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martes, 29 de octubre de 2013

Corazón de astracán granadahoy.com

El Espejo Negro protagoniza el próximo fin de semana en el Teatro Alhambra con la adaptación para títeres de 'La venganza de don Mendo'
P. BUJALANCE 
Ángel Calvente, en el centro, rodeado de las marionetas y de los actores de la obra.
Cuando Pedro Muñoz Seca (El Puerto de Santa María, 1879 - Paracuellos del Jarama, 1936) estrenó La venganza de Don Mendo en 1918 en el Teatro de la Comedia de Madrid, cumplió de sobra el objetivo que se había propuesto al escribir la obra: hacer reír a la gente. Tanto, tanto, que la pieza pasó de inmediato a engrosar el repertorio del teatro español y hoy es el cuarto título más representado del mismo, después deLa vida es sueñoFuenteovejuna Don Juan Tenorio. Precisamente, Muñoz Seca bordó una parodia de las comedias (entiéndase el término en su acepción barroca) palaciegas de Calderón de la Barca en la que el humor es fruto del lenguaje: tal y como por cierto hacían los maestros barrocos, el gaditano recurre a todas las formas métricas posibles del verso y las retuerce, las exprime, las lleva al retruécano para, a base de confusiones, chistes y sufijos lanzados como dados, apuntar directamente a la risa. La venganza de Don Mendo llega este fin de semana al Teatro Alhambra de la mano de la compañía El Espejo Negro. 

Un marqués de Cabra de gomaespuma (en realidad uno de los tres que comparece durante la función) está en manos de uno de los cinco actores / manipuladores que integran el elenco a las órdenes de Ángel Calvente, director de la compañía.. Magdalena es una mujerona con cara de cerdo. Hay un perro, El Perro del Hortelano, cortesía de la casa, que ejerce de narrador y comparte el gusto por el verso del resto de protagonistas. Es la primera vez en la historia que La venganza de Don Mendo se representa con marionetas. Un empeño que Calvente asumió como reto, en su primera aproximación al verso y a las formas clásicas: "Siempre me ha gustado esta obra desde que la vi en la tele con Manolo Gómez Bur. Tenía claro que quería hacerla. Habría preferido montarla, de hecho, mucho antes. Pero éste el momento". 

Un sonido de trompetas, un tronar de tambores. Los cinco actores interpretan una coreografía a modo de mojiganga, para convocar al público. El técnico de luces y sonido, Adrián Alcaide, habla de tú a la mesa de mezclas. La escenografía de Ángel Calvente es tan sencilla como versátil, con dos vistosos estandartes medievales y una serie de módulos móviles que se transforman fácilmente en los distintos ambientes por los que transcurre la obra. El vestuario diseñado por Carmen Ledesma para los actores apunta a tonos guerrilleros que resultan altamente reveladores por obra y gracia de la iluminación. Y sí, allí está, el verso de Muñoz Seca, entero, proverbial, adictivo, en boca de las marionetas. Y aquel viejo humor es nuevo, como cuando se ríe por primera vez. Uno piensa en lo mucho que Muñoz Seca habría disfrutado viendo el espectáculo. 

El sello de El Espejo Negro se hace notar sin tapujos: el trovador Rafalindo entona Mi gran noche, hay un Michael Jackson para aprovechar el cadáver que permitirá a Don Mendo simular su propia muerte ("De alguna manera había que sacarlo de escena", apunta Calvente), homenajes al títere de cachiporra, un despliegue de Star Wars y referencias al clima político actual. Y sí, claro, a Muñoz Seca le habría gustado. "Por algo era de Cádiz", apunta el director. El resultado es asombroso. 

Los cinco actores / manipuladores se someten a un desgaste exhaustivo: dan vida con su voz y sus manos a marionetas de muy diversos tamaños, registros y personalidades. "El espectáculo fue ideado para seis actores. Pero tuvimos que adaptarlo a cinco. Son los que caben con el técnico en la furgoneta. Nos ha costado la misma vida producir esto. Así que nos adaptamos a lo que hay", apunta Calvente. 

Cuando, hace unos años, poco después de ganar su primer Max por Vida de un piojo llamado Matías (el segundo lo recibió este mismo año por el sensacional El fantásticoviaje de Jonás el espermatozoide), el director anunció sorprendentemente, y no sin polémica, su intención de dejar de contar con la ayuda a la producción de la Junta de Andalucía, iba en serio. "No entiendo por qué tienen que dar ayudas a la producción. La producción la podemos hacer nosotros. Si quieren hacer algo, deberían contribuir a facilitar la distribución. A menudo ayudan a producir obras que luego mueren enseguida". Este milagro que es La venganza de Don Mendo aparece ya felizmente armado después de tres años de trabajo. "Invertí seis meses en la adaptación y dos años y medio en el diseño y construcción de las marionetas", explica Calvente al respecto. 

La primera tarea, al tratarse de una obra en verso, significó todo un debut, pero el artista le quita hierro al asunto: "Adaptar a Muñoz Seca me impone tanto respeto como adaptar a Fernando Aramburu [autor de Vida de un piojo llamado Matías]. El principal problema es que había que explorar la relación del títere con un texto de estas características. 

La marioneta tiene muchas ventajas, logra una empatía con el público bestial, pero también reviste algunos inconvenientes. No aguanta parlamentos muy largos. Y La venganza de Don Mendo está llena de parlamentos larguísimos. Al principio resultaba muy difícil porque a las marionetas se les caía el texto sin remedio, así que nos vimos obligados a cortar un montón. Pero encontramos la fórmula para hacerlo sin que la intención de Muñoz Seca se viera mermada. Creo que lo hemos conseguido". Cierto: la intriga palaciega ambientada en el Medievo, que el autor llenó de tramas y subtramas a imagen de los genios del Siglo de Oro de los que pretendía mofarse, aparece hábilmente expuesta, con un cierto afán ilustrativo, un viaje al tuétano. No reducida, sino representada a través de su esencia. Y cuando Don Mendo y el marqués de Moncada discuten sobre el honor, cuando la mora Azofaifa trama su propia venganza porro en mano, cuando los reyes de Castilla muestran un sinvergoncerío dionisíaco a la hora de intercambiarse cornamentas, el verso luce como recién parido en el papel.

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