el precio, otros felicitan a los creadores y siguen su camino. Cuando por fin alguien se decide a comprar, saca sin preguntar una tarjeta de crédito.

“Desde el primer día vi que era impensable no tener sistema para pagar con tarjeta”, recuerda María, artesana argentina que llegó a España hace 3 años. Hoy calcula que solo en el 30% de sus ventas acaba recibiendo efectivo. A pesar de las comisiones, y de reconocer la tentación general de no pagar el IVA cuando el pago se efectúa en metálico, María señala las facilidades del cobro de tarjeta: no hay riesgo de pérdida o robo, la contabilidad es más clara. Y sobre todo, quienes pagan con tarjeta “no se lo piensan tanto”, “no tienen que hacer ni el esfuerzo de calcular con qué billetes y monedas lo pagan”. Un gesto sencillo, aséptico, sin el picor que supone sacar los billetes de tu cartera y verlos pasar a otras manos. Pagar se convierte casi en un truco de magia.

La visión de María se corresponde con los datos generales. Si hace unos años era casi impensable que una persona adulta dijera “yo nunca llevo efectivo”, la frase se ha convertido ahora en casi un lugar común. Los límites de prohibido pagar con tarjeta cantidades inferiores a cualquier cifra van desapareciendo de estancos, bares y kioskos. Según datos del Banco de España, hay actualmente 88 millones de tarjetas, entre crédito y débito, circulando. Es decir, más de dos por cada adulto y casi el doble de las que había operativas a comienzos del siglo.

La comodidad de tener la tarjeta incorporada en el móvil y así no tener ni que llevar cartera. La seguridad de que es mucho más complicado que te roben. La posibilidad, gracias a las aplicaciones de los bancos, de controlar mejor los gastos. La protección que suponía no tener que pasarse objetos en tiempos de pandemia. Y también la transparencia. En 2020, el director de la Agencia Tributaria señalaba el aumento de los pagos con tarjeta como un factor clave para explicar el mayor cumplimiento de los contribuyentes. Las ventajas del pago con tarjeta son innegables.

Una noche al final del verano. La plaza junto a la iglesia de un pueblo de ensueño, en medio de la sierra de Mallorca, se llena cada jueves de puestos de artesanía. Suena de fondo música en directo. Los paseantes miran distraídos, sonríen a quien les atiende. Algunos se preguntan por el precio, otros felicitan a los creadores y siguen su camino. Cuando por fin alguien se decide a comprar, saca sin preguntar una tarjeta de crédito.

“Desde el primer día vi que era impensable no tener sistema para pagar con tarjeta”, recuerda María, artesana argentina que llegó a España hace 3 años. Hoy calcula que solo en el 30% de sus ventas acaba recibiendo efectivo. A pesar de las comisiones, y de reconocer la tentación general de no pagar el IVA cuando el pago se efectúa en metálico, María señala las facilidades del cobro de tarjeta: no hay riesgo de pérdida o robo, la contabilidad es más clara. Y sobre todo, quienes pagan con tarjeta “no se lo piensan tanto”, “no tienen que hacer ni el esfuerzo de calcular con qué billetes y monedas lo pagan”. Un gesto sencillo, aséptico, sin el picor que supone sacar los billetes de tu cartera y verlos pasar a otras manos. Pagar se convierte casi en un truco de magia.

La visión de María se corresponde con los datos generales. Si hace unos años era casi impensable que una persona adulta dijera “yo nunca llevo efectivo”, la frase se ha convertido ahora en casi un lugar común. Los límites de prohibido pagar con tarjeta cantidades inferiores a cualquier cifra van desapareciendo de estancos, bares y kioskos. Según datos del Banco de España, hay actualmente 88 millones de tarjetas, entre crédito y débito, circulando. Es decir, más de dos por cada adulto y casi el doble de las que había operativas a comienzos del siglo.

La comodidad de tener la tarjeta incorporada en el móvil y así no tener ni que llevar cartera. La seguridad de que es mucho más complicado que te roben. La posibilidad, gracias a las aplicaciones de los bancos, de controlar mejor los gastos. La protección que suponía no tener que pasarse objetos en tiempos de pandemia. Y también la transparencia. En 2020, el director de la Agencia Tributaria señalaba el aumento de los pagos con tarjeta como un factor clave para explicar el mayor cumplimiento de los contribuyentes. Las ventajas del pago con tarjeta son innegables.

Como pronto se dio cuenta María, para los comerciantes tener un lector de tarjetas ha dejado de ser una opción. Así, desde el año 2000, los TPV (Terminales de punto de venta) se han triplicado y ya superan los 2 millones. Y desde el 2016, en España se paga más dinero con tarjeta que efectivo se retira de los cajeros.

Cómodo sí, pero no gratis

Una dependienta de una tiendas de flores cobra a través de una tarjeta de crédito. Zorica Nastasic via Getty Images.


Aunque en un primer momento al consumidor le cueste lo mismo pagar con tarjeta que en efectivo, lo cierto es que pagar con tarjeta no sale gratis. Cada vez que se pasa la tarjeta por el lector, el banco le cobra una comisión al establecimiento. Los porcentajes no han dejado de bajar en las dos últimas décadas, favoreciendo así el pago a través de este sistema. Cambian según el sector, en 2021 oscilaban entre un 0,72% y un 0,23%, con una media del 0,4%.

Por tanto, si pagamos con tarjeta 100 euros en la caja en un supermercado, el banco le cobrará 36 céntimos al establecimiento, y serán 40 si es en un pequeño comercio. Pero si esa misma cuenta es en un restaurante, una discoteca o un cine, le estaremos dando -sin ser muy conscientes- medio euro a la entidad bancaria donde llegue el ingreso. Mientras que una por una noche de hotel le llegarían 72 céntimos.

Desde luego no parece mucho. Pero como la tarta del pago con tarjeta no para de crecer, si sumamos todos estas migajas que vamos dejando cada día, las cifras se vuelven astronómicas. Tomando los datos del Banco de España como referencia, y aplicando la tasa media de comisión al total de volumen cobrado con tarjeta, en 2021 los bancos ingresaron más de 700 millones de euros por este modo. El acumulado de los últimos 20 años ascendería a 14.500 millones. Y todas estas cifras no incluyen el comercio on-line.

Además, resulta lógico pensar que los vendedores añaden estas comisiones como un gasto más a la hora de calcular el precio al que venden cualquier producto o servicio para asegurarse cierto margen de beneficio.

Comisiones e intereses, los otros goteos

Además de “favorecer el consumismo”, dado que los estudios demuestran al pagar con tarjeta tienes “menos sensación de gasto”, la profesora de economía de la Universidad de Comillas, Yolanda Fernández, alerta particularmente de las tarjetas de crédito. “La gente no es consciente de que las tarjetas con pago aplazado pueden suponer un coste extra, si el interés es elevado, si algo que cuesta 250 euros lo pagas en 6 meses al final te acabará costando 300”, ilustra.

Para esta experta en medios de pago electrónicos, “hay que leerse muy bien la letra pequeña” cuando adquirimos una tarjeta. En especial las tarjetas comerciales, las que dependen de un establecimiento, puesto que suelen ser gratis en un primero momento y ofrecen “facilidades para pagar a plazos”, pero al final los intereses de estos préstamos encubiertos pueden suponer un coste muy alto.

“La gente no es consciente de que las tarjetas con pago aplazado pueden suponer un coste extra"”

- Yolanda Fernández, economista especializada en pago electrónico

Unas advertencias que comparte Rubén Sánchez, secretario general de la organización de usuarios FACUA, quien ve el mayor riesgo de pagar con tarjetas en el sistema llamado revolving, por el cual cobro se realiza en cuotas mensuales, generando una deuda de forma automática si el gasto supera esa cuota fijada. Los intereses pueden ser tan altos, advierte Sánchez, “que llegan a suponer un caso de usura que puede reclamarse en los tribunales”.

Además, el portavoz de FACUA señala que hay productos bancarios que, además de la comisión por establecimiento, pueden cobrar al cliente pequeñas cantidades “por cada apunte en cuenta”, es decir, por cada movimiento como el de un pago con tarjeta.

Las plataformas de pago, las grandes beneficiadas

Para Yolanda Fernández, las grandes beneficiadas del aumento del pago con tarjeta no serían las entidades financieras, sino las plataformas de pago, que en el caso de España son principalmente son VISA, Mastercard y Servired. “Son las redes que garantizan las transacciones, ponen la infraestructura para el pago y casi todas las bancarias están en una de ellas”.

La economista señala que cada vez que pagamos con tarjeta, esas plataformas de pago le cobran un canon a los bancos y cajas de ahorro, por lo que esos céntimos que salen del consumidor y no llegan al establecimiento, acaban repartidos entre una de esas empresas y otra parte en las propias entidades financieras.

Mientras que para Elisabet Ruiz-Dotras, economista profesora de la UOC, el pago tarjeta se ha convertido en “un negocio muy grande porque el volumen es cada vez mayor y donde los grandes perjudicado son los comercios”. El dinero que pagarían los bancos a las plataformas de pago no es público, nos dice, pero sí apunta que “es un ecosistema que está cambiando, saliendo poco a poco del monopolio”.

Lo que sí son conocidos son los resultados crecientes que consiguen estas empresas. VISA anunció beneficios a nivel mundial en 2021 de 24.000 millones de dólares, mientras que Mastercard superó los 11.500 millones, según información de Europa Press. Como la energía que ni se crea ni se destruye, el dinero solo cambia de dueños. Y parece claro que cuando pagamos con tarjeta ayudamos a que se mantenga el goteo incesante hacia ciertas manos.

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