El próximo viernes 20 de septiembre se estrena el segundo largometraje de los estudios Kandor Graphics, la fantasía medieval 'Justin y la espada del valor'
JOSÉ ABAD GRANADA
En 1992, un grupo de jóvenes preparados, entusiastas y tenaces -pues sin preparación, entusiasmo o tenacidad estas empresas jamás llegan a buen puerto- fundaron en Granada una pequeña empresa, Melkor, dedicada al desarrollo de software y la animación por ordenador. Sus tareas incluían la simulación de procesos científicos o médicos, el diseño y construcción de escenografías virtuales, la elaboración de efectos especiales, etc. Habría que decir que se lo curraron, pero también que los acompañó la suerte -pues sin el trabajo duro ni los favores de la Fortuna los mejores empeños están condenados a irse a pique- y, en sus inicios, recibieron encargos de esos clientes que dan empaque al currículum. Para la NASA realizaron una animación que simulaba "el comportamiento óptico de un reactor de proteínas antes de lanzarlo al espacio"; para el FBI, en cambio, se ocuparon de "una animación destinada a un seminario sobre ADN que visualizaba el proceso de una prueba de paternidad", según me explicaba Manuel Sicilia hace unos años en una entrevista para este periódico (Granada Hoy, 8/01/2010).
El primer salto en la dirección correcta -aunque, en este mundillo, cada paso es forzosamente un paso adelante- se dio cuando Andrés Vicente Gómez y John Malkovich les encargaron un pequeño fragmento animado para el debut del segundo como director, Pasos de baile (2002), interpretado por Javier Bardem y Juan Diego Botto. "Nos hizo mucha ilusión -reconocía Sicilia en la susodicha entrevista-, pues fue la primera realización para el cine". En este momento, Melkor se transformó en los estudios Kandor Graphics y se empezó a cobrar peso una vieja idea, una historia ambientada en un Medievo de fábula y protagonizada por un joven aspirante a caballero (Entonces respondía al título de Goleor, la balanza y la espada). No obstante, el proyecto tuvo que aparcarse para dar prioridad a otros trabajos. De este modo, un poco por casualidad, un poco por cabezonería, acabaron embarcándose en su primer largometraje. La Consejería del Medio Ambiente aprobó una serie destinada a educar a los niños en el respeto de nuestro entorno; los protagonistas debían ser especies típicas de la fauna ibérica: un lince, un camaleón, una cabra montés, etc. Los directores Manuel Sicilia y Raúl García decidieron llevarse el ascua a su sardina, lo diré así, y combinaron ecología y aventuras en un cóctel que atrajo la atención del malagueño más internacional después de Pablo Picasso.
La entrada en liza de Antonio Banderas en calidad de productor dio un vuelco a la idea original. La serie divulgativa se desechó a favor de una película con destino a las salas comerciales y nació así El lince perdido (2008), un trabajo que destilaba ese entusiasmo y esa tenacidad que decía al principio. La película se distribuyó en más de setenta países conociendo una calurosa acogida en lugares tan exóticos e insólitos -diría, tan inverosímiles- como Corea del Sur o los Emiratos Árabes. No quedó ahí la cosa. El lince perdido obtuvo el Goya al mejor film de animación y, en una carrera imparable, el felino entró en el grupo de veinte películas que optaban al Oscar en su categoría en el año 2010.
Los de Kandor vivieron días felices, esperemos que no irrepetibles, pues ese año otra producción suya, La dama y la muerte (2009) de Javier Recio, una deliciosa fantasía que mezcla con inesperado desparpajo eutanasia y swing, consiguió una nominación a la dorada y codiciada estatuilla. Un doblete inimaginable. Un trampolín envidiable. Gracias a estos reconocimientos, el sello Kandor Moon -fusión de Kandor Graphics y Green Moon, la productora de Antonio Banderas- se hizo su hueco en la escena internacional.
Puesto que el acuerdo firmado con Green Moon preveía la realización de cinco largometrajes, ni corto ni perezoso, Manuel Sicilia rescató aquella primera fantasía medieval y en ella han estado trabajando los últimos cuatro años: Justin y la espada del valor, que se estrena el próximo 20 de septiembre. El salto cuantitativo ha sido considerable: hemos pasado de los cinco millones de presupuesto de El lince perdido (con los que tuvieron que hacer auténticos milagros) a los veintidós millones de euros de ahora. La película se ha vendido ya a ciento cuarenta países con lo cual esta millonada estaría suficientemente amortizada. No sirve de nada andarse con rodeos; en el ámbito del cine de animación, el peculio es esencial: en este caso, una mayor inversión no paga el caché y los caprichos de la estrella de turno, sino unos mayores medios que se traducen, necesariamente, en un mejor acabado formal. En las imágenes de Justin y la espada del valor que ya hemos podido ver se nota un excelente trabajo en el diseño de personajes, un gran cuidado en las escenografías, inventiva visual y gusto por el detalle.
Los de Kandor se han puesto a sí mismos el listón muy alto. Nos consta la pasión, la exigencia y la carne que han puesto en el asador. De todo ello sólo puede salir algo bueno.
El primer salto en la dirección correcta -aunque, en este mundillo, cada paso es forzosamente un paso adelante- se dio cuando Andrés Vicente Gómez y John Malkovich les encargaron un pequeño fragmento animado para el debut del segundo como director, Pasos de baile (2002), interpretado por Javier Bardem y Juan Diego Botto. "Nos hizo mucha ilusión -reconocía Sicilia en la susodicha entrevista-, pues fue la primera realización para el cine". En este momento, Melkor se transformó en los estudios Kandor Graphics y se empezó a cobrar peso una vieja idea, una historia ambientada en un Medievo de fábula y protagonizada por un joven aspirante a caballero (Entonces respondía al título de Goleor, la balanza y la espada). No obstante, el proyecto tuvo que aparcarse para dar prioridad a otros trabajos. De este modo, un poco por casualidad, un poco por cabezonería, acabaron embarcándose en su primer largometraje. La Consejería del Medio Ambiente aprobó una serie destinada a educar a los niños en el respeto de nuestro entorno; los protagonistas debían ser especies típicas de la fauna ibérica: un lince, un camaleón, una cabra montés, etc. Los directores Manuel Sicilia y Raúl García decidieron llevarse el ascua a su sardina, lo diré así, y combinaron ecología y aventuras en un cóctel que atrajo la atención del malagueño más internacional después de Pablo Picasso.
La entrada en liza de Antonio Banderas en calidad de productor dio un vuelco a la idea original. La serie divulgativa se desechó a favor de una película con destino a las salas comerciales y nació así El lince perdido (2008), un trabajo que destilaba ese entusiasmo y esa tenacidad que decía al principio. La película se distribuyó en más de setenta países conociendo una calurosa acogida en lugares tan exóticos e insólitos -diría, tan inverosímiles- como Corea del Sur o los Emiratos Árabes. No quedó ahí la cosa. El lince perdido obtuvo el Goya al mejor film de animación y, en una carrera imparable, el felino entró en el grupo de veinte películas que optaban al Oscar en su categoría en el año 2010.
Los de Kandor vivieron días felices, esperemos que no irrepetibles, pues ese año otra producción suya, La dama y la muerte (2009) de Javier Recio, una deliciosa fantasía que mezcla con inesperado desparpajo eutanasia y swing, consiguió una nominación a la dorada y codiciada estatuilla. Un doblete inimaginable. Un trampolín envidiable. Gracias a estos reconocimientos, el sello Kandor Moon -fusión de Kandor Graphics y Green Moon, la productora de Antonio Banderas- se hizo su hueco en la escena internacional.
Puesto que el acuerdo firmado con Green Moon preveía la realización de cinco largometrajes, ni corto ni perezoso, Manuel Sicilia rescató aquella primera fantasía medieval y en ella han estado trabajando los últimos cuatro años: Justin y la espada del valor, que se estrena el próximo 20 de septiembre. El salto cuantitativo ha sido considerable: hemos pasado de los cinco millones de presupuesto de El lince perdido (con los que tuvieron que hacer auténticos milagros) a los veintidós millones de euros de ahora. La película se ha vendido ya a ciento cuarenta países con lo cual esta millonada estaría suficientemente amortizada. No sirve de nada andarse con rodeos; en el ámbito del cine de animación, el peculio es esencial: en este caso, una mayor inversión no paga el caché y los caprichos de la estrella de turno, sino unos mayores medios que se traducen, necesariamente, en un mejor acabado formal. En las imágenes de Justin y la espada del valor que ya hemos podido ver se nota un excelente trabajo en el diseño de personajes, un gran cuidado en las escenografías, inventiva visual y gusto por el detalle.
Los de Kandor se han puesto a sí mismos el listón muy alto. Nos consta la pasión, la exigencia y la carne que han puesto en el asador. De todo ello sólo puede salir algo bueno.
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