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lunes, 7 de noviembre de 2022

La identidad como disculpa granadahoy.com

TRIBUNA

FEDERICO SORIGUER

Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias

La identidad como disculpa ROSELL

Todo lo que le ocurre al ser humano tiene lugar en el cuerpo. Por eso a lo largo de la historia el control del cuerpo ha formado parte de los objetivos del poder, pues el cuerpo es el principal capital que todo el mundo tiene y para muchos el único. Pero, hasta que comienza la era científica moderna, del cuerpo solo conocíamos su representación, lo que aún se sigue llamando con propiedad, el esquema corporal. No es sorprendente que, en todas las épocas, el cuerpo humano, ha sido sujeto de manipulación y de interpretación. Esta dificultad para conocernos es la razón por la cual la conquista del cuerpo ha sido, sobre todo, la conquista de la historia del cuerpo, del relato sobre el cuerpo, como se diría ahora.

A lo largo de la historia las personas han vivido en un cuerpo enajenado. La autonomía, es una conquista moderna que podría ser definida como la apropiación por el sujeto de su propio cuerpo. La esclavitud era el mayor ejemplo de la expropiación del cuerpo por el poder. También las religiones mantuvieron el control sobre el cuerpo (la carne - el cuerpo-, junto al mundo y el demonio, los tres enemigos del alma). La Ilustración y el mejor conocimiento del cuerpo, abrieron las puertas a la heteronomía, a la liberación del cuerpo.

Pero bien pronto el control del cuerpo reaparece de la mano de los nuevos humanismos, ese sistema de creencias que consideraba (y aún considera) que el hombre es capaz de dar respuesta a todos los grandes problemas que le han aquejado a lo largo de la historia. Un humanismo, ya sea cristiano, ya sea socialista, ya sea nacionalsocialista, ya sea transhumanista, que tienen en común la utopía de crear un hombre nuevo tras un periodo, más o menos largo, durante el que tendrán que arrostrar numerosos sacrificios. Y en este empeño unos (los biogénicos) han creído que podrían utilizar la biología para conseguirlo (el nacionalsocialismo con la eugenesia o el transhumanismo con el biopoder, por ejemplo) y otros (los sociogénicos) mediante la revolución social, capaz de moldear la naturaleza humana mediante la ingeniería social.

Hoy, huérfanos de sujeto histórico, los nuevos revolucionarios libran la batalla en el interior del cuerpo humano Y aquí estamos ahora, con este nuevo intento de redefinir la naturaleza humana haciendo desaparecer del BOE una de sus certezas más básicas, la existencia de los sexos, como corresponde a una especie que se reproduce sexualmente y que le ha permitido llegar hasta aquí. Porque digámoslo con claridad. A los ideólogos de la llamada ley trans les importa muy poco la dignificación de la atención a las personas transexuales, que realmente necesitan la ayuda y el reconocimiento social y que estaba bien encauzada (en Andalucía, ya al menos desde 1999). En realidad, la dignificación y el reconocimiento de las personas transexuales fue el señuelo con el que se engañó al movimiento feminista, su gran y solidario valedor durante décadas. Porque lo que anida detrás de la ley presentada es una carga de profundidad por parte de los elementos más radicales de Podemos, convertidos en el brazo político de un movimiento más amplio, el movimiento queer, antisistema, anticientífico y negacionista de la realidad. La negación del sexo biológico y su sustitución por la polisémica idea de género no es la consecuencia de un proceso avalado por la investigación científica, sino subordinado a la especulación ideológica (ideología de género). Un movimiento que se incardina dentro de lo que podíamos llamar "internacional identitaria" que agrupa a un heterogéneo conjunto de movimientos, relacionados con la raza, la religión, la etnia o el nacionalismo, todos ellos de base identitaria, sustentados en un presunto derecho que hace prevalecer la subjetividad y que convertid en realidad, sin más pruebas que la de las emociones y percepciones personales, es inmune a cualquier contraste de opinión e innegociable.

Desde esta consideración es bastante ingenuo seguir considerando la ley trans y a quienes hay detrás de ella, como personas liberales, capaces de negociar y de dialogar. Es difícil hacerlo con la subjetividad y con las emociones. Muchas personas bien intencionadas creen que la desaparición del concepto de sexo su sustitución por el de género es algo irrelevante. Que la llamada ley trans es un paso más en la conquista de derechos y de libertades civiles y que beneficiará a las personas transexuales y a toda la comunidad. No es así. La atención a las personas transexuales no va a mejorar. El radicalismo trans/queer, como la mayoría de los movimientos identitarios actuales, son profundamente reaccionarios. Son una disculpa, el comienzo de un plano inclinado por donde se deslizan hoy los revolucionarios que ha habido en todas las épocas, y que carentes de sujeto histórico parecen haberlo encontrado en la negación de la biología. Un nuevo empeño, ¡desde la izquierda! que no solo no molesta a su enemigo histórico, sino que ha encontrado en él su principal valedor. De esta manera los dos viejos enemigos, se unen en una nueva cruzada en la que los nuevos revolucionarios justifican su afán justiciero, al tiempo que se lleva por delante una parte de los logros del feminismo, mientras que el viejo capitalismo se frota las manos.

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