Se trata de uno de los trastornos mentales más graves e incapacitantes y sobre el que aún existe una gran falta de información. Ahora se investiga en nuevas moléculas que puedan mejorar los síntomas negativos y cognitivos
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SALUD REVISTA.ES | Madrid
Impacto económico de la enfermedad
El impacto que la equizofrenia tiene sobre la economía nacional e internacional, viene derivado de la atención médica y de la pérdida de productividad laboral de los afectados y sus familiares.
En 2010, según estimaciones de la Unión Europea, los trastornos psicóticos ocasionaron un gasto de más de 29 mil millones de euros. «La realidad es que las enfermedades mentales tienen una prevalencia y una discapacidad igual a la de otras patologías médicas y ocasionan costes económicos aún más importantes», puntualiza el director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental, Celso Arango.
Nuevos fármacos y moléculas con innovadores mecanismos de acción, que aspiran a mejorar los síntomas relacionados con el comportamiento, las emociones y la habilidad para comprender, son el fruto del esfuerzo que España ha hecho en investigación de la esquizofrenia, una enfermedad que en este país padecen medio millón de personas.
Al menos así lo ha afirmado el director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) y jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Celso Arango, durante la celebración del 2º Foro Internacional Nuevos Abordajes en el Tratamiento de la Esquizofrenia.
Hasta ahora, el tratamiento farmacológico de la esquizofrenia se centraba sobre todo en abordar los síntomas positivos -los más visibles, como delirios y alucinaciones- y la prevención de recaídas. Pero las nuevas líneas de investigación ponen el foco en frenar los síntomas negativos y los relacionados con los déficits cognitivos.
«Se están estudiando nuevas moléculas que pueden mejorar los síntomas negativos y cognitivos. Nuevos hallazgos relacionan la respuesta inflamatoria y el estrés oxidativo con el descenso del volumen de sustancia gris», explica el experto.
¿Qué supone tener esquizofrenia?
Esta enfermedad es uno de los trastornos mentales más graves e incapacitantes. Tradicionalmente se ha asociado a la desconexión con el medio y al estar fuera de la realidad aceptada por la sociedad.
Los delirios, las alucinaciones y las alteraciones del pensamiento son los síntomas más visibles, pero no son los únicos ni los más importantes, ya que estos pacientes expresan cierta pobreza afectiva, apatía, desinterés e insociabilidad y/o problemas en la concentración y en la atención.
Pacientes, familiares y cuidadores sufren por igual el estigma social de una enfermedad de la que, poco a poco, se empieza a hablar en términos de inserción social y laboral. Esfuerzos «aún insuficientes», según los expertos, que aspiran a mejorar la salud y calidad de vida de los pacientes, entre los que la esperanza de vida es de entre 10 y 20 años menor que la de la población general, con el agravante que supone el temor constante al suicidio — entre un 10 y un 15 por ciento de las personas con esquizofrenia lo llevan a cabo—.
Con el paso del tiempo, estos enfermos sufren un deterioro prematuro de su actividad tanto física como mental, que les obliga a vivir al margen de la sociedad, impidiéndoles llevar una vida normal. «Su día a día se aleja mucho de la cotidianidad a la que está acostumbrado el resto de la población -estudiar, ir al trabajo o mantener un círculo de amigos estable-, ya que, por lo general, presentan serias dificultades para relacionarse con los demás y disfrutar de las cosas con las que solían hacerlo», explica el profesor Arango.
Por ello es interesante, fuera del campo de la farmacología, la intervención psicosocial que pretende aportar al paciente y su familia herramientas para afrontar la enfermedad e identificar los síntomas iniciales. «La rehabilitación tiene como objetivo la reconexión del paciente en la sociedad, como por ejemplo a través de empleo protegido; una de las asignaturas pendientes en nuestro país», agrega este experto.
Diagnóstico de la enfermedad
Aunque la edad media del primer diagnóstico suele darse entre los 20 y 25 años, lo cierto es que algunos de los síntomas relacionados con la enfermedad, tales como la reducción de la motivación, dificultades en la memoria, el aislamiento o la pérdida del interés en socializar, suelen aparecer a edades más tempranas.
Lamentablemente, y a pesar de la importancia del diagnóstico precoz, esta enfermedad no siempre se diagnostica cuando aparecen los primeros síntomas y aquí tienen mucho que ver los progenitores.
En algunos casos les frena el miedo al rechazo social y en otros, se debe simplemente a la confusión entre las primeras manifestaciones y los efectos provocados por el consumo de alcohol y de sustancias tóxicas. Y del mismo modo que los familiares aplazan la consulta con el psiquiatra, el tratamiento también se demora hasta muchos años después.
En este sentido, de cara a reducir el impacto funcional de la enfermedad, los expertos apuntan la necesidad de poner en marcha otro tipo de intervenciones, como ajustes en los programas educativos y psico-educación, para desarrollar habilidades sociales o hacer y mantener amistades y entrenar la tolerancia a la frustración.
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